Seis millones de niños menores de cinco años mueren cada año de hambre en el mundo, según un informe divulgado este martes en la capital italiana por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Los esfuerzos para reducir el hambre en el mundo están prácticamente estancados, advierte el estudio de la FAO, titulado El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2002 y presentado en la víspera del Día Mundial de la Alimentación.
La FAO, la agencia especializada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con sede en Roma, calculó que entre 1998 y 2000 habían 840 millones de personas subnutridas, 799 millones de las cuales vivían en países en desarrollo, 30 millones en naciones en transición y 11 millones en el Norte industrializado.
La cantidad de personas con hambre disminuyó en la década del 90 en el mundo apenas a un ritmo de dos millones y medio por año, pero en varias regiones del Sur en desarrollo la situación es aun más grave pues la tendencia es a aumentar.
El estudio de la FAO subraya que, si esa tendencia no se invierte de modo radical, el mundo estará lejos de alcanzar el objetivo de la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996 de reducir a la mitad, para 2015, la cantidad de personas hambrientas.
El precio que pagamos por esa falta de progreso es muy grande, señaló el director general de la FAO, el senegalés Jacques Diouf, en el prólogo del informe.
Para alcanzar el objetivo de la Cumbre Mundial es necesario que el número de personas hambrientas disminuya 24 millones cada año, de aquí a 2015, añadió.
En los países donde la situación alimentaria es más grave, un recién nacido tiene una expectativa de vida sana de apenas 38 años, mientras que en las 24 naciones más ricas esa expectativa trepa hasta más de 70 años, apunta el informe.
Uno de cada siete niños nacidos en los países más pobres está destinado a morir antes de cumplir los cinco años. La mayor parte de los niños muere por carencia de alimentos y nutrientes esenciales, lo que les debilita, reduce su peso y acentúa su vulnerabilidad, explica el documento.
Esos niños están expuestos a un riesgo muy alto de enfermedades infecciosas. En los países en desarrollo, la diarrea, las enfermedades respiratorias agudas, la malaria y el sarampión son responsables de una gran parte de las muertes infantiles, agrega.
Diouf advirtió que, como excusa, no se puede decir que no podemos producir bastantes alimentos o que no sabemos qué hacer para erradicar el hambre.
Lo que nos queda por demostrar es si nos importa el destino de las personas hambrientas, si las muestras de preocupación en los foros internacionales son algo más que pura retórica y que no podemos aceptar e ignorar por más tiempo los sufrimientos de 840 millones de seres humanos hambrientos, ni la muerte diaria de 25.000 víctimas de hambre y pobreza, añadió.
Los escasos avances en la disminución del número de personas hambrientas son el resultado de los progresos de algunos grandes países. Sólo en China, el número de personas subnutridas ha disminuido 74 millones desde el bienio 1990-92, expresa el estudio.
Por su parte, Indonesia, Vietnam, Tailandia, Ghana y Perú han conseguido reducir el hambre en más de tres millones de personas, lo cual ayuda a contrarrestar en el promedio mundial el aumento de 96 millones de hambrientos en otros 47 países.
La investigación indica que, si se excluye China, la cantidad de personas subnutridas en el resto de los países en desarrollo ha crecido más de 50 millones desde el bienio 1990-1992.
Africa subsahariana sigue encabezando las estadísticas de subnutrición. La mayor parte del aumento se observa en Africa central, sobre todo en República Democrática del Congo, martirizada por la guerra, donde el número de personas subnutridas se ha triplicado en el lapso examinado.
Africa occidental, el sudeste asiático y América Latina han reducido notablemente, tanto el predominio, como la cifra de personas subnutridas. Pero las perspectivas dejan poco que desear en América Central, Medio Oriente y Asia oriental, excluyendo a China.
Un experto de la FAO, el uruguayo Jorge Mernies, dijo a IPS que América Latina ha contribuido a disminuir el número de personas que padecen de hambre, aunque precisó que su situación es muy distinta dentro de ella porque América Latina es una y múltiple a la vez.
Hay regiones de América Latina que tenemos que ponerla en la parte negativa de la balanza, como América Central y el Caribe, agregó.
En el caso de América Central, un elemento negativo es Guatemala, y en el Caribe, Cuba, como países que están sufriendo deterioro desde el punto de vista alimentario.
Según el Programa de Lucha Contra el Hambre, también de la FAO, será necesaria una inversión pública adicional anual de 24.000 millones de dólares para acelerar el progreso en la reducción del hambre y conseguir el objetivo de la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996.
Los beneficios globales derivados de la reducción a la mitad del número de personas hambrientas serían por lo menos de 120.000 millones de dólares anuales, un resultado debido a la vida más larga, sana y productiva de varios cientos de millones de personas, concluye el estudio. (FIN/IPS/jp/dm/dv/02