La tensión social se agrava en el occidental estado indio de Rajastán, donde los dalits, integrantes de la casta inferior de la religón hindú, comienzan a rebelarse contra la violenta discriminación que sufren hace 2.000 años.
A unos 50 kilómetros de Jaipur, capital de este estado de 57,6 millones de habitantes, se encuentra Chakwara, una aldea de medio millar de viviendas donde los choques entre las castas se han acentuado en los últimos meses.
Los dalits, o intocables, reclaman su derecho a utilizar el estanque de la aldea donde se realizan los baños rituales, construido y mantenido con fondos públicos a cuyas arcas contribuyen todos los habitantes de la aldea. Pero los dalits han sido excluidos de su uso por años.
La tradición sostiene que los dalits deben ser tratados peor que las vacas y los cerdos, que sí tienen acceso irrestricto al estanque. Las mujeres, no importa de qué casta sean, nunca pueden sumergirse en él.
El conflicto comenzó en diciembre pasado, cuando dos dalits llamados Babulal y Radheshyam desafiaron la tradición y se bañaron en el estanque. Indignados, los hindúes de las castas superiores los acusaron de comenter un vil abuso, cercaron sus casas y les prohibieron hasta hoy comprar té y verduras.
Los médicos locales ya no los atienden y se les prohíbe el ingreso a los puestos de venta. El mecánico no repara más sus bicicletas. Y, como es tradicional, los hombres dalit sufren golpizas y las mujeres, violaciones.
Mientras, las autoridades locales apoyan a las castas superiores. El gobierno del estado está a cargo del Partido del Congreso, organización de carácter laico que dominó la política india entre 1947 y 1996 y que hoy es el principal grupo opositor.
La Constitución india y la Ley de Derechos Civiles de 1955 prohíben la discriminación por castas. Asimismo, la Ley de Prevención de Atrocidades de 1989 explícitamente castiga el abuso verbal o físico a los dalits. Todas esas normas fueron aprobadas mientras el Congreso ejerció el poder.
En enero, las autoridades de la aldea, aliadas con los hindúes de las castas superiores, quebrantaron la ley y obligaron mediante amenazas a dirigentes de la comunidad dalit a firmar un acuerdo por el cual se comprometían a no usar el estanque. Este convenio desató una ola de descontento sin precedentes.
La tensión llegó al punto culminante a fines de septiembre, cuando los dalits, apoyados por organizaciones de derechos humanos, realizaron una movilización. A su vez, los dirigentes de las castas superiores convocaron a 15.000 hombres procedentes de todo el estado armados con palos para enfrentar a los dalits.
La policía se movilizó de inmediato para impedir un enfrentamiento. Sin que lo esperaran, los policías fueron atacados por los hindúes de las castas superiores y debieron responder con gases lagrimógenos y balas de goma, dejando más de 50 heridos.
Los dalits, que constituyen entre 160 y 180 millones de los 1.047 millones de habitantes de India, viven en condiciones infrahumanas e inseguras. Expertos calculan que dos dalits son asaltados cada hora, y que todos los días dos integrantes de esta casta son asesinados y tres mujeres son violadas.
El sistema de castas fue diseñado hace 2.000 años por el legislador Manu, autor del código denominado Dhrama Shastra, que divide la sociedad en bhramanes (sacerdotes y educadores), kshatriyas (nobles y guerreros), vaishyas (comerciantes) y los shudras (obreros y artesanos).
De acuerdo con el Dhrama Shastra, los dalits no constituyen una casta sino que están al margen del sistema, y por eso se les asignan tareas consideradas impuras.
En la mayor parte del territorio indio se les niega a los dalits el acceso a los templos hindúes u otros sitios religiosos, a pesar de que esa discriminación es violatoria de la Constitución y de la ley.
A las mujeres no se les permite usar zapatos en presencia de personas de las castas superiores, y los niños con frecuencia sufren discriminación en las escuelas, donde se les obliga a sentarse en el fondo del aula.
Pero los dalits se están organizando para defender sus derechos en varias regiones del país, al punto que una intocable, Mayawati, es jefa de gobierno del estado de Uttar Pradesh, el más poblado de India con 169 millones de habitantes.
No obstante, romper las barreras de separación social creadas por el sistema de castas hindú sigue siendo una tarea ardua, en especial cuando el gobierno del primer ministro Atal Bihari Vajpayee hace poco para que se respeten las leyes contra la discriminación.
Rajastán tiene las cifras más altas de ataques contra dalits, con un promedio de 5.024 anuales en los últimos tres años. En promedio, hay 46 asesinatos, 134 violaciones y 93 casos de heridas graves todos los años.
La peor masacre ocurrió en 1992 en la aldea de Kumher, cuando fueron asesinados 17 dalits.
Sin embargo, el gobierno de Rajastán y la policía parecen no estar dispuestos a castigar a los responsables, debido, en parte, a que la mayoría de los puestos de autoridad en India están ocupados por hindúes de las castas superiores.
Además, la tradición continúa teniendo un peso muy importante.
Muchos hindúes rechazan la idea de dividir la sociedad en castas y la educación moderna condena la discriminación. Sin embargo, los partidos hindúes conservadores siguieron creciendo y adquiriendo poder en los últimos 15 años, en especial dentro del gobernante partido Bharatiya Janata.
La lucha de los dalits por la igualdad social y económica apenas ha comenzado, pero adquirió especial fuerza luego de que recibiera apoyo internacional en la Conferencia Mundial contra el Racismo, realizada el año pasado en Sudáfrica.
El sistema de castas fue duramente criticado por la Comisión de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación Racial.
La Comisión instó a la comunidad internacional a adoptar medidas severas para acabar con esta discriminación, y advirtió a India que, de no combatirla de forma sistemática será objeto del repudio internacional. (FIN/IPS/tra-eng/pb/rdr/aag/js/rp/mj/hd/02