Dos decisiones del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, tomadas en los últimos 10 días, dieron argumentos a quienes acusan a Washington de desestabilizar la situación internacional con políticas irresponsables.
Bush amenazó con vetar en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) las misiones de mantenimiento de la paz del foro mundial, si no se garantiza a las tropas desplegadas inmunidad ante la nueva Corte Penal Internacional (CPI), que puede juzgar a acusados de genocidio y crímenes contra la humanidad.
Así mismo, la semana pasada condicionó la creación de un estado palestino a una serie de reformas políticas y cambios de la política económica de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), incluyendo el alejamiento de su actual presidente, Yasser Arafat.
Según los críticos, el planteo de Washington ante el Consejo de Seguridad pone en peligro la estabilidad en zonas muy conflictivas, entre ellas Bosnia-Herzegovina y el sur de Líbano, además de profundizar una ofensiva contra el propio concepto de ley internacional.
Esa ofensiva incluyó antes el apartamiento unilateral del Tratado contra Misiles Balísticos, firmado en 1972 y eje desde entonces de las negociaciones de desarme nuclear, así como sendas negativas a ratificar el Estatuto de Roma, que creó la CPI, y el Protocolo de Kyoto contra el recalentamiento del planeta.
El orden mundial depende de que la mayoría de los gobiernos se guíen en forma voluntaria por normas compartidas, afirmó el director de la organización no gubernamental humanitaria Human Rights Watch, Kenneth Roth, en un artículo publicado el lunes por el diario estadounidense Financial Times.
Pretender que Estados Unidos esté exento de acatar esas normas socava el orden, y conduce a un mundo más violento e inhumano, advirtió.
Expertos en Medio Oriente señalan que las exigencias a la ANP son poco realistas y creen casi seguro que aumentarán la inestabilidad y la violencia en esa región, en especial porque no se acompañaron de presión comparable sobre Israel para que se retire de territorios palestinos reocupados en los últimos meses.
Eso refuerza la percepción árabe y palestina de respaldo estadounidense a la ofensiva israelí, y es muy probable que fortalezca posiciones radicales, mientras que la demanda del retiro de Arafat será contraproducente en la medida en que lleve a muchos palestinos a respaldarlo contra una agresión externa.
Especialistas destacan que la actual posición de Bush sobre el conflicto de israelíes y palestinos implica el mayor cambio de la política estadounidense ante esa cuestión en más de 10 años, pero se anunció sin consultas previas con tradicionales y firmes aliados árabes de Washington.
Bush tampoco buscó coordinar su planteo con los otros tres integrantes del nuevo grupo creado para mediar entre palestinos e israelíes: la Unión Europea (UE), Rusia y el secretario general de la ONU, Kofi Annan.
Ha pasado más de una semana desde que Bush lanzó sus demandas a la ANP, y funcionarios de Washington admiten que aún carecen de un plan para avanzar hacia los objetivos presidenciales, en especial porque suspendieron el contacto con Arafat, y es posible que se interrumpa pronto la asistencia a la autoridad palestina.
La posición asumida por Bush es sólo una excusa para que Estados Unidos no se involucre en el proceso de paz, sostuvo el columnista Nahum Barnea en el diario israelí Yediot Ahronot.
Al frenar la iniciativa por una conferencia de paz para Medio Oriente, e insistir en que Arafat debe retirarse para que comencemos a negociar, Bush nos desvincula de la región y vuelve a su fallida política previa de mirar hacia otro lado, opinó el columnista Nicholas Kristoff, del diario estadounidense The New York Times.
Esa política fue un catastrófico error que ayudó a crear el actual desastre.
En el país y en el resto del mundo aumenta la percepción de que Washington se aparta cada vez más de un sistema internacional que domina con un poder sin precedentes, aun mientras continúa, con medios exclusivamente militares, su campaña internacional contra el terrorismo.
La paradoja es que necesitamos cada vez más cooperación, y el país más poderoso trabaja en la dirección contraria. No habrá estabilidad en el mundo sin Estados Unidos, aseveró en un seminario el embajador sueco ante la ONU, Pierre Schori.
Esa actitud fue puesta en evidencia por el desempeño estadounidense en Afganistán, una vez concluida la ofensiva militar que encabezó como primera fase de su campaña antiterroista, tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
Bush se negó en forma tajante al despliegue de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad fuera de los límites de Kabul, pese a pedidos de la UE y de los propios gobernantes afganos que respalda tras precipitar la derrota del movimiento Talibán, fundamentalista islámico.
El resultado ha sido la división del resto de Afganistán en territorios controlados por los mismos señores de la guerra que antes crearon las condiciones para el ascenso del Talibán, a los cuales Washington llama ahora líderes regionales.
Neoconservadores estadounidenses que aplaudieron el unilateralismo de Bush en la campaña afgana temen ahora que Washington dé la espalda al gobierno transitorio instalado en Kabul, pese a las promesas de asistencia para la reconstrucción afgana formuladas hace menos de tres meses.
En esa cuestión, la brecha entre la retórica y la realidad es una vergüenza para Estados Unidos, como ocurre en demasiados otros asuntos de política exterior, sostuvo el mes pasado en un editorial el diario estadounidense The Washington Post.
El presidente estadounidense sostuvo que es posible lograr en tres años que un Estado palestino democrático e independiente conviva en paz con Israel, pero carece por completo de planes y preparativos para lograr eso.
Bush enfatiza a menudo su decisión de derrocar al presidente iraquí, Saddam Hussein, pero ha fracasado en forma abyecta en sus intentos de convencer a alguien, por ejemplo en las Fuerzas Armadas estadounidenses, de que tiene alguna idea sobre lo que debería hacer al día siguiente, para evitar que una guerra civil desintegre a Iraq.
Parece pensar que tiene sentido derribar gobiernos y dejar luego el asunto en manos de los nativos, comentó el experto Pierre Hassner, del francés Centro de Estudios e Investigación Internacional.
Ese tipo de conducta es típica de un imperio, no de una potencia hegemónica moderada, que trata de equilibrar sus propios intereses y los de la alianza que encabeza, opinó. (FIN/IPS/tra- eng/jl/mp/ip/02