El gran maestro internacional de ajedrez Julio Granda renovó esta semana su título de campeón peruano, tras abandonar el cultivo de la tierra al que se dedicó en los últimos cuatro años forzado por la caída de precios agrícolas.
Granda culminó el martes invicto el Campeonato Nacional de Ajedrez de Perú, logrando un nuevo título y la clasificación para participar en la Olimpíada Mundial de Ajedrez, que se celebrará del 25 de octubre al 10 de noviembre en Bled, Eslovenia.
Su próximo objetivo será retornar al ejercicio profesional del deporte, que abandonó hace cuatro años por imperativos místicos que lo llevaron a abrazar la labor agrícola.
Este año ha sido muy duro para la agricultura, el precio que pagan los comerciantes es muy bajo, estoy perdiendo dinero. Creo que con el ajedrez me puede ir mejor, explicó Granda.
En agosto de 1998, después de un confuso episodio depresivo, el mejor ajedrecista latinoamericano durante varios años, anunció que se retiraba porque el ajedrez es un atrevimiento a los ojos de Dios, y prefería cumplir las leyes divinas que ordenan trabajar la tierra.
En 1997, Granda obtuvo en forma compartida el primer lugar en el torneo II Memorial Donner, en el que derrotó al ruso Víctor Korchnoi y a otros grandes maestros.
Pero tras esa victoria consagratoria, en mayo de 1998, fue derrotado en otro campeonato por el chileno Iván Morovic. Aunque seguía siendo el ajedrecista sudamericano con mayor proyección internacional, el episodio le causó gran impacto.
Tenía 31 años cuando se recluyó en una pequeña propiedad agrícola en la meridional localidad de Camaná, 855 kilómetros al sur de Lima, para cuidar de sus tres hijos, recitar versículos de la Biblia y condenar la vanidad de las competencias deportivas.
Sin embargo, en una conferencia de prensa convocada el mes pasado por la Universidad de Ingeniería, organizadora del Campeonato Nacional de Ajedrez 2002, explicó que debía retornar a la práctica del deporte pues su familia necesitaba los 1.800 dólares que se otorgarían al ganador del torneo.
Granda sostuvo también su propósito de clasificar para la Olimpíada Mundial de Ajedrez y su intento de regresar a los circuitos profesionales del deporte.
No he perdido la fe, pero he comprendido que a la gente no le interesa lo que les digo de Dios, sigo pensando que cultivar la tierra es el mejor destino humano, pero también que a veces hay que buscar apoyo en otras actividades para seguir cultivando, señaló.
Granda aprendió a jugar a los cinco años, guiado por su padre, un maestro de escuela rural.
Pero éste sólo pudo ganarle las primeras tres partidas. A partir de entonces, y para que no se aburriera, le buscaba mejores rivales en la tranquila ciudad de Camaná.
Más tarde lo inscribió en un campeonato infantil en Arequipa, la ciudad más importante de la región meridional, donde obtuvo como premio un tratado de ajedrez en cuatro tomos del gran maestro argentino Roberto Grau.
Con 13 años, se consagró campeón mundial infantil en 1981. En 1984 alcanzó el título de maestro internacional, y en 1986, en el Torneo en Memoria de José Raúl Capablanca celebrado en Cuba, ascendió a la categoría de gran maestro internacional.
A partir de 1988, la Federación Internacional de Ajedrez lo calificó como mejor jugador latinoamericano.
Desde entonces, el ajedrecista peruano recorrió el camino profesional, una opción penosa y solitaria para quien carece de respaldo oficial o fortuna familiar.
Pero logró mantenerse a flote gracias a las invitaciones que recibía y a los premios que lograba en torneos profesionales.
Jugador intuitivo e impredecible por su falta de formación académica, Granda se enfrentó a maestros como Gary Kasparov y Anatoli Karpov, intelectualmente poderosos y respaldados por equipos de asesores y computadoras.
Pero el equilibrio emocional de Granda mostraba cierta vulnerabiliadad. En 1987 y 1994 sufrió crisis depresivas que llevaron a la Federación Peruana de Ajedrez a buscarle asistencia psicológica, que aceptó a regañadientes.
Yo no soy loco. No puede serlo quien se mueve con acierto en el mundo exigentemente lógico del ajedrez, sostuvo en una entrevista radial, cuando fue interrogado por algunas conductas sorprendentes, como evasiones injustificadas o mutismos inexplicables.
En ocasiones desaparecía por varios días y sin explicación. El episodio más grave se produjo en julio de 1998, semanas antes de anunciar su retiro, cuando lo hallaron en una carretera rural en la costa meridional de Perú, con la ropa destrozada, descalzo, aturdido y con marcas de golpes en el rostro.
Nunca explicó lo ocurrido, aunque sugirió haber experimentado un fenómeno sobrenatural que lo obligó a cambiar de vida.
El cultivo de la tierra y la vida tranquila y hogareña le devolvieron la paz durante cuatro años, hasta que las dificultades que padecen los agricultores peruanos lo devolvieron a la competencia ajedrecística. (FIN/IPS/al/dcl/cr/02