El riesgo de guerra entre India y Pakistán permanece vigente, porque ambos gobiernos mantienen sus tropas en alerta en la frontera común y sus discursos belicistas.
Dos semanas después que el presidente pakistaní Pervez Musharraf y el primer ministro indio Atal Bihari Vajpayee aceptaran ante mediadores de Estados Unidos reducir la hostilidad mutua, ambos mandatarios continúan con sus discursos patrioteros, cargados de amenazas nucleares.
Vajpayee declaró el fin de semana a un periódico de derecha en lengua hindi que su gobierno no descarta la guerra como opción, mientras Musharraf afirmó que el equilibrio estratégico en Asia meridional y el arsenal convencional y nuclear de Pakistán impidieron una agresión de India.
Por otra parte, India redujo su alerta militar, retiró algunos buques de guerra y eliminó restricciones de vuelo para los aviones pakistaníes, luego de que Pakistán tomara medidas para detener la infiltración de combatientes en el disputado estado indio de Cachemira, de mayoría musulmana.
El ministro de Defensa, George Fernandes, declaró que las tropas acumuladas en la frontera podrían ser retiradas si no se producen nuevas infiltraciones en uno o dos meses, pero la mayoría de los 700.000 soldados desplegados por India desde diciembre y los 300.000 desplegados por Pakistán permanecen en el límite común.
Si ocurriera un nuevo hecho desencadenante, como un ataque terrorista, estallaría instantáneamente un conflicto.
Vajpayee dijo que India y Pakistán estuvieron muy cerca de enfrentarse y que sólo se evitó una guerra nuclear por las garantías que ofreció Islamabad para detener las infiltraciones transfronterizas.
Así mismo, el primer ministro aseguró que India obtuvo una importante victoria sobre Pakistán sin ir a la guerra y que la nación tiene motivos para estar satisfecha con este éxito diplomático.
India triunfó porque estaba lista para la guerra y preparada para un conflicto nuclear, según Vajpayee.
Por otro lado, Musharraf sostuvo que la capacidad nuclear de su país se impuso sobre la vacilación, frustración e incapacidad de India para atacar a Pakistán en una guerra limitada.
No fue coincidencia que Musharraf realizara esas declaraciones en una cena en honor de científicos e ingenieros nucleares pakistaníes.
Nueva Delhi consideró esas declaraciones una manifestación de la irresponsabilidad de Pakistán… y su hostilidad directa hacia India, así como de la continua invención de teorías apocalípticas para justificar su uso del chantaje nuclear.
Pero en India hay señales igualmente belicosas, por ejemplo el nombramiento del ingeniero Abdul Kalam, arquitecto del programa nuclear y misilístico indio, como principal candidato a presidente.
La candidatura de Kalam fue promovida por el Bharatiya Janata Party (BJP), el partido hinduista y nacionalista que encabeza la coalición de gobierno, y respaldada por la mayoría de los partidos opositores.
La promoción del musulmán Kalam por el BJP está destinada a fomentar el sentimiento antipakistaní y a la vez protegerse de las críticas por las persecuciones y matanzas este año contra la minoría islámica en el estado de Gujarat, que dejaron al menos 1.000 muertos y 100.000 desplazados.
Tanto India como Pakistán deforman la realidad en su interpretación de la crisis militar que casi los llevó a su cuarta guerra en 55 años, esta vez con armas nucleares.
El argumento de que India logró romper el bloqueo mental de la contención nuclear es, al menos, temerario.
Si bien Pakistán cedió al aceptar poner un fin permanente y verificable a las infiltraciones de combatientes islámicos a través de la frontera con Cachemira, no fue bajo presión de India, sino de Estados Unidos.
A cambio, India debió aceptar una excepcional cooperación militar con Estados Unidos, incluso posibles operaciones conjuntas contra elementos de la organización terrorista Al Qaeda que se internen en Cachemira, aunque Islamabad niega tales infiltraciones.
India supone que Washington está a su favor y que, al acordar la suspensión del apoyo a los militantes islámicos de Cachemira, Musharraf renunció al reclamo de ese territorio, así como dio la espalda al gobierno Talibán de Afganistán el año pasado, luego de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos.
Es cierto que Estados Unidos se inclinó a favor de India, pero eso ocurrió hace un par de años, cuando el entonces presidente Bill Clinton visitó Asia meridional. India sustituyó ese año su política de no alineación por la asociación estratégica con Washington.
Pero tras los atentados del 11 de septiembre, Pakistán se volvió más útil para Estados Unidos, que reclutó a Islamabad como aliado en su guerra contra el terrorismo, a pesar de India.
Desde entonces, las autoridades indias explotan el discurso antiterrorista de Washington a su favor y se esfuerzan por presentar pruebas del respaldo de Islamabad a los militantes jihadistas de Cachemira.
Si Islamabad cortara sus relaciones con esos militantes, abriría el camino para una resolución de la cuestión de Cachemira, siempre y cuando India esté dispuesta a poner ese asunto sobre la mesa de negociaciones, lo cual parece improbable.
A menos que aumente la presión internacional para la desmovilización de tropas y el comienzo de un diálogo, la crisis de Asia meridional seguirá lejos de la distensión. (FIN/IPS/tra-en/pb/js/mlm/ip/02