ARGENTINA: El precipicio de la pobreza

La crisis económica en Argentina arrojó a la pobreza a 2,5 millones de personas en apenas cuatro meses, y hoy casi la mitad de los 36,2 millones de habitantes del país se encuentran en esa condición, según datos oficiales.

Los 14,5 millones de pobres calculados en diciembre, cuando los estallidos sociales y protestas políticas acabaron con la presidencia de Fernando de la Rúa, pasaron a ser 17 millones, según el último estudio del gubernamental Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).

El país está cerca de superar su propia marca de población en materia de pobreza, que alcanzó 52 por ciento a fines de los años 80, cuando se desató la hiperinflación.

Pero las causas de pobreza son hoy de naturaleza mucho más estructural y, por lo tanto, más difíciles de remover. Con la alta inflación, tanto el Estado como las empresas privadas estaban en condiciones de compensar el alza de precios con aumentos de salario. Ahora, no.

”Nunca se había producido esta confluencia de factores negativos: depreciación de la moneda, inflación, alto desempleo, caída en los ingresos, crisis financiera y crisis política”, comentó a IPS el director de la consultora Equis, Artemio López, que sigue de cerca las variables relacionadas con la pobreza.

A este paso, calculó López, para fin de año la pobreza se extenderá a 57 por ciento de la población, y eso si los precios aumentan apenas 50 por ciento en todo el año. Pero pronósticos especializados prevén una inflación de 100 por ciento.

La base del cálculo de la pobreza, según el INDEC, es una familia de cuatro integrantes en que el ingreso total no supera el equivalente a 160 dólares mensuales.

La evolución de los precios de la canasta básica de alimentos tuvo un impacto dramático. La inflación fue de 21,1 por ciento entre enero y abril, pero en el mismo periodo el aceite aumentó 136 por ciento, la harina 121 por ciento y el puré de tomate en conserva 95 por ciento.

Mientras, el Ministerio de Economía ubica el desempleo actual entre 24 y 25 por ciento, si bien el último dato oficial disponible del INDEC, de octubre, es de 18,3 por ciento.

”No nos alcanza la comida, las donaciones bajaron y desde noviembre el gobierno no nos entrega más subsidios”, dijo a IPS Agustina Peña, encargada de un centro parroquial que brinda tres comidas diarias y apoyo escolar a 70 niños y niñas pobres de la localidad de Béccar, en la central provincia de Buenos Aires.

Peña, asistente social de profesión, comentó que el deterioro de la calidad de vida de los niños y sus familias, así como la violencia que se vive en los hogares, es consecuencia de la pobreza extrema que ha alcanzado niveles sin precedentes.

”En casi 10 años que estamos aquí, por primera vez tuvimos que destinar todo lo que ingresa al comedor” para atender a quienes lo solicitan, ”y no alcanza”, aseguró.

Los comedores escolares de la provincia de Buenos Aires, la más populosa del país, atienden hoy a 3,8 millones de niños, niñas y adolescentes, aunque están diseñados para servir a 1,8 millones, advirtió este mes en una protesta callejera el sindicato local de educadores.

”El problema más grande de la escuela hoy es el hambre. Los niños vienen el lunes sin comer dos días y no alcanza la comida. Para que los alimentos rindan hay que aguar la leche o darles solo un pan con una fruta, y esa es la única comida del día para muchos de ellos”, sostuvo el sindicalista Hugo Yasky.

El gobierno otorga a los comedores 0,18 dólares por cada comida, un monto insuficiente porque cada ración se estira a dos. Pero, además, los precios de los alimentos subieron con fuerza y los proveedores sufren atrasos de dos y tres meses en los pagos, lo que obligó a algunos a cortar el suministro.

El Estado nacional y la administración de las provincias están en quiebra. La caída de la recaudación y las deudas les impiden cubrir los gastos mínimos, y por eso atrasan los pagos, incluso los asignados a tareas impostergables como la atención de los más pobres, de los menores y de las embarazadas.

En 1989, cuando la inflación superó 4.900 por ciento, el desempleo ascendía a 7,5 por ciento, una proporción que permitía negociar mejoras salariales. La frase repetida entonces era: ”Los precios suben por el ascensor y los salarios por la escalera”.

Hoy, en cambio, con el desempleo afectando a la cuarta parte de la fuerza de trabajo, es habitual que los empleadores rebajen los salarios.

”Con la hiperinflación, al menos sabías que si los precios subían luego aumentaría el sueldo. Pero ahora no sólo sabemos que no lo suben sino que lo bajan, no lo pagan a tiempo o, lo que es peor, te pueden echar”, dijo a IPS la empleada pública María Amelia Espósito.

Las empresas no están otorgando casi compensaciones salariales, ni piensan hacerlo en lo inmediato, informó la privada Sociedad de Estudios Laborales. Más aún, se prevén caídas adicionales. Treinta por ciento de las empresas redujeron sueldos en 2001, y otro 20 por ciento dijo que lo hará este año.

El procedimiento —que si fuera compulsivo sería ilegal— se formaliza ante al Ministerio de Trabajo, donde el empleado firma que acepta voluntariamente la reducción de su salario.

La nueva situación, cada vez más frecuente en los empleados de remuneraciones medias y altas, está completamente alejada de los reclamos de aumento salarial de los años 80.

Así, las imágenes de los saqueos ocurridos en diciembre cedieron paso a escenas más silenciosas pero igualmente desesperantes.

En un país donde el hambre era años atrás tabú en los medios de comunicación, la televisión muestra a diario entrevistas a niños, niñas y adolescentes que afirman no haber ingerido alimento alguno en varios días. Los maestros se sienten impotentes ante los desmayos en el aula debido a la desnutrición.

López señaló que 48 por ciento de los 1,3 millones de habitantes de la localidad de La Matanza, en la provincia de Buenos Aires y a 40 kilómetros de la capital, son pobres.

Los niños están peor, porque son más. Casi 60 por ciento de los menores de La Matanza viven en la pobreza, y 22 por ciento en la indigencia, según las autoridades locales.

”Con una población de 46 por ciento de personas con problemas de empleo, La Matanza aporta hoy unos 520 pobres nuevos por día”, aseguró López. El sociólogo indicó, además, que cuatro de cada 10 niños nacen desnutridos y deben quedarse hospitalizados más de 10 días después del parto. (FIN/IPS/mv/mj/dv if/02

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