El gobierno de Arabia Saudita inició tras los atentados de septiembre de 2001 en Estados Unidos un tímido proceso de reformas políticas y religiosas, sometido a las presiones contrapuestas de dos de los principales respaldos del trono: Washington y los conservadores clérigos musulmanes.
La corona afronta su mayor desafío desde que la fundación del reino saudita hace siete decenios, pero la tarea se torna difícil sin reducir la influencia del wahabismo, rama del Islam que practica la propia familia real y, según Estados Unidos, los suicidas que perpetraron el ataque del 11 de septiembre.
El gobierno del país en cuyo territorio surgió el Islam hace 14 siglos procura reducir el extremismo religioso sin enfrentarse con la comunidad wahabita, rama del Islam a la que pertenecen 100 de los 1.000 millones de musulmanes.
El dirigente saudita Osama bin Laden, a quien Estados Unidos atribuye la autoría intelectual de los ataques que ocasionaron 3.000 muertes, es wahabita, al igual que los 19 suicidas que secuestraron los aviones utilizados para cometer los atentados. Quince de ellos eran sauditas.
Las reformas promovidas por la corona entraron en colisión con numerosos clérigos y con una nueva generación que parece dispuesta a restaurar la austera doctrina del Islam wahabita, que predica la interpretación literal del Corán y la instalación en la península Arábiga de un Estado conforme a sus principios.
En el marco de las reformas, las autoridades ordenaron la detención de cientos de militantes de Al Qaeda, la red radical islámica que lidera Bin Laden, y aprobaron leyes contra el lavado de dinero.
Al mismo tiempo, el príncipe heredero y regente de la corona, Abdulá bin Abdul Aziz Al Saud, exigió públicamente a los clérigos musulmanes que diluyeran el tono antioccidental de su prédica y que condenaran los ataques de septiembre pasado.
Por su parte, el Ministerio de Asuntos Islámicos prohibió a los clérigos declarar la jihad (guerra santa), para lo que argumentó que se trata de una potestad exclusiva de la corona.
La máxima autoridad religiosa del reino, el jeque Abdul Aziz Al Sheikh, solicitó a los educadores que mantuvieran a los jóvenes sauditas fuera de la militancia radical y aseguró que el Islam predica la moderación y la paz.
El gobierno está alarmado por informes según los cuales 95 por ciento de los jóvenes instruidos de Arabia Saudita simpatizan con Bin Laden, pero no quiere que las reformas políticas ya emprendidas parezcan obedecer a la presión estadounidense, lo cual limita su alcance.
El imán (máxima autoridad) de la Gran Mezquita de La Meca equiparó los intentos de reforma con alta traición y extrema locura.
Otros clérigos emiten fatwas (decretos religiosos) en que acusan a Estados Unidos y a Gran Bretaña de atacar a los musulmanes en Afganistán y de desproteger a la población palestina ante las agresiones de israel, al tiempo que manifiestan su oposición a una operación militar contra Iraq.
Existe una tensa calma entre los gobernantes de línea dura religiosa —como los príncipes Sultán bin Abdul Aziz Al Saud, ministro de Defensa, y Nayef bin Abdul Aziz Al Saud, del Interior— y los moderados, como el príncipe Abdulá.
Esa tensión podría detonar cuando deba dirimirse la sucesión del anciano y enfermo rey Fahd bin Abdul Aziz Al Saud.
El wahabismo fue fundado por Mohammed bin Abdul Wahab (1703- 1792), un reformador de la corriente sunnita quien predicó una doctrina basada sobre la austeridad y la estricta observancia de los deberes religiosos, en el entendido de que, por ese entonces, los fieles se habían desviado del camino.
Esta corriente recibió en 1745 la adhesión de Mohammed Ibn Saud, fundador de la dinastía Al Saud, que hoy detenta la corona de Arabia Saudita. Mientras, en un acuerdo con la familia real, los descendientes de Wahab, la familia Al Sheikh, controla aún hoy las instituciones religiosas.
La tradición se consolidó en la esfera social, política y económica tras la unificación del reino en 1932, con el fallecido rey Abdul Aziz Al Saud a la cabeza, luego de una prolongada guerra territorial en que el monarca contó con la ayuda de combatientes wahabitas.
Hoy, los hijos de Abdul Aziz, el rey Fahd y el príncipe Abdulá, ensayan reformas inconcebibles hace apenas un año y que responden tanto a la presión de Estados Unidos luego de los ataques como a la percepción de que su poder está en peligro por la actividad de radicales religiosos.
La corona saudita obtiene su legitimidad de la prédica wahabita y no quiere complacer a nadie a costa de sus principios, explicó el periodista Ghassan Al Jashi, columnista del diario Al Ittihad, de Emiratos Arabes Unidos.
El gobierno tiene flexibilidad suficiente para alcanzar un acuerdo con ciudadanos y con las autoridades religiosas, pero debe cuidarse de los nuevos militantes musulmanes, que combinan la doctrina wahabita con el sentimiento antiestadounidense que se desató luego de la Revolución Islámica de Irán en 1979, agregó.
La influencia del wahabismo no se redujo, advirtió, por su parte, el investigador Ahmed Khafafi, del grupo editorial Dar Al Khaleej. La actual crisis indica que no lograron el máximo potencial para su mezcla de política y religión, pero podrían alcanzarlo en el futuro, explicó.
En muchos sentidos, el wahabismo podría ser percibido por sus seguidores como la única rama del Islam que resiste contra el dominio de Occidente.
Mientras, las autoridades permitieron que los disidentes políticos, antes reprimidos, se expresaran a través de los medios de comunicación, e incluso lograron reunirse con funcionarios del gobierno.
La oposición advierte que el extremismo se agudizará si no se respetan los derechos humanos, en especial la libertad de expresión. Pero también proponen la retirada de las tropas estadounidenses, pues consideran humillante que los sitios sagrados del Islam estén protegidos por soldados occidentales.
Muchos musulmanes, en Arabia Saudita y fuera del reino, cuestionan el apego a las normas religiosas de quienes atacaron Estados Unidos el año pasado, pero muchos otros afirman que Washington alentó la operación suicida al respaldar a Israel en sus agresiones contra Palestina.
El columnista del sitio en Internet indio Tehelka.com, Shaadaab Bakth, de Emiratos Arabes Unidos, cree que Estados Unidos es el culpable del ataque contra su propio territorio.
Cuando veo lo que Estados Unidos hizo en Afganistán y no hizo en Palestina desde el ataque (de septiembre pasado), creo que (la operación) fue buena, dijo Bakth.
Arabia Saudita vive una crisis que tocó casi todo aspecto del reino: la religión, la economía, la política, la autoridad y la legitimidad, dijo el periodista Jashi.
Una crisis de esta dimensión es lo peor que puede concebirse, y debe ser manejada en tres frentes: Estados Unidos, el mundo árabe y la población local, afirmo Al Jashi. (FIN/IPS/tra- eng/nj/js/mj/ip cr/02