METEOROLOGIA-PERU: El mensajero de El Niño

Un pequeño tiburón blanco capturado a 43 kilómetros de distancia de la capital peruana parece ser el mensajero de El Niño, el temido fenómeno climático cuyo regreso este año había sido descartado por especialistas sudamericanos.

El ejemplar, capturado el 9 de marzo a poco más de 12 grados de latitud sur, pertenece a una variedad de tiburones que habitan aguas calientes y en circunstancias normales no descienden más allá del paralelo que señala los seis grados. Los detiene la corriente fría de Humboldt, procedente de la Antártida.

La presencia del tiburón blanco en aguas del balneario de Señoritas confirmó el temor de agricultores, empresarios textiles y empresas aseguradoras de varias regiones del mundo, que se preparan para enfrentar el posible retorno de El Niño.

Se trata de una corriente marina cíclica del océano Pacífico que se origina frente a Australia y avanza hacia las costas de América ecuatorial como una gigantesca bolsa de agua caliente. Altera el clima del mundo y mientras en algunas zonas provoca lluvias excesivas e inundaciones, en otras causa graves sequías.

La corriente de El Niño supera la temperatura normal de las aguas que recorre, suele tener una profundidad de cinco a 10 centímetros y cientos de kilómetros de ancho.

La comunidad científica internacional ha creado una cadena de observación e investigación sobre las causas y el ritmo de estas amenazadoras alteraciones del clima y ha avanzado en el conocimiento del fenómeno. Pero aún no puede predecir con certeza el momento de gestación de El Niño, que se produce con intervalos irregulares.

Portavoces del Servicio Nacional de Hidrología y Meteorología (Senamhi) y del Instituto del Mar de Perú (Imarpe), y el almirante Hugo Arévalo, presidente del Comité Multisectorial para el estudio del Fenómeno del Niño, afirmaban aún hace dos meses que este año no se produciría el fenómeno climático .

Esa fue la conclusión de la reunión de trabajo realizada entre el 8 y el 10 de enero por el Comité Científico Regional del Fenómeno del Niño, compuesto por expertos de Chile, Colombia, Ecuador y Perú, que analizaron datos obtenidos mediante satélites y sensores flotantes en el océano Pacifico.

La investigación es completada por biólogos, que examinan la conducta de las especies marinas.

La temperatura de la costa norte de Perú superó en enero en dos o tres grados los niveles normales, provocando lluvias torrenciales e inundaciones en algunas zonas.

El 5 de febrero cayó sobre Lima la lluvia más intensa de los últimos 32 años. El desborde de ríos de la costa y la sierra causó la muerte a ocho personas y destruyó o dañó 1.700 viviendas y centenares de hectáreas sembradas.

Como consecuencia de la copiosa lluvia sobre Lima, el presidente Alejandro Toledo solicitó a los expertos del Senamhi, de Imarpe y del Comité Multisectorial que determinaran si se estaba en el preámbulo de una nueva manifestación de El Niño.

«¿Qué le decimos a la opinión pública?. ¿Declaramos o no al país en situación de emergencia y adoptamos las medidas consiguientes?», dijo Toledo a los especialistas.

«En efecto, se trata de un recalentamiento de las aguas del mar, pero obedece a otros factores y no tendrá la duración que caracteriza a El Niño», respondieron Arévalo y Ronald Wodman, presidente del Instituto Geofísico del Perú.

En su informe, Arévalo y Wodman explicaron que los sensores flotantes distribuidos en el curso que suele seguir la corriente de El Niño, desde Australia hasta las costas de Ecuador y Perú, revelaban el avance de una ola cálida hacia el litoral de América del Sur. Pero, puntualizaron, no se podía asegurar todavía que se tratara de El Niño.

«El Niño no suele presentarse en ciclos tan cortos, pues el último fenómeno intenso se produjo en 1998, de modo que según los ciclos habituales, debería presentarse entre 2004 y 2007», agregaron.

Sin embargo, la Agencia Oceanográfica y Atmosférica de Estados Unidos y otros institutos internacionales comenzaron a emitir informes advirtiendo el posible regreso de el Niño este año.

Un mapa de satélite sobre la temperatura del mar obtenido el 11 de marzo, dos días después de la aparición del tiburón blanco en Señoritas, reveló que una masa de agua a 28 grados de temperatura tocaba el puerto de Paita, 1.100 kilómetros al norte de Lima.

Así mismo, en Huacho, a sólo 130 kilómetros de la misma capital, la temperatura de las aguas alcanzaba los 27 grados.

«Probablemente estamos frente a un Niño leve, que no tendrá las catastróficas proporciones del que tuvimos en 1998», comentó Arévalo, a la vista del informe.

En el lenguaje técnico, El Niño «leve o moderado» se caracteriza por el incremento hasta tres grados de la temperatura de las aguas. Y es «fuerte» cuando el aumento es entre cinco y siete grados por encima de la temperatura promedio estacional.

Esa alteración tiene influencia inmediata en la temperatura de la atmosféra, que durante el día se sitúa entre cuatro a seis grados por encima de la de la superficie del mar.

Se acelera el proceso de evaporación de las aguas, causando lluvias persistentes e intensas en algunas zonas, con la consiguiente secuela de inundaciones, mientras que el desvío de vientos causa sequía en otras.

«Debemos esperar abril para saber si el fenómeno persiste y si tendremos este año un otoño anormal, veraniego, con temperaturas de 25 a 26 grados, y un invierno templado, con más de 20 grados», señaló Ena Jaimes, del Senamhi.

Si bien los expertos pueden esperar para tener la respuesta de la realidad a sus predicciones, para algunos sectores económicos la información es vitalmente urgente.

David Lemor, presidente del Comité de Confecciones de la Sociedad Nacional de Industrias, advirtió que la principal campaña de ventas de su sector «suele ser el invierno (austral) y un verano prolongado puede arruinar a muchas empresas» dependientes de materias primas textiles.

También hay inquietud entre los agricultores, no sólo por la alteración del régimen de lluvias, sino también porque algunos cultivos requieren determinados niveles de temperatura.

Finalmente, el gobierno debe adoptar medidas para conjurar los efectos de las inundaciones y desplazar maquinaria para anticiparse a los previsibles aludes y derrumbes y reabrir los caminos bloqueados. (FIN/IPS/al/ff/en sc/02

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