Las mujeres ocupan cada vez mayor espacio en el mundo de las artes visuales de Cuba, no sólo por la variedad de estilos y tendencias que ofrecen sino también por lo que ha comenzado a valorarse como discurso femenino dentro de la plástica.
La existencia de esta identidad de género en el campo creativo quedó demostrada en septiembre, cuando coincidieron en La Habana las exposiciones de las jóvenes pintoras Aimee García y Yami Martínez.
Las muestras realizadas de modo independiente en la Casa de las Américas y en el Centro Wifredo Lam, dos importantes instituciones culturales del país, convocaron la atención de artistas, especialistas y medios de comunicación locales.
La exposición de Martínez, titulada A presión, parte del uso de utensilios domésticos, trozos de periódicos y materiales rústicos, para reflexionar sobre el alcoholismo, el poder, la angustia de ser mujer y el miedo.
Por su parte, los trabajos de García, reunidos con el título Sabor del Silencio, siguen el camino de la mexicana Frida Kalho, con la utilización reiterada de su propia imagen para, en esta ocasión, indagar en la identidad femenina desde el espacio doméstico.
La obra de García se caracteriza por recurrir al plomo, el hilo y la sangre, que según la prensa especializada cuestiona los conceptos tradicionalmente codificados por la sociedad sobre lo femenino.
Sí, hay un discurso femenino dentro de la plástica cubana, y este proceso ha comenzado a verse con fuerza desde la década del 80, comentó a IPS la pintora y escultora Ileana Sánchez, residente en Camagüey, a 570 kilómetros de La Habana.
Sánchez trabaja en estos momentos en su serie Ciudad, donde las mujeres aparecen casi generalmente solas o junto a sus animales, su casa, su entorno, pero siempre desde un punto de vista muy independiente, enfatizando su identidad propia.
Si hay un hombre que la mira, ella toma la iniciativa. Lo mismo pasa si se trata de sexo. Ella conquista y quiere ser conquistada, narró Sánchez, tras admitir que fue criticada por este abordaje poco tradicional.
A juicio de Sánchez, las obras de las mujeres son muy fáciles de identificar en cualquier salón de Cuba. Se sabe enseguida cuando un cuadro es hecho por una mujer o es hecho por un hombre, aseguró.
En tanto, la especialista Lázara Castellanos comentó que una posición crítica y realista dentro de las artes visuales cubanas no puede desentenderse, hoy por hoy, de la aparición de un imaginario que expresa la suma de experiencias de la mujer artista.
Las artistas contemporáneas, en contraposición al falocentrismo de sectores de la plástica tradicional cubana, parten muchas veces de sus senos, su vagina, el útero, el clítoris, las localizaciones de su placer, su vergüenza y su dolor, añadió.
Son creadoras jóvenes que profundizan en sus vivencias, cuentan sus historias, ilustran sus autobiografías y usan sus cuerpos como modelos en la formulación de un discurso intenso, explicó Castellanos.
El antecedente más importante de este movimiento se remonta a Antonia Eriz (1929-1995), una mujer que retó a la Cuba de los años 60 con sus pinturas e instalaciones sobre la realidad que vivía la isla entonces.
Las obras de Eriz, que ahora pueden verse en el Museo Nacional de Bellas Artes, sirvieron de referente a los artistas que integraron la llamada Generación del 80, un grupo que revolucionó las artes visuales cubanas a fines del siglo pasado.
Antonia Eiriz es la principal…la profesora. Ella fue la más valiente y eso le costó un anonimato de muchos años. Nunca se esperaba que una mujer fuera capaz de tener un discurso tan duro como el de ella, y menos en los años 60, opinó Sánchez.
Entre las artistas cubanas contemporáneas más reconocidas internacionalmente se destacan Zayda del Río, también conocida como la mujer pájaro por sus indagaciones en el mundo de la mujer y su cuerpo, en constante relación con el entorno.
Nadie puede sustraerse al poder mágico de estas figuras. Ni siquiera aquellos que no sepan jamás interpretarlas. Sus cuadros están vivos y se mueven entre sí por un ritmo semejante al que rige a los astros y la naturaleza, escribió el narrador cubano Miguel Barnet.
Como parte de la generación que marcó la década del 80 pueden nombrarse también las obras de Magdalena Campos, Consuelo Castañeda, Sandra Cevallos y Marta María Pérez. Mientras que en los años 90 aparecen los trabajos de Sandra Ramos, Tania Brugueras y Belkys Ayón.
Así y todo, a criterio de Castellanos, muy pocos de estos discursos femeninos se ubican de manera voluntaria en los espacios de discusión en Cuba.
Sin embargo, si se tiene en cuenta la participación de las mujeres en las instituciones de artes plásticas y en las escuelas del país, la sociedad parece estar apta para abordar el estudio de un fenómeno que se presenta en su plena madurez, añadió. (FIN/IPS/da/dm/cr/02


