INDIA: Temor a nuevos disturbios tras ataque a templo hindú

El gobierno de India teme una nueva ola de enfrentamientos religiosos tras el ataque a un templo hindú en el occidental estado de Gujarat, que dejó al menos 31 muertos y 100 heridos.

Comandos militares irrumpieron este miércoles en el templo de Swaminarayan y mataron a los dos radicales islámicos que 12 horas antes habían disparado allí contra numerosos fieles hindúes mientras rezaban, en una operación que Nueva Delhi consideró exitosa.

Sin embargo, el gobierno central teme que el atentado desencadene una nueva ronda de violencia comunal en Gujarat y, como medida cautelar, envió una brigada de 3.000 soldados a ese estado, donde 2.000 musulmanes fueron asesinados este año en la peor ola de violencia comunal registrada en India en una década.

Durante el sitio del templo, fuentes policiales dijeron que los extremistas podrían tener hasta 50 rehenes, pero luego se comprobó que los fieles sobrevivientes al ataque se habían escondido en distintas áreas del edificio, que tiene 10 pisos.

Pese a la gran cantidad de víctimas, el viceprimer ministro Lal Krishna Advani consideró que la operación militar fue ”un éxito” y ”una señal de que India está ganando su guerra contra el terrorismo”.

Advani, quien también es ministro del Interior, viajó el martes a Gandhinagar, la capital de Gujarat, para supervisar la operación.

Mientras, el primer ministro Atal Bihari Vajpayee interrumpió una visita a Maldivas para viajar al sitio del atentado.

Según testigos oculares, los extremistas armados con rifles Kalashnikov y granadas entraron con aire despreocupado al templo, situado en el corazón de Gandhinagar, a dos kilómetros de la sede del gobierno estadual.

Los sacerdotes, alertados por el ruido de los disparos, evitaron una tragedia mayor al cerrar rápidamente los macizos portones del templo principal, situado en un complejo de 16 hectáreas.

Aunque las balas penetraron los gruesos portones de madera e hirieron a muchas personas en el interior, finalmente los atacantes quedaron confinados en una pequeña sala de plegarias, donde resistieron hasta el fin.

El brigadier Raj Sitapathy, que dirigió la operación militar, sugirió que los militantes pertenecían a un grupo radical islámico llamado Tehrik-e-Kasas (Movimiento para la Venganza) y señaló informes de que los militantes tenían anotaciones en urdu, la lengua que hablan los musulmanes en Asia meridional.

Luego, el canciller Yashwant Sinha dijo que los atacantes fueron identificados como ciudadanos pakistaníes, pertenecientes a los grupos extremistas Jaish-e-Mohammed (Ejército de Mahoma) o Lashkar-e-Toiba (Soldados de Dios).

Algunos observadores sugirieron que el ataque fue una represalia por la sangrienta persecución contra la comunidad musulmana registrada en Gujarat entre febrero y mayo de este año, que dejó cerca de 2.000 muertos y 150.000 desplazados.

Esa persecución se considera a su vez una venganza por el incendio intencional el 27 de febrero pasado de un tren que transportaba a cientos de peregrinos hindúes, 59 de los cuales murieron en el atentado.

Advani, considerado uno de los miembros más radicales del Bharatiya Janata Party (BJP) —el partido hinduista y nacionalista que encabeza la coalición de gobierno nacional—, culpó al vecino y rival Pakistán por el ataque.

El viceprimer ministro enmarcó el atentado en una ”guerra por poder” que libra Islamabad para lograr la posesión de Cachemira, el único estado indio de mayoría musulmana, aunque Islamabad negó toda responsabilidad por el ataque.

Cachemira fue causa de tres guerras entre India y Pakistán desde 1947 y es motivo de frecuentes escaramuzas en la frontera. Nueva Delhi acusa a Islamabad de patrocinar a los grupos radicales islámicos que luchan por la separación del estado, pero el gobierno pakistaní sostiene que sólo les brinda ”apoyo moral”.

Este miércoles, la cancillería de Pakistán condenó el ataque al templo hindú y declaró que ”tales atentados no promueven ninguna causa y están dirigidos a incrementar la tensión en la región”.

Según funcionarios de Nueva Delhi, Islamabad está decidido a frustrar las elecciones parlamentarias en curso en la disputada Cachemira, donde el martes se celebró la segunda fase de los comicios.

El presidente pakistaní, Pervez Musharraf, consideró a esas elecciones estaduales ”una farsa” y ”un nuevo intento por disfrazar de legitimidad la ocupación ilegítima de Cachemira por India”.

Grupos radicales islámicos establecidos en Pakistán prometieron frustrar los comicios y amenazaron con matar a candidatos y votantes para desalentar la participación. En parte, ya cumplieron sus amenazas.

Sin embargo, 47 por ciento de los votantes habilitados concurrieron a las urnas en la primera fase, el día 16, y 42 por ciento en la segunda, el martes.

Según Advani, el atentado de Gandhinagar fue resultado directo del éxito hasta ahora de las elecciones en Cachemira y de la ”incitación” de Musharraf a grupos militantes mediante su mención ”innecesaria” de la persecución de musulmanes en Gujarat en su discurso ante la Asamblea General de la ONU.

En ese discurso, el 12 de este mes, Musharraf había exigido justicia para ”los 2.000 musulmanes inocentes masacrados en Gujarat, con la complicidad de los gobernantes del BJP”.

La declaración hizo referencia a acusaciones de organizaciones independientes de derechos humanos de que Nueva Delhi y el gobierno estadual de Gujarat no hicieron nada por detener la violencia, e incluso la alentaron. (FIN/IPS/rd/mlm/ip-cr/02

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