La obesidad, tardíamente reconocida como una enfermedad epidémica mundial, refleja un desarrollo insostenible en términos nutricionales y de hábitos personales, en especial en América Latina, según expertos reunidos hasta este martes en Brasilia.
La obesidad y el exceso de peso crecen de forma preocupante en América Latina, principalmente entre los pobres, aseguró a IPS Amelio de Godoy Matos, presidente de la Sociedad Brasileña de Endocrinología y Metabología (SBEM), que realizó desde el sábado su XXV Congreso.
Brasil ya tiene 40 por ciento de sus 170 millones de habitantes con exceso de peso, acercándose al campeón en esa enfermedad, Estados Unidos, con más de la mitad de su población afectada.
La preocupación se debe al vínculo comprobado entre el sobrepeso y las enfermedades degenerativas o mortales, como la diabetes, los ataques cardíacos y accidentes vasculares.
El peso de una persona es excesivo cuando el índice de masa corporal (IMC, la división del peso por la estatura al cuadrado) queda entre 25 y 30. Más de 30 identifica la obesidad.
Los tres factores básicos de la epidemia latinoamericana, la transición nutricional, el sedentarismo de la vida urbana y la escasa información, siguen vigentes y por eso la tendencia se mantiene, explicó Matos.
La evolución social y alimentaria de las últimas décadas aumentó el consumo de alimentos ricos en grasa, como carnes, leche y embutidos, además de dulces y cereales, engordando la población en general, a excepción de la minoría más rica que ya tenía esos productos en su dieta normal.
Junto a eso, la fuerte emigración de habitantes del área rural hacia las ciudades y la introducción de muchos bienes, como automóviles, televisión y computadoras, llevaron a un estilo de vida excesivamente sedentario.
Un estudio británico comprobó que el aumento de la obesidad tiene una relación más directa con el aumento del uso de automóviles y televisión que con la ingestión de grasas, señaló Matos.
Un tercer factor muy importante es la educación. El exceso de peso es inversamente proporcional al grado de educación, y es más frecuente entre la población de menor escolaridad y menos informada, que no coincide necesariamente con los más pobres, destacó el experto.
Además, la obesidad y el sobrepeso todavía tienen entre las mujeres la mayor cantidad de víctimas. En Brasil, por ejemplo, afectan a cerca de 36 por ciento del universo femenino y sólo a 16 por ciento de los hombres, calculó el presidente de la SBEM.
Esa desproporción se mantiene, aunque el fenómeno se ha incrementado más en la población masculina. La obesidad se duplicó entre los hombres de 1975 a 1989, mientras aumentó 75 por ciento entre las mujeres.
Matos añadió que, además de los factores naturales inherentes al sexo, influyen en el problema de la obesidad el papel social asignado a las mujeres, como dueñas de casa y cocineras, en especial en las capas medias o menos favorecidas.
En cambio, entre las mujeres ricas de Brasil la tendencia es de reducción del peso, observó el endocrinólogo.
La obesidad tiene un carácter perverso al afectar exactamente a las personas más discriminadas socialmente, las mujeres pobres y de baja escolaridad, lamentó Sandra Teixeira de Araújo, médica de la Red Nacional Femenista de Salud y Derechos Reproductivos.
También la pobreza y el trabajo en condiciones precarias impide que se alimenten regularmente y de forma racional. Entre esa franja de población, son las mujeres negras, con menos acceso a la educación y a fuentes de ingreso, las que más presentan tendencia al exceso de peso, observó Teixeira.
A eso se añaden las exigencias estéticas, más intensas en relación a la mujer, que llevan al mayor consumo de antidepresivos, anticonceptivos y medicamentos, señaló.
La diabetes, una enfermedad corrosiva, se expande como consecuencia directa del sobrepeso, en especial la del tipo II, que afecta a los adultos y con la cual se puede convivir sin aplicación de insulina.
Proyecciones de la Organización Mundial de la Salud indican que las víctimas de ese tipo de diabetes aumentarán 46 por ciento en 2010, para alcanzar así 221 millones de personas.
Ese aumento será desigual, pues en Estados Unidos y Europa occidental será sólo de entre 23 y 24 por ciento, mientras que en América del Sur crecerá 44 por ciento, en Africa 50 por ciento y en Europa oriental 57 por ciento.
Los estudios en general indican que una reducción del sobrepeso disminuye mucho el riesgo de diabetes, cuya incidencia varía también según los grupos étnicos, siendo más elevada entre los indígenas americanos.
La obesidad se agravó, en buena parte, debido a que hasta hasta hace poco tiempo no era encarada como enfermedad sino un problema de carácter, de falta de voluntad de los gordos. La Asociación Brasileña de Estudios de Obesidad fue creada solo en 1986.
La endocrinología menospreció el problema por largo tiempo, porque los datos apuntaban que menos de tres por ciento de los casos de obesidad se debían a disfunciones de glándulas, es decir a cuestiones hormonales.
Sin embargo, el descubrimiento en 1994 de la leptina, producida por células adiposas, y de la grelina, generada en el estómago, ampliaron el campo y el interés de la endocrinología por el exceso de peso, dijo Matos.
La leptina y la grelina son hormonas que comandan el apetito, indicando al cerebro la necesidad de alimentar el cuerpo. Su identificación abre nuevas perspectivas de tratamiento de la obesidad. (FIN/IPS/mo/dm/he/02