ARGENTINA: Desdicha de envejecer en medio de la crisis

La numerosa población mayor de 60 años de Argentina vio aumentar sus padecimientos tras el colapso económico, debido al agravamiento de las deficiencias del sistema de salud, las bajas pensiones y hasta del maltrato de que son objeto.

Argentina presenta una de las tasas de envejecimiento más altas de América Latina y va camino a acercarse a la de países industrializados, con 13,3 por ciento de sus 37 millones de habitantes con más de 60 años. Sin embargo, ese indicador no es en este país una manifestación de desarrollo precisamente.

”Nunca en este país las personas mayores habían sido tan maltratadas como en esta época”, se lamentó Roque Casella, un retirado de 77 años que atendió la consulta de IPS en una larga fila a las puertas de un banco para cobrar su jubilación. El hombre sintetizaba así las diversas penurias que padece cada día.

Un estudio de la Secretaría de Promoción Social indica que 81 por ciento de los mayores de 60 años consultados se sienten ”maltratado por la sociedad” y critican severamente a las entidades estatales encargadas de la atención de salud de los pensionados.

Casella, viudo y con dos hijos, uno de ellos desempleado, apenas gana para sobrevivir. El servicio de salud estatal en el que está inscripto y por el que aportó durante su vida laboral como empleado por cuenta propia está prácticamente en quiebra por la falta de recursos, y no se consiguen medicamentos.

Una mujer que esperaba junto a Casella complementa el comentario. ”Parece que estuvieran esperando a ver cuando nos morimos”, dijo a IPS Gladys Alonso, de 67 años y acreedora de una pensión tan escasa que debe trabajar haciendo guardias en una inmobiliaria para mostrar departamentos a posibles compradores.

”Ahora, con la crisis, está todo parado y no me llaman nunca”, agregó con angustia Alonso, quien afronta una situación crítica, con una sola hija y tres nietos que también pasan por una coyuntura económica igualmente precaria.

Las severas dificultades que pasan la gran mayoría de los cinco millones de argentinos mayores de 60 años son atribuidas a la falta de políticas específicas, pese a que esa franja etaria tiende a crecer para aproximarse a los indicadores de los países ricos.

Las personas mayores de 60 años en Europa occidental y Japón representan entre 21 y 25 por ciento de la población y Estados Unidos 16 por ciento, mientras que en China es sólo 10 por ciento, en India ocho por ciento, en México siete por ciento y en Kenia cuatro por ciento.

La cantidad de mayores de 60 años en Europa occidental y Japón supera a los menores de 15, un escenario que Argentina va camino a alcanzar en menos de 50 años, según proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que este mes en Madrid celebrará la Segunda Asamblea Mundial sobre Envejecimiento.

Pero en Argentina, azotada por una crisis sin precedentes, los ancianos están preocupados por cuestiones urgentes, a diferencia de los que ocurrirá con la conferencia de la ONU. Es el caso de las organizaciones de jubilados que pelean para conseguir las vacunas antigripales.

La crisis del sistema de salud que acoge a la población retirada llevó a las autoridades a decidir que solo habrá vacunas contra la gripe para la mitad de ellos.

Pero los problemas de los mayores de 60 años en Argentina no son sólo de salud. Alrededor de 35 por ciento de ellos están fuera del sistema de previsión social, según un estudio de la estatal Universidad de Buenos Aires.

A esa estadística se suma que casi 15 por ciento de esos mayores ganan la pensión mínima, la mitad de lo que se necesita para la subsistencia. Del 85 por ciento restante, el ingreso por jubilación de 66 por ciento no supera los 300 pesos por mes (unos 110 dólares).

Por eso es que una enorme mayoría de ancianos busca empleo. Setenta y cuatro por ciento asegura que lo hace por la necesidad de completar los ingresos para sobrevivir o ayudar a sus hijos.

El envejecimiento de la población argentina se incrementó por la merma de la natalidad, un proceso que se registra tradicionalmente desde fines del siglo XIX, pero que se aceleró en los últimos años debido a la crisis económica, según expertos.

”Ante la crisis, la gente tiene menos hijos, y la baja en la natalidad, sumada a los avances en el combate contra las enfermedades, lleva al aumento en la proporción de ancianos”, comentó la demógrafa Susana Torrado.

Pero no siempre esa prolongación de la vida lleva implícito la prolongación del bienestar.

El colapso económico, precedido de la recesión iniciada en 1998, no sólo aceleró el fenómeno del envejecimiento por caída de natalidad sino que deterioró muy fuertemente la calidad de vida de las personas mayores.

Un informe realizado en 2001 por la Secretaría de la Tercera Edad reveló que uno de cada cinco mayores no se alimenta bien.

La falta de ingresos para comprar alimentos y el hecho de que los mayores no pueden o no saben preparárselos hacen que 20 por ciento de ellos consuma menos de 1.000 calorías diarias, cuando la Organización Panamericana de la Salud recomienda el doble para los mayores de 60 años, a fin de evitar enfermedades prevenibles.

En condiciones de crisis, los ancianos dejan de cumplir el papel de personas a las que cuidar y proteger.

En los casos de mayores más sanos, en su mayoría mujeres, es común que se dediquen a trabajar en la casa el doble que lo habitual, agregando a sus tareas tradicionales el cuidado de hijas y nietos.

Las publicidades de medicamentos apuntan a este perfil de mujeres mayores. Por ejemplo, un comercial de radio expone a una mujer de edad angustiada porque su hija espera que le haga un bordado con el nombre del nieto en la túnica del colegio, pero ella sufre de dolor en las articulaciones de las manos.

”El dolor era insoportable y mi hija y mi yerno me pedían que también pusiera el apellido”, dice la mujer. Hasta que el antiinflamatorio le solucionó el problema y terminó haciendo lo que le pidieron y mucho más.

Otra publicidad, de analgésicos, muestra a una anciana que cocina para toda una familia (hijos y nietos), y como sufre de dolores de cabeza y cansancio consume calmantes. Tras tomar el remedio, la mujer está lista para atender también a los amigos de los hijos que se suman inesperadamente a la comida.

En los últimos meses, a todos esos problemas se sumaron otros nuevos. Ancianos precavidos, que habían ahorrado en previsión de que la jubilación no les alcanzaría para vivir, ahora no pueden extraer del banco sus depósitos y deben recurrir a abogados y escribanos.

Las normas exigen que la medida de emergencia que congeló los depósitos bancarios a fines de 2001 exceptúe a los mayores. Sin embargo, al llegar a los bancos, una mayoría de ancianos aseguran que el dinero pasa de una cuenta a la otra de manera arbitraria y ellos no pueden siquiera extraer una parte. (FIN/IPS/mv/dm/pr hd/02

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