El gobierno de Estados Unidos confía en que el derrocamiento del presidente de Iraq, Saddam Hussein, derive en un florecimiento de la democracia en todo el mundo árabe, un pronóstico que es cuestionado incluso desde la derecha.
Tal concepto sería entendible como la fantasía de algunos israelíes ante el trauma de la insurgencia palestina, pero en Washington equivale a cruzar la línea entre neoconservadurismo y neolocura, dijo el experto en Medio Oriente del conservador Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales Anthony Cordesman.
El vicepresidente Dick Cheney y la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, adhirieron a la idea de que el desalojo de Saddam Hussein del gobierno iraquí a través de una guerra apuntalaría la democracia en todo el mundo árabe.
Los soldados estadounidenses deberían ser considerados libertadores cuando invadan Iraq, dijo Rice la semana pasada al diario británico Financial Times. La funcionaria también afirmó que el gobierno de George W. Bush está dedicado a la democratización (…) en el mundo musulmán.
La idea apela a los instintos más idealistas del público estadounidense, y opera como una suerte de contrapeso al argumento inicial para una guerra contra Iraq: que Saddam Hussein disponía de armas de destrucción masiva y también de la intención de emplearlas contra Estados Unidos.
Otro argumento, más siniestro y aun más difícil de demostrar, era que Saddam Hussein era el titiritero detrás del líder radical islámico Osama bin Laden y de la organización Al Qaeda, a los que se atribuyen los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington.
La línea de acción del gobierno de Bush parece haber sido trazada por los denominados neoconservadores, a quienes se atribuyen vínculos con el gobernador partido derechista israelí Likud, muchos de los cuales actúan en el centro académico American Enterprise Institute (AEI).
Los expertos de AEI proponen ampliar la guerra contra el terrorismo más allá de Afganistán, donde se registró la respuesta militar inmediata a los ataques del 11 de septiembre, a Iraq, Irán, Siria, Líbano, la Autoridad Nacional Palestina e incluso a Arabia Saudita, aliada tradicional de Washington.
Entre los académicos de AEI figuran el presidente de la Junta de Políticas de Defensa del Departamento de Defensa (Pentágono), Richard Perle, la experta en educación Lynne Cheney, esposa del vicepresidente, y el ex presidente republicano de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich.
Si Saddam Hussein cae mediante una abrumadora demostración de fuerza militar, todas las autocracias que dominan el mundo árabe y que se han resistido a las reformas democráticas y a la paz con Israel colapsarán como consecuencia de la presión popular, según los neoconservadores.
Además, se originará un efecto dominó que llevará la democracia a Irán hacia el este y a Africa septentrional hacia el oeste, agregan.
Creo que atacar Iraq es como remover un ladrillo que sostiene muchos otros ladrillos. Sacudiría la estructura, dijo ante legisladores estadounidenses, en respaldo de la teoría neoconservadora, el ex primer ministro de Israel Binyamin Netanyahu, dirigente del Likud.
Irán está preparada para otra revolución, 23 años después del triunfo de la Islámica aún en el poder, agregó Netanyahu, frecuente orador en actos académicos de AEI.
La visión de Irán como blanco de una operación estadounidense, aunque sea encubierta, es compartida por el experto en Relaciones Internacionales y Filosofía Política de AEI, Michael Ledeen, ex asesor en materia del terrorismo del ex presidente Ronald Reagan (1981-1989), salpicado por el escándalo Irán-Contras.
Algunas protestas registradas en los últimos meses en Irán llevaron a Ledeen a afirmar que ése es un país propicio para una revolución proestadounidense, e incluso sugirió que ese país podría preceder a Iraq como objetivo militar, quizá de acciones encubiertas.
Con un triunfo en Irán, la revolución democrática ganaría rápidamente aliados en Siria y en Iraq, lo que transformaría nuestra guerra contra Saddam Hussein en una guerra de liberación nacional contra un régimen odiado, escribió Ledeen.
Esta guerra no puede limitarse a un teatro nacional. Afrontamos un desafío regional y debemos responder de manera adecuada, advirtió Ledeen, fundador de otra organización neoconservadora, el Instituto Judío para la Seguridad Nacional.
Somos el único país verdaderamente revolucionario en la Tierra. Esa es la razón por la cual nos atacaron y también la razón por la cual transformaremos con éxito la vida de millones de personas en todo Medio Oriente, agregó.
Pero la fuerza es el único lenguaje entendible por el mundo musulmán, según otro experto de AEI, el ex funcionario de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Reuel Marc Gerecht.
Cuanto más duro se pone (el primer ministro israelí Ariel) Sharon, más se fortalece la imagen de Estados Unidos en Medio Oriente, dijo Gerecht.
Pero estas ideas son cuestionadas aun en ámbitos conservadores, por ejemplo en la revista New Republic.
Hay algo de hipocresía en la creencia en la democratización (árabe) cuando es expuesta por quienes también creen en el 'choque entre civilizaciones', indicó New Republic. El historiador que acuñó el concepto choque de civilizaciones, Samuel P. Huntington, es uno de los asesores académicos de AEI.
Los creyentes en el choque entre civilizaciones habían insistido hace pocos meses que la cultura de algunas regiones del mundo, en particular las de mayoría islámica, torna imposible la libertad, indicó la revista.
Cordesman, por su parte, agregó que quienes esgrimen la democratización en Medio Oriente como argumento para la guerra contra Iraq y, al mismo tiempo, atacan a las sociedades árabes y musulmanes amenazan con convertir 'democratización' en una mala palabra para los supuestos beneficiados. (FIN/IPS/tra- eng/jl/mj/ml/ip/02