ASIA SUDORIENTAL: Mezquitas frenan el radicalismo islámico

Las corrientes radicales y más politizadas del Islam no encontrarán oídos receptivos en las mezquitas de Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia y Singapur, aseguran clérigos y expertos.

Los religiosos de esos países suelen rechazar la posibilidad de incorporar la ley islámica (shariá) a las normas nacionales, así como tampoco aceptan el panislamismo, la ideología que promueve la unión de los países musulmanes.

”La idea de un Estado islámico es cosa del pasado en Indonesia”, si bien el panislamismo es defendido por ”algunos pequeños grupos de línea dura”, sostuvo el jefe del Departamento de Historia y Civilización Islámica de la Universidad Islámica de Bandung, Meflich Hasbullah.

Indonesia tiene la mayor comunidad musulmana del mundo, pues 88 por ciento de sus 217 millones de habitantes profesan esta religión.

El panislamismo regional ”opera como crítica de los Estados- nación existentes, una reacción a los problemas políticos y sociales”, sostuvo el director del Centro de Información para la Paz de la tailandesa Universidad Thammasat, Chaiwat Sath-Anand.

Pero esta ideología tiene un escaso eco en Asia sudoriental. ”Hay retórica, pero no creo que sea una idea de fácil absorción”, sostuvo Sath-Anand.

Así, esta región se exhibe como el rostro moderado del Islam, sea en la musulmana Indonesia como en Singapur, donde 500.000 personas que profesan esta religión son una minoría en un total de cuatro millones de habitantes.

Once de los 23 millones de habitantes de Malasia son musulmanes, mientras en Filipinas, de mayoría católica, lo son cuatro de los 80 millones de habitantes, concentrados en el sur del país. Cuatro por ciento de los 62 millones de habitantes de Tailandia profesan el Islam.

Pero la región no está libre de actividad armada por parte de radicales musulmanes, como los de la organización Abú Sayyaf, que se vale de secuestros y atentados con explosivos para luchar por la constitución de un estado islámico en Mindanao y el archipiélago Sulu.

Por otra parte, en las últimas semanas se registró en Malasia y en Singapur la detención de decenas de militantes islámicos que, según las autoridades de esos países, pertenecen a redes radicales que operan en cinco países de Asia sudoriental.

Los militantes detenidos están supuestamente relacionados con la organización Jemaa Islamiyah (Grupo Islámico, JI), que lucha por la creación de un estado regido por la shariá que reúna los territorios de Brunei, el sur de Filipinas, Indonesia, Malasia y Singapur.

El gobierno de George W. Bush asegura que JI está vinculada con la red islámica Al Qaeda, que lidera el dirigente radical islámico Osama bin Laden y a la que Washington atribuye los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.

La prédica de JI se remonta a los años 40, cuando la organización indonesia Darul Islam luchaba por la restauración del predominio islámico en Asia sudoriental, como en el siglo XII.

Entre otros portadores de la bandera panislámica figuraron los miles de combatientes islámicos (mujahidines) que lucharon en Afganistán contra la Unión Soviética, cuyas tropas invadieron ese país en 1979. Muchos mujahidines procedían de Asia sudoriental.

Estados Unidos presiona a Yakarta para que siga el ejemplo de Singapur y de Malasia en la represión de organizaciones islámicas radicales. En Indonesia vive Abu Bakar Baasyir, clérigo musulmán a quien Malasia acusa de dirigir actividades de JI.

La preocupación de los gobiernos de la región por la actividad de las organizaciones islámicas es legítima, aseguró el editor de Asia del Pacífico de la revista estadounidense especializada en asuntos de seguridad Jane's Defence Weekly, Robert Karniol.

Esta preocupación responde ”al carácter transnacional de las organizaciones extremistas islámicas”, agregó Karniol.

Pero las autoridades deben tener en cuenta de que la represión, si bien sirve como ”disuasivo”, puede ”tener efectos perjudiciales y no deseados”, sostuvo el experto en defensa y seguridad de la Universidad Chulalongkorn de Bangkok Panitan Wattanayagorn.

Las detenciones serán ”contraproducentes” si el público las considera ilegítimas o consecuencia de persecución política, agregó Wattanayagorn.

Activistas de Filipinas y de Indonesia advirtieron que la obsesión de los gobiernos en apuntar contra extremistas islámicos sólo logrará radicalizar la posición de musulmanes moderados.

”Intelectuales filipinos musulmanes están muy preocupados por la paranoia internacional respecto del terrorismo, la cual podría llevar a la conversión al radicalismo de activistas moderados”, dijo la directora del Centro de Estudios para la Paz y el Desarrollo de la Universidad de Mindanao, Rufia Guiam.

La ”conversión” al radicalismo también sería alentada por el plan de Estados Unidos y Gran Bretaña de derrocar mediante una guerra al presidente de Iraq, Saddam Hussein, advirtió Guiam. (FIN/IPS/tra-eng/mmm/aag/mj/ip cr/02

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