La devaluación del peso argentino y el nuevo clima de diálogo entre Buenos Aires y Brasilia crean la oportunidad para que el azúcar deje de ser el único producto excluido del libre comercio del Mercosur, considera la industria azucarera brasileña.
La razón para las barreras impuestas al azúcar brasileño desapareció al superarse la asimetría cambiaria con Argentina, luego de que ese país abandonara la paridad fija de un peso un dólar, dijo a IPS Eduardo Pereira de Carvalho, presidente de la Unión de la Agroindustria Cañera (UNICA), del estado de Sao Paulo.
Argentina protege su producción azucarera con un arancel fijo de importación de 18 por ciento y un adicional de «equiparación de precios», que varía con los precios internacionales, que encarece el producto brasileño.
Las barreras tienen por fin defender la economía azucarera de algunas provincias del norte argentino, donde la competencia brasileña podría provocar quiebras, agravando la desocupación y los problemas sociales de esa zona.
Las medidas proteccionistas fueron aprobadas por el parlamento argentino con el argumento de que Brasil subsidia su producción azucarera, al combinarla con el programa de alcohol carburante, implementado en los años 70 para sustituir la gasolina.
Casi 55 por ciento de la caña brasileña se destina a la producción de alcohol, que también se mezcla con la gasolina en una proporción de 22 a 24 por ciento, un combustible con ventajas ambientales. El programa, destinado a reducir las importaciones petroleras, contó en sus inicios con fuertes subsidios.
Sin embargo, los incentivos oficiales para el alcohol carburante desaparecieron a comienzos de la década del 90 y luego ocurrió lo mismo con los controles de precios y de mercado que el gobierno ejercía en el sector.
El azúcar y el alcohol ya no son subsidiados en Brasil y su competitividad se debe a la escala de producción, tecnología y organización, que redujeron los costos, sostuvo Pereira de Carvalho.
A eso se le suman ventajas climáticas, pues la caña es una graminea tropical, cuya productividad depende de mucha luminosidad solar.
Pero la cuestión del azúcar no fue incluida en las negociaciones de esta semana en Buenos Aires entre delegados de ambos países, que centraron su atención en asuntos más urgentes.
Uno de los puntos centrales fue la revisión del acuerdo para el comercio bilateral de automotores, que involucra un intercambio e inversiones mucho más abultadas, además de reglas que necesitan adaptarse a la nueva realidad regional.
Los delegados brasileños no insistieron con el azúcar, por considerar que las actuales dificultades argentinas impiden una negociación, explicó a IPS Angelo Bressan, director del Departamento de Azúcar y Alcohol del Ministerio de Agricultura.
«No queremos dejar el tema fuera de la agenda, pero una negociación solo será posible cuando Argentina tenga alguna estabilidad», acotó Bressan, tras precisar que un grupo especial no logró el año pasado crear condiciones para un acuerdo, ni siquiera para la desgravación a largo plazo.
La protección de la producción azucarera es generalizada en el mundo, debido a que emplea a muchas personas desde la agricultura hasta la industria, explicó Bressan.
Añadió que tampoco presionan los consumidores, pues el eventual precio más elevado que pagan pasa desapercibido, debido a que la mayor parte del azúcar no se utiliza directamente sino en bebidas, dulces y postres.
Brasil es el mayor productor mundial de azúcar, con un promedio de 18 millones de toneladas al año.
La exportación brasileña alcanzó el año pasado a 11,2 millones de toneladas, por 2.277 millones de dólares de ingresos, 90 por ciento más que en 2000, favorecido por la recuperación de los precios en el mercado internacional.
El costo de la producción brasileña es el más bajo del mundo, aseguró Pereira de Carvalho, lamentando que el azúcar y el alcohol estén entre los productos más afectados por el proteccionismo en el comercio mundial.
Brasil enfrenta barreras incluso en Chile, que es miembro asociado del Mercosur (Mercado Común del Sur, conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y que tiene una economía considerada abierta.
Santiago elevó el arancel de importación de azúcar de 31,5 a 98 por ciento el año pasado.
Brasilia consideró inaceptable la oferta chilena de compensar con una cuota desgravada de 8.750 toneladas, una sexta parte de las ventas de 2000, y recurrió a la Organización Mundial de Comercio, para la aplicación de retaliaciones por pérdidas estimadas en 15,8 millones de dólares.
Chile es un pequeño mercado para Brasil comparado con el de los países ricos.
En Argentina, un mercado más importante, la simple adopción del cambio flotante no permite superar la disputa en el Mercosur, ya que, como reconoce Pereira de Carvalho, el costo de producción es el triple del brasileño, y por ahora no se espera una devaluación del peso tan importante.
Por eso UNICA, que reúne las centrales azucareras y destilerías de Sao Paulo, estado que concentra 60 por ciento de la producción de Brasil, propuso un periodo de adecuación, con reducción gradual de las barreras hasta fines de 2005.
Además, Brasil se dispone a apoyar Argentina en una reestructuración de su agroindustria cañera, con tecnología actualizada incluso para producción de alcohol, como alternativa a largo plazo para evitar la decadencia económica de las provincias azucareras.
Crear un mercado internacional del alcohol es una meta del gobierno brasileño y de UNICA, como factor de estabilidad del comercio azucarero y aumento de las exportaciones brasileñas.
Los beneficios ambientales serían mundiales, ya que el alcohol reduce la emisión de gases del llamado efecto invernadero al sustituir el plomo y derivados petroleros. (FIN/IPS/mo/dm/if/02