AMBIENTE: Mesoamérica se queda sin árboles

Las comunidades campesinas pobres serán las más dañadas por la ausencia de bosques, que son devorados a un ritmo de 44 hectáreas por hora en Mesoamérica, región comprendida por América Central y los estados meridionales de México, advirtieron expertos.

De hecho, la deforestación ya afecta a la población mesoamericana, 34 millones de personas que llegarán a 45 millones en diez años.

La mayor parte de esos nuevos ciudadanos habitará en zonas rurales empobrecidas, donde la necesidad empuja a cortar árboles para sobrevivir, agravando la vulnerabilidad ambiental.

Las tierras de Tiburcio Hernández —un campesino de 45 años residente en la septentrional comunidad de Caliguate, Nicaragua- no producen nada desde 1998 por la sequía, agravada por la tala de árboles.

Hernández dijo a Tierramérica que los suelos quedaron debilitados después del paso del huracán Mitch, que provocó en 1998 la muerte de 10 mil personas y pérdidas económicas por 5 mil millones de dólares en América Central.

Desde entonces, Hernández no tuvo otra alternativa que sembrar yuca, una variedad de mandioca. Los pobladores de la zona ”le deben la vida a organismos no gubernamentales que respondieron en auxilio de las familias que casi mueren de hambre”, sostuvo.

Otra nicaragüense, María Amparo Sánchez, del septentrional departamento de Nueva Segovia, también relató a Tierramérica sus padecimientos por la infertilidad de la tierra.

Sánchez y sus vecinos de la comunidad de Santa María no obtienen cosechas de granos desde hace cuatro años, y se ven obligados a subsistir con mangos y harina del árbol de guapinol.

Miles de familias de la región se encuentran en esta situación, derivada de la deforestación que multiplica el efecto de los desastres naturales y profundiza la erosión de los suelos, sostienen expertos.

Los incendios, la tala ilegal y la explotación irracional de la naturaleza provocan una reducción de 400 mil hectáreas de bosques por año, y si la tendencia no se revierte, en 2015 éstos habrán desaparecido, según investigaciones del Corredor Biológico Mesoamericano (CBM), una iniciativa para restaurar la valiosa cadena boscosa de la región.

”La situación es francamente grave”, dijo a Tierramérica el ingeniero forestal costarricense José Joaquín Campos, uno de los expertos latinoamericanos más respetados en la materia.

La principal causa del fenómeno es cultural, sostuvo Campos, quien trabaja para el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza.

”No hemos dado al bosque el valor económico que tiene. Debemos entender que cada árbol brinda a la sociedad servicios ambientales que tienen un costo”, apuntó.

Según estimaciones independientes, la mitad de los árboles que se cortan en América Central corresponden a tala ilegal.

La desaparición de bosques es también pérdida de diversidad biológica. Aunque constituye apenas 0,5 por ciento de las tierras no sumergidas, Mesoamérica posee 7 por cierto de la biodiversidad del mundo.

En países como Honduras, donde la tala consume 80.000 hectáreas de bosques al año, algunos elementos agravan aún más el panorama, aseveró a Tierramérica el especialista hondureño Rigoberto Sandoval.

Por ejemplo, la ausencia de un ordenamiento territorial que permita conocer las formas de tenencia de la tierra, y la débil estructura institucional, incapaz de dar respuesta a las necesidades del bosque.

Sin embargo, hay iniciativas en marcha para revertir el fenómeno, aunque el cambio cultural tomará años, coinciden ecologistas y científicos.

”Los esfuerzos por valorar el bosque ayudarán a detener las altas tasas de deforestación”, aseguró a Tierramérica Mauricio Castro, secretario ejecutivo de la regional Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo.

Para frenar la pérdida de bosques se necesita que los países adopten decisiones políticas y económicas y un programa de educación, sostuvo Castro.

”En los tres temas estamos avanzando, ya los países reconocen que deben trabajar armonizados pues nuestros bosques representan una continuidad de la naturaleza”, añadió.

Para algunos ambientalistas estos esfuerzos no alcanzan.

Pero en Costa Rica, Guatemala y Panamá hay iniciativas novedosas. Una de ellas es el sistema de pago por servicios ambientales implementado en Costa Rica, cuyo Estado paga a los propietarios privados de bosques a cambio de que los conserven.

”Soy un defensor de este esquema pues creo que sí funciona”, aseveró a Tierramérica Juan Figuerola, ecologista del Grupo de Bosques de la Federación Costarricense para la Conservación del Ambiente.

La remuneración por servicios ambientales funciona en tres modalidades: por reforestación, por manejo sustentable de bosques o plantaciones forestales y por protección de bosques.

En cada categoría, los propietarios de tierras reciben una suma determinada de dólares por hectárea, si se comprometen a reforestar, a extraer madera de manera planificada y racional o a proteger los bosques por periodos de cinco a 15 años.

Con todo, esta política debe perfeccionarse y hay que eliminar la segunda modalidad, ya que pagar por extraer madera es un subsidio a la tala, advirtió Figuerola, coincidiendo con muchos grupos ambientalistas.

El principal paso hacia la recuperación del bosque, a juicio de los expertos, es que la cuestión está entre las prioridades políticas y de la sociedad civil de la región.

* Publicado originalmente el 3 de agosto en la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. Colaboraron para este artículo Nohelia González/Nicaragua, y Thelma Mejía/Honduras (FIN/Tierramérica/nms/dcl/en/02

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