ESTADOS UNIDOS: Contra «el eje del mal»

La segunda fase de la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo se basa en la necesidad de dar un rostro a su supuesto nuevo enemigo, en los intereses de su industria armamentista y en la aspiración de tener presencia militar en Iraq, Irán y Corea del Norte.

En su discurso de esta semana sobre el Estado de la Unión ante el Congreso, el presidente George W. Bush afirmó que su guerra contra el terrorismo es una campaña sin límite en el tiempo y se refirió a esos tres países como «el eje del mal».

Bush acusó a Iraq, Irán y Corea del Norte de ser «tímidos ante el terror», y advirtió que «si no actúan (contra el terrorismo), Estados Unidos lo hará».

«En esta guerra, el tiempo no está de nuestra parte… No esperaré mientras los peligros se acumulan. Estados Unidos de América no permitirá que los regímenes más peligrosos del mundo lo amenacen con las armas más destructivas», amenazó el presidente.

Llamativamente, ninguno de los tres países integrantes del «eje del mal» ha sido vinculado con el saudí Osama bin Laden -el principal sospechoso de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington-, su red Al-Qaeda ni el grupo extremista islámico Talibán, derrocado en noviembre en Afganistán.

Además, el término utilizado por Bush recuerda a los enemigos de los aliados occidentales en la segunda guerra mundial, cuando «el eje» hacía referencia a la alianza entre Alemania, Italia y Japón.

Aparentemente, no tiene importancia que Corea del Norte e Irán hayan condenado los atentados del 11 de septiembre de inmediato.

Pyongyang firmó convenciones internacionales contra el terrorismo e incluso pidió a miembros del Ejército Rojo Japonés residentes en Corea del Norte que abandonaran el país para que el Departamento de Estado de Estados Unidos lo eliminara de la lista de «estados patrocinadores del terrorismo».

Washington destacó en ese entonces la «actitud positiva» de Pyongyang.

Por su parte, Irán fue un virtual aliado de Estados Unidos en la guerra de Afganistán, llegando a ofrecer una discreta ayuda en caso de que soldados estadounidenses accidentalmente se vieran empujados a territorio iraní durante las operaciones, además de asistencia humanitaria y médica y repatriaciones rápidas.

Estos gestos de cooperación, los primeros de Irán hacia Estados Unidos desde la Revolución Islámica de 1979, fueron bienvenidos en la prensa estadounidense como la apertura de «un nuevo capítulo» en los vínculos bilaterales.

En cuanto a Iraq, el propio secretario de Estado (canciller) estadounidense Colin Powell declaró al Congreso el pasado 25 de octubre que su gobierno no poseía prueba alguna que vinculara a Bagdad con la red terrorista Al-Qaeda.

Peter Bergen, experto en terrorismo de la cadena televisiva de noticias Cable News Network, citó en un nuevo libro sobre Bin Laden una entrevista realizada en 1997 al millonario saudí en que éste criticaba al régimen de Saddam Hussein.

Entonces, ¿por qué Estados Unidos lanzó de repente la segunda fase de su guerra contra el terrorismo?

Incidentalmente, la segunda etapa ya comenzó en forma limitada en el sur de Filipinas, donde 650 miembros de las Fuerzas Especiales estadounidenses ayudan a las fuerzas filipinas a combatir al grupo radical islámico Abu Sayyaf.

Washington también ordenó un virtual bloqueo naval frente a las costas de Somalia, en el Cuerno de Africa, supuestamente para impedir la entrada o salida de miembros de Al-Qaeda.

Hay tres razones detrás de esta estrategia. En primer lugar, luego de eliminar la amenaza de Al-Qaeda y Talibán, el gobierno de Bush precisa presentar a su pueblo el rostro de su «nuevo enemigo», una ubicación y un objetivo, lo cual hizo a través de la identificación del «eje del mal».

La demonización del supuesto enemigo tiende a aplacar a los republicanos conservadores ansiosos por emprenderla contra un nuevo objetivo, aprovechando el ambiente de temor propicio para la guerra contra cualquier amenaza real o ficticia.

En segundo lugar, por una coincidencia muy conveniente, el «eje del mal» se corresponde con la lista de «estados renegados» mencionada por Bush el 1 de mayo de 2001, mucho antes de los atentados contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono.

En ese entonces, Bush promovía el sistema nacional de defensa antimisiles, el programa militar tecnológicamente más avanzado del mundo, que costaría 60.000 millones de dólares.

La coincidencia de la lista de estados renegados con el eje del mal hace pensar en contratos multimillonarios para los fabricantes de armas estadounidenses, muchos de ellos grandes contribuyentes de la campaña electoral de Bush.

En tercer lugar, al considerar ese eje un peligro para la seguridad nacional, Estados Unidos justifica una eventual operación militar en Iraq, Irán y Corea del Norte y, no menos importante, una presencia militar permanente en esos países.

El «eje del mal» incluye a la región de Asia oriental, donde una presencia militar permitiría a Washington vigilar de cerca también a China (que criticó el discurso de Bush).

Casualmente, Bush tiene previsto visitar China y Corea del Sur este mes.

Estados Unidos ya estableció bases en Afganistán y Pakistán, cerca de Irán, y también en el Golfo y en Turquía, cerca de Iraq.

Si la estrategia esbozada en el discurso de Bush se concreta, cambiará las relaciones de Washington con el mundo musulmán, en especial con aliados en la guerra contra el terrorismo como Pakistán, Turquía y Arabia Saudita, que ya expresaron reservas sobre la segunda fase.

George Schwab, presidente de la comisión nacional sobre política exterior de Estados Unidos, destacó el jueves en una entrevista con la British Broadcasting Corporation que «el terrorismo es una manifestación del fundamentalismo islámico y debe ser combatido en todas partes».

En otras palabras, el único terrorismo que amenaza a la comunidad internacional es el musulmán. No cuentan las acciones de los Tigres de Tamil en Sri Lanka, las del Ejército Republicano Irlandés en el Reino Unido ni las de los separatistas vascos en Europa.

Si existe un eje, es el formado por Estados Unidos, Israel e India, que perpetúa la opresión del pueblo palestino y la insurgencia de los separatistas de Cachemira, con la consiguiente amenaza de guerra en Asia meridional.

El discurso belicista del presidente Bush sólo aumenta la tensión, y no brinda nada de la paz y estabilidad duraderas prometidas cuando Talibán fue derrotado en Afganistán. (FIN/IPS/tra-en/mh/js/mlm/ip/02

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe