PALESTINA: Entre escombros

Los palestinos ya no cuentan con servicios de seguridad luego de la ofensiva militar de Israel en Cisjordania, que duró tres semanas, dejó cientos de muertos y destruyó infraestructura gubernamental y miles de viviendas.

El orden público ”pende de un hilo”, advirtió el jefe de policía de Ramalá, donde tiene su sede el presidente Yasser Arafat, porque las fuerzas israelíes desarmaron a numerosos agentes policiales y confiscaron gran parte de sus equipos.

La estructura que aún queda en pie de la sede del Servicio Palestino de Seguridad Preventiva, en las afueras de Ramalá, tiene marcas de balas o de explosiones provocadas en una campaña de destrucción deliberada.

El Servicio fue construido para implementar la cooperación de seguridad palestino-israelí, al mando de Jibril Rajoub, alguna vez considerado el sucesor de Arafat.

Palestinos que visitaron el edificio esta semana, tras el repliegue de Israel, comentaron que ”Rajoub está acabado”. ”Bueno, no está tan mal como en Jenín”, respondió alguien.

Sin embargo, Rajoub se muestra desafiante ante la pregunta de si todavía es capaz de llevar adelante su servicio.

”Los israelíes pueden destruir edificios, pero no pueden destruir el espíritu de un pueblo. Nuestras operaciones futuras estarán vinculadas a la visión política”, declaró.

”Si existe un rumbo político, seremos soldados obedientes y fieles. Pero no creo que en el futuro cercano los israelíes renueven la esperanza del pueblo palestino”, agregó Rajoub.

La tarea de remoción de escombros y reparación se realiza con mucha lentitud. Muchos se preguntan qué sentido tiene hacer la limpieza si las fuerzas de Israel, apostadas en las afueras de las ciudades palestinas, podrían regresar en cualquier momento.

En Ramalá, se están reparando las tuberías de agua y el cableado, pero los servicios telefónicos y de Internet todavía no funcionan bien.

Además de detener a miles de palestinos y confiscar armas, los israelíes destruyeron o confiscaron una gran variedad de equipos y documentos oficiales, entre ellos registros de propiedad y estudiantiles.

Bancos, estaciones de radio y ministerios fueron algunos de los objetivos alcanzados.

”Creo que él quiere destruir todo. Quiere destruir la esperanza de un futuro estado palestino aquí en Cisjordania”, dijo Rajoub en referencia al primer ministro de Israel, Ariel Sharon.

Las fuerzas israelíes se retiraron de la mayor parte de Ramalá en la mañana del lunes, pero aún mantienen a Arafat sitiado en su complejo, y advirtieron que no lo dejarán libre hasta que entregue a los sospechosos del asesinato del ministro de Turismo israelí Rehavam Zeevi, de extrema derecha.

Un tribunal palestino improvisado dentro de la parte del complejo no ocupada por los soldados condenó a prisión este jueves a cuatro acusados del asesinato, pero es improbable que esta medida ponga fin al cerco en torno de Arafat.

Israel también mantiene fuerzas en Belén, donde mantiene sitiados a cerca de 200 palestinos en la Basílica de la Natividad, lugar sagrado para el cristianismo, junto con varios religiosos católicos. Entre esos palestinos hay al menos 30 militantes buscados por el gobierno israelí.

La situación dentro de la basílica es desesperada. ”Ya no tienen sal. Estos últimos días vivían de agua y sal”, contó Susanna Habib, cuñada de uno de los hombres sitiados en la iglesia, con el que podía comunicarse por teléfono celular hasta hace pocos días.

Algunos residentes de Belén culpan a los sitiados en la iglesia por la permanencia de las fuerzas israelíes y el toque de queda en la ciudad.

”Esos cobardes solían caminar por la plaza haciendo alarde de sus metralletas, pero cuando llegaron los soldados se refugiaron en la iglesia, en lugar de resistir, como en Jenín y Naplusa”, dijo Jalil Salahat, dueño de una agencia de viajes en la plaza Manger, frente a la basílica.

Pero la destrucción en Ramalá, Belén y Nablús no se asemeja siquiera a lo ocurrido en el campamento de refugiados de Jenín, donde los israelíes se encontraron con una feroz resistencia.

Fuentes palestinas aseguran que los israelíes demolieron de manera sistemáticas las viviendas, masacraron hasta a 500 palestinos y luego comenzaron a enterrar cuerpos para ocultar la evidencia.

Para este sábado, se prevé la llegada de una misión investigadora de la Organización de las Naciones Unidas al campamento, pese a objeciones de último minuto de Israel.

El grupo de derechos humanos Amnistía Internacional afirmó haber hallado señales de violaciones a los derechos humanos y aún de crímenes de guerra.

Las principales acusaciones son el uso de fuerza excesiva en un área civil densamente poblada y la prohibición del acceso al campamento de ambulancias y equipos de rescate.

Sin embargo, nadie sabe a ciencia cierta cuántos civiles hay bajo los escombros.

Israel, por su parte, sostiene que los muertos cayeron en combate, y que el ataque fue necesario porque el campamento era un centro de militantes que envían terroristas suicidas a ciudades israelíes.

Los palestinos no niegan que el enfrentamiento fue muy duro. ”No voy a mentir. El lugar estaba lleno de nuestros combatientes, y resistieron como leones”, contó Mohammed Fayyad, de 65 años, un sobreviviente del campamento de Jenín.

Mientras los palestinos se lamen las heridas, se preguntan qué vendrá después de esto, y la mayoría coincide en que los atentados suicidas en Israel se reanudarán con renovada fuerza.

Un alto funcionario israelí advirtió esta semana que la operación militar en territorios palestinos todavía no ha terminado, y que las fuerzas israelíes podrían volver si se reanudan los ataques terroristas. (FIN/IPS/tra-en/fb/sm/mlm/ip/02

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