(Arte y Cultura) TEATRO-PERU: Sartre ayuda a explorar el pasado reciente

La última puesta en la capital de Perú del drama ”Las manos sucias”, del filósofo y escritor francés Jean Paul Sartre, alude a un problema de candente vigencia en este país: el aparentemente inevitable conflicto entre el ejercicio del poder y los principios morales.

Diversos estrenos teatrales e incluso de danza, así como ensayos y novelas, exploraron en los últimos meses los 10 años de Alberto Fujimori en la presidencia peruana (1990-2000), caracterizados por la violencia política, la concentración abusiva del poder y la corrupción.

A esa ola se integró, con su estreno el 11 de este mes, ”Las manos sucias”, dirigida por el escritor Jorge Chiarella con el respaldo de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Tanto el director como los actores Sergio Llusera y Mónica Sánchez, quienes encarnan a Hugo y Jessica, dos de los personajes centrales, participaron en las jornadas de movilización callejera que propiciaron la caída de Fujimori en noviembre del 2000.

Por su parte, Alberto Isola, quien desarrolla el personaje de Hoederer, participó como productor, director y actor el año pasado en puestas de obras clásicas que aludían a la dédcada del 90 en Perú: ”Macbeth”, de William Shakespeare, y ”Fausto”, de Johann Wolfgang von Goethe.

”Cuando nos encontramos en el doloroso proceso de mirar hacia nuestro pasado para entender qué nos llevó a largos años de violencia y corrupción, el estreno de 'Las manos sucias' nos invita a reflexionar sobre el conflicto entre los valores esenciales y las necesidades de la praxis política”, comentó el abogado y activista de derechos humanos Santiago Soberón.

Los peruanos aún no salen del estupor tras descubrir la intensa corrupción política que existió durante el gobierno de Fujimori, quien concentró en sus manos todos el poder del Estado con el pretexto de derrotar a la subversión y a la hiperinflación.

Su régimen desembocó en la corrupción de todo el aparato estatal, sintetizada en la fortuna de varios cientos de millones de dólares amasada por el principal asesor de Fujimori, Vladimiro Montesinos, hoy preso.

”Las manos sucias” es una de las piezas teatrales más conocidas de Sartre, padre de la corriente filosófica existencialista, surgida en Europa al concluir la segunda guerra mundial.

Esta obra fue escrita en 1948, en un periodo en que Francia revisaba la corrupción rampante en el gobierno que encabezó hasta 1944 el mariscal Henri Philippe Petain y que colaboró con los invasores procedentes de la Alemania nazi.

Durante la segunda guerra mundial guerra, Sartre militó en la resistencia contra la ocupación y fue prisionero de los alemanes, hasta su liberación en 1941. Al cabo de la conflagración, fundó la revista Les Temps Modernes.

En 1964, el filósofo rechazó el premio Nobel de Literatura, y en 1968, a partir del movimiento estudiantil conocido como el Mayo Francés, dirigió el diario izquierdista Liberation.

En casi todas sus novelas y obras de teatro, Sartre describió el conflicto de la libertad personal y la consiguiente responsabilidad individual con el interés social y el bien común.

La historia narrada en ”Las manos sucias” transcurre en un país imaginario de Europa oriental luego de finalizada la segunda guerra mundial. Los personajes centrales son Hugo, un intelectual pequeño burgués que ingresa en un partido de izquierda radical, y Hoederer, el líder de esa organización.

Los miembros del Comité Central encomiendan a Hugo matar a Hoederer, quien pactó con adversarios de la burguesía para combatir a los ocupantes nazis. El partido considera necesario silenciarlo porque sabe muchas cosas que lo comprometen.

”No es una pieza teatral política, de propaganda, sino una obra sobre la naturaleza de las decisiones políticas”, advirtió el propio Sartre cuando se estrenó ”Las manos sucias” en París.

”¿Crees que se puede gobernar inocentemente? La pureza es un asunto de monjes o de fakires, no de políticos. Yo tengo las manos sucias hasta los codos, las he metido en excremento y sangre”, dice Hoederer a Hugo en el drama.

Chiarella procuró desde la dirección involucrar al público en la acción dramática, ”mediante signos e indicios que vinculen la historia de los personajes con las circunstancias políticas vividas por los espectadores”.

Si bien la escenografía y el vestuario son deliberadamente neutros, Chiarella utilizó aires de música popular contemporánea peruana para incorporar la historia narrada a las vivencias del público.

”La pieza tiene una intención absolutamente cuestionadora. Podría decirse que ha perdido actualidad en cuanto al dilema original, pero no ha perdido su valor testimonial sobre el aspecto humano de las dudas y reparos no sólo del protagonista, sino también de las ideologías”, dijo el crítico teatral Luis Antonio Meza.

Por su parte, la periodista Mónica Villalobos se preguntó: ”¿La inocencia es posible en política? 'Las manos sucias' parece escrita para nosotros. Apunta a un tema vital para los peruanos, aunque Perú necesita lavarse algo más que las manos.” (FIN/IPS/al/mj/cr ip/02

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