Los escándalos sexuales que sacuden a la Iglesia Católica alcanzaron esta semana a Argentina con la dimisión del arzobispo de la oriental provincia de Santa Fe, Edgardo Storni, acusado de cometer abusos contra menores.
La renuncia de Storni fue recibida con alivio y críticas por la comunidad católica, mayoritaria en este país, donde algunas voces aseguran que la jerarquía eclesiástica protegió durante años sus debilidades, que eran un secreto a voces.
Si bien la dimisión de Storni se conoció el miércoles en Santa Fe, el arzobispo renunció el sábado en el Vaticano ante el papa Juan Pablo II. El próximo miércoles deberá prestar declaración ante la justicia.
Las reacciones no se hicieron esperar. Quienes denunciaron a Storni se refirieron al caso con más libertad, e incluso algunos feligreses reclamaron que el prelado vaya a la cárcel.
Pablo Ordano tenía 14 años y era alumno del seminario santafecino dirigido por Storni, el día que abrió la puerta de la habitación del sacerdote y lo encontró acostado con otro religioso al que besaba y abrazaba.
Ordano, ahora de 37 años, dijo este jueves desde Chile, donde vive, que la experiencia lo conmocionó. Aunque anteriormente había relatado con temor algunos detalles de la vida privada de Storni, esta vez fue más categórico.
Los sacerdotes no hicieron nada por ocultar lo que estaban haciendo. Actuaron sin ningún pudor, con mucha naturalidad, dijo. Con el tiempo, escuchó muchos testimonios parecidos, añadió Ordano.
El ex seminarista calificó de cínica y de un orgullo increíble, la carta de renuncia donde Storni afirmó haber tomado la decisión contra el consejo de muchos.
En esa carta, el religioso recomendó no hacer interpretaciones torcidas sobre su decisión y agregó que de ninguna manera significa que acepte acusaciones o reconozca culpas.
Algunas de las presuntas víctimas de Storni prefirieron guardar sus testimonios para presentarlos ante la justicia.
En cambio, los sacerdotes Severino Montes y José Guntern, de Santa Fe, manifestaron su satisfacción por la renuncia.
Montes confirmó que había enviado una carta a Storni en 1994, en la que le informaba haber recibido noticias de su enfermedad, le advertía que una enfermedad no es pecado y le recomendaba alejarse antes de que el problema se agravara.
Montes aclaró que por enfermedad debe entenderse homosexualidad, tal como explicó al juez que investiga el caso, ante el cual han desfilado seminaristas, ex seminaristas, religiosos y laicos.
Si esa homosexualidad era ejercida además con menores, entonces el problema se agrava, subrayó el sacerdote.
Guntern también advirtió por escrito al arzobispo que conocía sus deslices con los seminaristas y le recomendó apartarse del ejercicio religioso.
Según su propia denuncia, cuando la carta se hizo pública hace unas semanas, Guntern, de 82 años, fue sacado de su casa por un grupo de vicarios de la sede del arzobispado y obligado a firmar una retractación bajo amenaza de muerte.
El hecho provocó una manifestación espontánea de respaldo de sus feligreses y es investigado en forma separada en un tribunal de Santa Fe como privación ilegítima de la libertad, coacción y falsedad ideológica.
Pero la retractación, supuestamente forzada, fue llevada por Storni al Vaticano, donde la esgrimió como descargo a las acusaciones en su contra.
Si fuera un laico sería un degenerado, pero como es cura (sacerdote) la iglesia lo protege, dijo este jueves una oyente a la radioemisora Mitre, que abrió sus micrófonos a la audiencia para comentar la forma de la renuncia, efectuada en el Vaticano, adonde Storni partió hace varias semanas con motivo de la visita anual de obispos.
Si eligió vivir como un hombre, entonces que vaya a la cárcel como un hombre, opinó otro oyente, que se definió como católico.
Las acusaciones sobre Storni, hasta ahora la máxima autoridad católica de la segunda mayor ciudad argentina, datan de 1994. Pero estallaron públicamente en agosto, con la publicación del libro Nuestra Santa Madre de la periodista Olga Wornat.
Un capítulo del libro se refiere a los supuestos abusos de Storni y relata la investigación que llevó a cabo en 1994 el arzobispo de Mendoza, José Arancibia —ordenada por el Vaticano— en la que fueron interrogados medio centenar de seminaristas y religiosos.
Con el envío del sumario a la santa sede, el caso pareció quedar sepultado.
Storni, blanco de críticas por administrar en forma autoritaria su diócesis, fue nombrado arzobispo en 1984 en reemplazo de Vicente Zazpe, un hombre de gran arraigo local y defensor de los derechos humanos.
Según Wornat, el Vaticano indujo la renuncia de Storni, pese a que en su carta sostiene que adoptó la decisión de manera libre y espontánea.
Este año, la Iglesia Católica se vio conmovida por una eclosión de denuncias de paidofilia centradas en Estados Unidos, aunque también se registraron casos en México y en varios países europeos.
En abril, una reunión especial de cardenales convocada especialmente por Juan Pablo II resolvió aplicar la tolerancia cero a los religiosos involucrados y pidió perdón a la comunidad católica por todo el dolor provocado. (FIN/IPS/mv/dcl/cr/02