SUIZA: Ingreso en ONU debilita tradicional neutralidad

Con una ajustada votación favorable al ingreso en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Suiza comienza a abandonar varios siglos de neutralidad, aunque aún preserva su independencia de Europa y de la OTAN.

La población de las grandes ciudades (Ginebra, Lausana, Zurich, Berna y Basilea) y los cantones de la región occidental del país, la mayoría de lengua francesa, dieron la victoria al sí en el referéndum del domingo, con 54,6 por ciento de los votos.

En cambio, los habitantes de la «Suiza profunda» de los valles y las montañas y de los cantones de lengua alemana e italiana, ubicados en el este y en el sur, optaron por el voto negativo, que sumó 45,4 por ciento.

La Carta de la ONU, que Suiza deberá acatar cuando se incorpore como miembro de la organización en la próxima sesión de la Asamblea General, a partir de septiembre, limitará la tradicional neutralidad del país.

El político de extrema derecha Christoph Blocher, de la Unión Demócrata de Centro, que dirigió la campaña por el no, sostuvo que la neutralidad suiza salió debilitada del referéndum del domingo.

Otra consulta similar, el 10 de junio de 2001, ya había dado una primera señal de desmoronamiento de la neutralidad, cuando una mayoría, también estrecha, aprobó el envío de soldados suizos armados al exterior en misiones de paz.

Los dos resultados electorales socavaron el principio de la neutralidad, uno de los pilares de la teoría que presentaba a Suiza en el escenario internacional como un «Sonderfall», un «caso especial», en idioma alemán.

La otra base de la singularidad del país ha sido su independencia financiera, basada en el principio del secreto bancario y de la imposición nula o mínima sobre la renta de los inversores.

Por ahora no hay indicios de que los dirigentes de Suiza se propongan modificar esas políticas, también tradicionales, a pesar de las voces internacionales que se levantan periódicamente para censurar la protección de capitales malhabidos.

El apoyo activo de los empresarios y del gobierno de Suiza al voto favorable a la ONU ha sido interpretado como una válvula de escape para descomprimir las presiones que el país soporta por la laxitud de su régimen financiero.

La diplomacia suiza ya planifica una política que explote en la ONU la imagen de un país volcado a la acción humanitaria internacional, con el ejemplo de la Cruz Roja, una creación suiza, y del aporte sostenido del gobierno a la cooperación para el desarrollo.

El político liberal ginebrino Guy Olivier Segond estimó que las perspectivas de Suiza para mediar entre naciones del Norte industrializado y del Sur en desarrollo son óptimas, porque este país nunca estuvo implicada en «aventuras coloniales».

El acierto con que la diplomacia helvética se mueva en la ONU y en el nuevo escenario internacional que se le abre facilitará la superación del otro escollo que le espera: la integración al espacio de la Unión Europea y de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).

Apenas terminadas las celebraciones por el resultado del referéndum, el presidente de la Confederación Helvética, Kaspar Villiger, se apresuró a aclarar que el voto carece de toda referencia a la Unión Europea.

Pero Blocher, un activo antieuropeísta, pronosticó que Suiza soportará una inmediata ofensiva por el secreto bancario. La Unión Europea y Estados Unidos aguardaron con gentileza que se efectuara el referéndum de la ONU, dijo.

Cuando vean que Suiza abre las puertas y abandona su determinación de mantenerse como país independiente, volverán a la carga, estimó el acaudalado industrial ultraderechista.

La última consulta popular sobre la incorporación de Suiza a la Unión Europea, hace un año, arrojó un resultado negativo. Por ahora, las negociaciones entre Berna y Bruselas se reducen a acuerdos bilaterales.

Con respecto a la ONU, los funcionarios consultados no ocultaron en reserva el alivio con que fue recibido el voto del domingo pasado.

Para la organización internacional resultaba incómoda la prolongación del actual estado, en que su principal sede europea y la segunda en el mundo después de Nueva York, se asentaba en un país solamente observador de la ONU.

Se trata de la occidental ciudad suiza de Ginebra, que, además, alberga el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Comisión de Derechos Humanos del foro mundial, la Organización Mundial de la Salud, la Organización Mundial de Comercio y la Organización Internacional del Trabajo.

También está radicado allí el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, principal organización en la vigilancia del derecho internacional humanitario.

Con la incorporación de Suiza sumarán 190 los miembros de la ONU. El Vaticano quedará como único estado observador. (FIN/IPS/pc/02

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