Los trabajadores de China, antes considerados los amos de la sociedad, están muriendo a causa de exceso de trabajo sin que sus demandas sean oídas por los líderes del Partido Comunista, la otrora vanguardia del proletariado.
Wang Yingjun trabajaba 17 horas diarias en tareas de limpieza para la empresa Harbin Railway, encargada del mantenimiento del tren que une a las nororientales ciudades de Harbin y Hegang.
Uno de sus compañeros, Han Lijun, de 23 años, se desmayó de cansancio cuando limpiaba las ventanas del tren en movimiento y murió atrapado en la vía, mientras Cui Hongshun, de 45 años, murió por exceso de trabajo, según los médicos que lo atendieron.
Diecisiete obreros que temían el mismo destino que los primeros pidieron a sus superiores una reducción de la carga de trabajo. La empresa respondió despidiendo a Wang por considerlo el organizador de la protesta.
Sin medios para sobrevivir, ahora Wang sufre el destino de millones de trabajadores chinos que perdieron su empleo por las últimas reformas laborales, que restringen aun más el derecho de sindicalización.
El gobierno del Partido Comunista, el único autorizado, asegura que el desempleo en las zonas urbanas asciende a 3,6 por ciento de la fuerza de trabajo, pero muchos economistas independientes elevan esa proporción a 10 por ciento.
Los trabajadores estatales, que antes tenían seguridad tanto en su empleo como en su retiro y eran llamados los amos de esta nación socialista, afrontan ahora duras condiciones de trabajo e incertidumbre a la hora de jubilarse.
Mientras muchos trabajadores chinos se ven marginados por la reducción de las empresas estatales, otros son castigados por atreverse a protestar por sus condiciones laborales.
Las leyes chinas establecen una semana laboral básica de 44 horas con al menos un día libre, pero las normas son violadas con frecuencia en este sistema híbrido denominado economía socialista de mercado.
La ley laboral es demasiado simple. Establece que los empleados no deben ser sometidos a tareas excesivas, pero no lo que debe hacerse en caso de lesiones o de muerte por demasiado trabajo, dijo el experto Ye Yunhua, del Centro de Ayuda del Instituto de Investigación Legal de la Universidad de Qinghua.
Las muertes por exceso de trabajo (o karoshi, término importado de Japón) rara vez ocupan espacio en los periódicos chinos, controlados por el Estado, pero organizaciones independientes tienen documentados muchísimos casos en Shangai y en el sur de China.
A los abogados y activistas nos gustaría ver mejores leyes para compensar a estos pobres trabajadores y sus familias pero, sobre todo, para que haya seguridad laboral y social, que es más importante, dijo el director ejecutivo del Centro de Recursos de Control de Asia, Apo Leong.
La Organización Internacional del Trabajo calcula que las muertes anuales por accidentes laborales en China son 11,1 por 100.0000 trabajadores. Por ejemplo, en Estados Unidos esa proporción se reduce a 2,1 por 100.000.
Las quejas de los trabajdores chinos contra el gobierno se volvió un asunto interés internacional, en especial luego de que Beijing ratificara la Convención Internacional sobre Derechos Sociales, Económicos y Culturales, que reconoce el derecho a un ambiente de trabajo seguro y saludable.
Los trabajadores chinos comenzaron a entender sus derechos y buscan vías legales para demandar justicia. En los últimos años se ha constatado un aumento en las demandas por asuntos laborales y de los intentos para fundar sindicatos independientes.
Mientras, la Federación Nacional de Sindicatos, sometida al severo control del Partido Comunista, ha sido apenas un espectador de las disputas laborales.
No conocemos a nadie que pueda ayudarnos en nuestra zona. Nuestra única esperanza es obtener el apoyo de Beijing, dijo Wang Yingjun tras ser despedido de Harbin Railway.
Pero sus ilusiones se frustraron rápidamente. Cuando llevó su querella al Ministerio de Trenes en la capital china, sufrió las consecuencias.
Wang volvió a su casa con la promesa de que recobraría su empleo, pero al llegar fue detenido por la policía, golpeado, y obligado a confesar un delito que no había cometido.
Estuvo 23 días detenido hasta que fue liberado cuando un periodista del Diario del Pueblo, el principal periódico de China, comenzó a investigar el caso. Un año después, Wang sigue sin trabajo y al borde de la miseria.
No puedo sustentar a mi esposa, a mi hijo ni a mis padres ancianos. Los representantes del Partido Comunista en Harbin y Beijing son iguales. Todos los dirigentes se defienden unos a otros y no le dan esperanzas a los trabajadores, dijo Wang.
Tanto los conservadores como los reformistas del Partido Comunista responsabilizan al presidente Jiang Zemin por la falta de apoyo a la clase trabajadora.
En los últimos dos años, Jiang dio mayor participación al sector privado esgrimiendo su teoría de los tres representantes.
Según esta doctrina, el Partido Comunista debe defender no sólo al proletariado y a los agricultores, sino también a las fuerzas de producción avanzadas, a la cultura avanzada y a los intereses de todo el pueblo.
Uno de los principales reformistas, Bao Tong, expulsado del Partido Comunista luego de las manifestaciones de 1989 que culminó con la masacre de la plaza Tiananmen, acusó al gobierno de traicionar a los antes sagrados sectores de los trabajadores y los agricultores.
Mientras los ricos se vuelven todopoderosos, ¿quién podrá representar a los desprotegidos?, escribió Bao en un ensayo publicado en el periódico Hong Kong Economic Journal.
¿Cómo harán millones de granjeros para asociarse con la producción avanzada? ¿Cómo harán los desemplados para formar parte de la producción avanzada? ¿Dónde está la esperanza para estas personas?, preguntó. (FIN/IPS/tra-eng/hd/ab/aag/rp/mj/lb/02