El agua es cada vez más escasa y su uso eficiente es fundamental para combatir el hambre que afecta a unos 840 millones de personas en el planeta, advirtió la FAO en la víspera del Día Mundial de la Alimentación.
El agua, fuente de seguridad alimentaria, es el lema escogido por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) para encabezar la celebración de este miércoles, que recuerda su fundación el 16 de octubre de 1945.
La elección de este tema quiere resaltar el rol del agua para una alimentación no sólo saludable sino también suficiente, señaló el experto belga Jan Van Wambeke, oficial principal de la división de Desarrollo de Tierras y Agua de la oficina regional de FAO para América Latina, con sede en Santiago de Chile.
Proyecciones citadas por Van Wambeke indican que 70 por ciento de la cantidad de agua utilizada en el mundo se destina a producir los alimentos que sustentan la actividad humana, y dentro de 30 años se necesitará 60 por ciento más de alimentos para cubrir la demanda de la población.
La FAO, ante el panorama crítico que se proyecta en torno a 2030, plantea como respuesta incrementar la productividad agrícola, para lo cual se requerirá emplear mejores semillas, aumentar la fertilidad de los suelos y aplicar técnicas agrícolas avanzadas.
Pero también será fundamental el desarrollo de los sistemas de riego, mediante un eficiente aprovechamiento del agua, un bien que aparentemente es abundante, pero a la vez limitado y con una tendencia a escasear debido a la creciente competencia entre usuarios domésticos e industriales.
Si se compara la cantidad de agua existente en el mundo con un tonel de 100 litros, el agua realmente disponible hoy para uso agrícola, humano e industrial correspondería a una cucharadita de té, explicó el experto de la FAO.
El altísimo volumen existente, pero imposible de utilizar, corresponde a aguas saladas de mares u océanos, a hielos y glaciares, a otras fuentes inaccesibles y a aguas contaminadas, lo cual es muy preocupante, añadió.
Otro aspecto a considerar es la desigual distribución de los recursos hídricos, en lo cual América Latina es favorecida por su régimen de precipitaciones de lluvias y la existencia de ríos y lagos, lo cual no impide situaciones de grave escasez en Haití y en áreas desérticas del norte de Chile y de Argentina.
Datos de 1999 indicaban que en Asia se regaba entonces 42 por ciento de la tierra de cultivo, en Medio Oriente y Africa del norte 31 por ciento y en América Latina y el Caribe 14 por ciento, mientras en Africa subsahariana, la región más azotada por el hambre, sólo recibía riego cuatro por ciento de las tierras aptas.
Van Wambeke destacó que existe una relación directa entre la pobreza endémica y la falta de acceso al agua, sobre todo en las áreas rurales más desposeídas y en asentamientos urbanos con población indigente.
La gestión de los recursos hídricos ocupa un lugar preponderante en la agenda de la FAO para 2003, proclamado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como el Año Internacional del Agua Dulce.
La ONU celebrará el próximo año en Japón el Tercer Foro Mundial sobre el Agua.
La seguridad alimentaria, entendida como la satisfacción de una necesidad básica de los seres humanos, es un imperativo moral, pero a la vez un objetivo complicado de alcanzar, en el cual el uso eficiente y racional del agua es vital, según la FAO.
Van Wambeke apuntó que en torno al agua se plantean cinco temas principales a enfrentar.
En primer lugar está su relación con un desarrollo rural sustentable y el alivio de la pobreza, en un mundo donde 1.100 millones de personas (un quinto de la población del planeta) no tienen acceso a agua de calidad.
El segundo asunto es mejorar la productividad del agua en la agricultura, que emplea actualmente 70 por ciento de los recursos hídricos disponibles, como un instrumento para mejorar la producción y los ingresos y la calidad de vida de los agricultores y disminuir su emigración a las ciudades.
Aumentar la relación productiva por gota de agua, plantea desafíos técnicos, con sistemas de riego en escala, mejores prácticas de cultivos de secano (que sólo reciben lluvias) y conservación de la humedad de suelos, pero también implica aspectos sociales, donde un enfoque participativo es esencial, indicó Van Wambeke.
El tercer frente es el manejo de los riesgos en el uso agrícola del agua, derivados de sequías, inundaciones y otros desastres naturales. Se trata de buscar un correcto suministro de agua en el momento oportuno, reduciendo los riesgos por variaciones climáticas, apuntó el experto de FAO.
En cuarto lugar se ubica la modernización de los sistemas de riego, vinculada en alguna medida al punto anterior, en tanto la construcción de embalses o el empleo de métodos de irrigación por goteo, permite ahorrar el líquido para enfrentar períodos de sequía.
Por último, la FAO postula la necesidad de incorporar el seguimiento de los costos ambientales en el manejo de los recursos hídricos, para lo cual recomienda a los países el establecimiento de sistemas de compensación en el precio del recurso a quienes apliquen prácticas conservacionistas. (FIN/IPS/ggr/dm/if/02