El premio Nobel de la Paz otorgado este viernes al ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter (1977- 1981) es un notable desafío a la política exterior unilateral del actual mandatario George W. Bush.
En virtud del Nobel, Carter recobró protagonismo apenas unas horas después de que Bush lograra la autorización del Congreso legislativo para la guerra contra Iraq.
Carter ha criticado públicamente las políticas de Bush hacia Iraq, Palestina y Cuba, así como su negativa a otorgar asistencia para detener la epidemia de sida en Africa.
El anuncio del Comité del Nobel se refirió a la contribución vital de Carter durante su presidencia a los acuerdos de paz de Camp David entre Israel y Egipto, en 1978, así como a sus posteriores actividades por la paz y los derechos humanos.
Pero las críticas a la política exterior de Bush fueron explicitadas inesperadamente por el presidente del Comité del premio Nobel, Gunnar Berge.
El galardón, que será entregado formalmente el 10 de diciembre en Oslo, debería ser interpretado como una crítica a la línea del actual gobierno (de Estados Unidos) y a todos los que adopten la misma política de Estados Unidos, dijo Berge.
De hecho, la Casa Blanca fue sorprendida por el anuncio. No sabemos si tendremos algo para decir sobre esto, y si lo hacemos, probablemente sea más tarde, dijo a IPS un funcionario de prensa.
Los argumentos del premio, divulgados por el primer ministro de Noruega, Kjell Magne Bondevik, también constituyen señales negativas para Washington.
En una situación marcada por amenazas del uso de la fuerza, Carter ha sostenido el principio de que los conflictos deben resolverse mediante la mediación y la cooperación internacional, basadas en el derecho, el respeto a los derechos humanos y el desarrollo económico, afirma la declaración del Comité de cinco miembros.
En sus primeros comentarios públicos, Carter eludió sumarse al desafío explícito a Bush.
Pueblos de todo el mundo comparten el mismo sueño de una protectora comunidad internacional que prevenga la guerra y la opresión, sostuvo al reseñar sus 20 años de labor por los derechos humanos, los cuales deberían ampliarse para incluir la atención de salud, el abrigo, la alimentación y la oportunidad económica.
Espero que este premio refleje la aceptación e incluso el compromiso universal cn este amplio concepto de los derechos humanos, declaró.
Pero pocos dudan que Carter apele muy pronto a su renovada celebridad para redoblar sus críticas contra Bush y los halcones (sectores derechistas duros) que dominan la política exterior de su país.
Graduado en la Academia Naval, Carter sirvió como oficial durante siete años antes de regresar a la granja de su familia, en el sudoriental estado de Georgia, donde inició su carrera política como legislador, en 1962, y donde fue electo gobernador en 1970.
Progresista en materia de derechos civiles y ambiente, se convirtió en símbolo del Nuevo Sur y lanzó su campaña por la presidencia en diciembre de 1974 con la ventaja de no ser identificado con sectores favorables ni contrarios a la guerra contra Vietnam (1965-1975) dentro del Partido Demócrata.
Junto a su compañero de fórmula Walter Mondale, del septentrional estado de Minnesota, Carter derrotó por estrecho margen al entonces mandatario Gerald Ford, en noviembre de 1976, en gran medida por su prestigio como cristiano renacido y su defensa de los derechos civiles, que le aseguraron votos de blancos y negros en los estados meridionales.
Acosado por las condiciones de estancamiento económico e inflación que heredó, los logros más significativos de su gobierno fueron en política exterior, como los acuerdos de Camp David, en 1978, la ratificación del Tratado de Panamá y el restablecimiento pleno de relaciones diplomáticas con China.
Durante su presidencia se logró también un importante acuerdo sobre armas nucleares con la entonces Unión Soviética.
Pero Carter es mejor recordado por su promoción de los derechos humanos, en particular en América Latina, así como por su censura al desmesurado temor al comunismo de Washington.
La invasión soviética a Afganistán, la revolución iraní — acompañada con el prolongado secuestro de 50 funcionarios de la embajada estadounidense—, y la inflación que se disparó por la crisis petrolera de 1979 contribuyeron a su derrota cuando buscó la reelección, en 1980, frente a su adversario Ronald Reagan.
Pero al retirarse, Carter se introdujo en la diplomacia internacional y la labor humanitaria, organizadas a través del Centro Carter, que fundó con su esposa Rosalyn en 1982.
Ambos recorrieron el Sur en desarrollo, ayudando a mediar en conflictos, observando procesos electorales, suministrando asistencia sanitaria y, últimamente, promoviendo la atención internacional hacia la pandemia de sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
En ocasiones, sus gestiones fueron respaldadas por Washington. Por ejemplo, cuando junto al actual secretario de Estado, Colin Powell, contribuyó a una intervención pacífica de tropas estadounidenses en Haití para restaurar en el poder al derrocado presidente Jean-Bertrand Aristide, en 1994.
En otros casos, como en su viaje a Pyongyang, ese mismo año, para evitar una grave crisis entre Estados Unidos y Corea del Norte por inspecciones de armas nucleares, los funcionarios de su país lo juzgaron como un entrometido, aun cuando más tarde aprovecharon los progresos y la confianza que Carter logró.
A medida que el actual gobierno se volvió más agresivo y unilateralista, en particular tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington, Carter se manifestó aún más firmemente contra esas políticas.
Al mismo tiempo, respaldó a Powell en su contienda con el Departamento de Defensa y el vicepresidente Dick Cheney, en especial respecto del tratamiento del conflicto entre israelíes y palestinos.
En abril, por ejemplo, cuando el primer ministro israelí Ariel Sharon ordenó una invasión militar a ciudades de Cisjordania en represalia a ataques suicidas palestinos, Carter reclamó en público a Bush que suspendiera la ayuda militar y económica a Israel para forzar su retirada.
En septiembre, Carter publicó en el diario The Washington Post un severo ataque contra Cheney y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, a quienes acusó de liderar un grupo de conservadores que intentan cumplir ambiciones reprimidas bajo la apariencia de la proclamada guerra contra el terrorismo.
En ese artículo, el ex mandatario afirmó que una guerra uniltateral contra Iraq no es la respuesta.
Carter también efectuó un detallado juicio de la conducta del gobierno de Bush.
Los rechazos perentorios a tratados sobre armas nucleares, la convención de armas biológicas, la protección al ambiente, las propuestas contra la tortura y el castigo a los criminales de guerra se han combinado a veces con amenazas económicas contra aquellos que no están de acuerdo con nosotros, añadía.
Esos actos unilaterales aíslan crecientemente a Estados Unidos de las mismas naciones a las que necesita unirse para combatir el terrorismo, arguyó.
Las voces beligerantes y divisivas parecen dominar en Washington. Es crucial que prevalezcan los históricos y bien fundados compromisos estadounidenses con la paz, la justicia, los derechos humanos, el ambiente y la cooperación internacional, escribió Carter.
Al comentar el Nobel otorgado al ex presidente, el canciller de Canadá, Bill Graham, estimó que este premio es una señal muy positiva del resto del mundo sobre cómo quisiéramos que Estados Unidos se conduzca en asuntos internacionales. (FIN/IPS/tra- eng/jl/dcl/ip/hd/02