CUBA-EEUU: Lecciones y verdades de la crisis de los misiles

La crisis entre Estados Unidos y la disuelta Unión Soviética por los misiles emplazados en Cuba, que amenazó hace 40 años con un conflicto nuclear, dejó lecciones para prevenir riesgos similares, afirmaron protagonistas del incidente reunidos este fin de semana en la capital cubana.

Identificar esas lecciones fue una de las razones por las cuales Robert McNamara, secretario de Defensa de Estados Unidos entre 1961 y 1968, aceptó la invitación del gobierno de Fidel Castro para participar en un encuentro sobre aquellos hechos.

La denominada Conferencia sobre la Crisis de Octubre, para estudiar uno de los episodios más dramáticos de la guerra fría y que involucró a Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba, se prolongó hasta este sábado en el Palacio de Convenciones de La Habana.

Sentado frente a Castro, quien lucía cómodo y distendido en el traje oscuro que reemplaza en ocasiones su uniforme verde oliva, McNamara sostuvo el viernes, al inicio del encuentro, que la catástrofe se pudo evitar apenas ”por un muy pequeño margen”.

Sin embargo, la mayoría de los asesores del entonces presidente estadounidense John Kennedy (1961-1963) recomendaron ”el ataque a la isla”, si bien algunos pensaban que la guerra se debía posponer mientras fuera posible, reconoció McNamara poco antes en una conferencia de prensa.

”Probablemente Cuba hubiera desaparecido y el desastre en Estados Unidos y la Unión Soviética, hubiera sido inmenso”, comentó McNamara, quien esperaba hallar en el encuentro de La Habana respuesta a varios aspectos aún no esclarecidos de aquel incidente.

La crisis de los misiles, que en Cuba se conoce como crisis de octubre, se desató a mediados de ese mes de 1962, luego que Washington tuvo evidencias de que Moscú había colocado en territorio cubano proyectiles nucleares de mediano alcance.

Las armas amenazaban a varias ciudades estadounidenses. Pero apenas unos días antes, Kennedy había recibido el rotundo desmentido soviético sobre el emplazamiento en Cuba de armamento de esa naturaleza.

La tensión se extendió unas dos semanas y concluyó cuando Nikita Jruschov, en ese momento secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, aceptó retirar los misiles de Cuba a cambio de que Estados Unidos hiciera lo mismo con su armamento nuclear localizado en Turquía.

Ese acuerdo salvó al mundo, pero molestó especialmente a Castro, porque su gobierno fue excluido por completo del diálogo y las decisiones se tomaron sin tomarlo en cuenta. La Habana sostuvo entonces que los cohetes debían quedarse en la isla.

Después del incidente, ”quedó un sentimiento de desilusión y amargura por el pobre papel político de la Unión Soviética al aceptar todas las exigencias de Estados Unidos para dar por finalizado el conflicto”, comentó Tomás Diez Acosta, historiador militar e investigador del Instituto de Historia de Cuba.

Diez Acosta, en un artículo publicado al respecto, añadió que a partir de aquellas amargas, pero aleccionadoras experiencias, el gobierno cubano ”no volvió a confiar en la capacidad de la dirección soviética en el manejo de problemas de esa índole”.

Desde la óptica cubana, Moscú debió firmar un convenio abierto de defensa mutua e instalar sus cohetes públicamente. De ese modo se hubiera llegado a la crisis en otras condiciones.

”Muchas veces nosotros no valoramos apropiadamente los hechos que condujeron a la crisis. En realidad fue una responsabilidad de las dos grandes potencias”, dijo al respecto esta semana el vicepresidente cubano José Ramón Fernández, organizador de la conferencia.

Fernández, en declaraciones realizadas antes del encuentro, culpó a Estados Unidos por su ”agresividad permanente contra Cuba” y a la desaparecida Unión Soviética ”por la forma en que condujo la situación de los cohetes (…) mediante el secreto, que, al descubrirse, colocó a los soviéticos en una posición muy débil”.

La preparación de la cita del viernes y este sábado, que sigue a una similar realizada también en La Habana en 1992, estuvo acompañada de un fuerte caudal informativo en el que se acusa al actual gobierno estadounidense de George W. Bush de organizar operaciones hostiles para ”destruir la Revolución” Cubana.

En esa misma línea, los anfitriones presentaron en el primer día de sesiones documentos ”desclasificados” sobre planes estadounidenses, como la llamada ”operación Patty-Candela”, que los servicios de seguridad cubanos hicieron fracasar con la detención de unas 159 personas.

Uno de los textos se refiere a un complot para asesinar a Raúl Castro, hermano menor del presidente Castro, ”actos terroristas, sabotajes y alzamientos dirigidos por oficiales estadounidenses (…) con el suministro de importantes cantidades de armamento”.

A ”Patty-Candela” le siguió la llamada Operación Mangosta, descripta por Fernández como la mayor que haya organizado ”Estados Unidos en este continente contra un país y un gobierno” soberano.

Medios oficiales cubanos aseguran que ese programa le siguió al fracaso del ataque a territorio cubano por Playa Girón, en abril de 1961, ”multiplicó las agresiones” contra la isla y debía culminar con la ”invasión directa” del país por Estados Unidos.

La llamada Crisis de Octubre ”marcó un hito en las acciones hostiles y agresiones de todo tipo desencadenadas por el gobierno de Estados Unidos contra Cuba desde el mismo momento en que triunfa la Revolución”, dijo Fernández al dejar instalado el encuentro.

A la vez, precisó que la mayoría de los estudios se centra en la actuación de las dos superpotencias de esa época.

”La celebración de esta conferencia en Cuba, escenario principal de la crisis, creo que debe constituir una oportunidad excepcional para reconstruir y legar a la posteridad la verdad histórica sobre los hechos”, subrayó Fernández.

En la conferencia ”La crisis de octubre: una visión política 40 años después”, que sesionó a puertas cerradas, participaron, además de McNamara, los ex consejeros presidenciales (de la administración Kennedy) Arthur Schlesinger, Richard Wodwing y Theodore Sorensen.

Asistieron también Dino Brugioni, ex analista de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) y familiares del asesinado presidente Kennedy, así como representantes de las universidades Harvard, de Massachussetts, Princeton, de Nueva Jersey, de Delaware y de Brown.

A la cita fueron invitados, a título personal, algunos funcionarios de la Unión Soviética en aquella época, entre ellos Dimitri Yazouv, ex comandante de una brigada militar rusa asentada en Cuba, y Anatoli Gribkov, en aquel momento representante del Ministerio de Defensa. (FIN/IPS/pg/dm/ip/02

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