La ciudad de Barranquilla, en el Caribe colombiano, celebró durante cuatro días con la celebración del carnaval, por primera vez desde su declaración por ley como Patrimonio Cultural de la Nación.
La fiesta, considerada la más representativa del folklore del Caribe colombiano y el más importante de los 11 carnavales del país, fue inaugurada el 9 de este mes por la ministra de Cultura, Aracely Morales, quien entregó a las autoridades locales el texto de la ley.
El carácter de Patrimonio Cultural de la Nación le asegura al Carnaval de Barranquilla fondos del presupuesto público, y también que el Estado garantice la continuidad, el apoyo y la participación en su organización.
La fiesta anual de Barranquilla «nos abraza a todos los colombianos, nos reconcilia y nos propicia el goce, la diversión y la pasión por la vida», dijo Morales, en compañía de la reina del Carnaval, María Gabriela Diago, y de las autoridades locales.
En la Batalla de las Flores, el desfile central en la Vía 40 que atraviesa la ciudad de norte a sur, participaron 25 carrozas con vistosos decorados que transportaban las reinas populares, más de 80 grupos de danzas y comparsas acompañados de conjuntos de música tradicional y centenares de disfraces.
Esa misma noche se celebraron el desfile del Dios Momo, en el suroccidente, encabezado por el cantante y compositor de música folclórica Pedro Beltrán, y el de la Carrera 44 que tuvo su propia reina.
La Batalla de Flores fue hasta hace algunos años el único desfile en el primero de los cuatro días de carnaval, pero el crecimiento de la ciudad, que llega a 1,5 millones de habitantes, propició la realización de los tres, en los que participan más de 500 comparsas y grupos de danza y de música.
También influyeron en la realización de tres desfiles el aumento de los participantes directos, así como diferencias de criterio sobre la organización
El 10 de este mes también se celebraron desfiles, y en los dos días siguientes, como todos los años desde hace siglo y medio, la ciudad estuvo totalmente paralizada.
Así mismo, Barranquilla, cuarta ciudad industrial colombiana detrás de Bogotá, Medellín y Cali, se convirtió por espacio de cuatro días en una gigantesca pista de baile, en la que habitantes y visitantes se divierten y reviven las viejas tradiciones del norte de Colombia.
La declaración oficial es el reconocimiento a un carnaval diferente a los demás del país y del Caribe porque es «del presente» e «involucra toda la riqueza cultural» del norte colombiano, dijo a IPS la socióloga y antropóloga Mirtha Buelvas, participante, además, en la comparsa «Disfrázate como quieras».
En el Carnaval de Barranquilla, se observan desde su origen, tanto en los desfiles como en las fiestas barriales, las comparsas, grupos de disfraces y baile procedentes de las poblaciones a lo largo del río Magdalena, cerca de cuya desembocadura se fue formando la ciudad.
En su actuación, las comparsas narran episodios históricas. Entre ellas figura El Paloteo, cuyos personajes, ataviados de capa y gorro de seda y lentejuelas, marcan el ritmo con un juego de palos cortos mientras uno de los integrantes lee textos sobre la gesta independentista de Simón Bolivar y otros héroes.
También participa en la fiesta El Congo Grande, comparsa con más de 100 años de antigüedad y decenas de participantes que recibieron de sus mayores el amor por la fiesta, que hace referencia a las raíces africanas y lleva difraces de animales con máscaras de colores talladas en madera.
La comparsa El Congo Grande está encabezada por hombres y mujeres que llevan sobre su cabeza gorros altos decorados con lazos y flores.
Según Buelvas, la actuación de las comparsas apela a «lo actual y lo moderno, porque es una fiesta viva, no de museo, pero conserva las raíces tradicionales que le dan identidad al Carnaval» de Barranquilla.
Muchos integrantes de comparsas comienzan a vivir el carnaval seis meses antes de la fiesta, cuando comienzan a ensayar las actuaciones y a reunir el dinero para comprar su disfraz y para solventar otros gastos que implica participar en el Carnaval.
Buelvas señaló que la declaración oficial del Carnaval de Barranquilla como Patrimonio Cultural de la Nación «debe beneficiar la fiesta con recursos humanos para la investigación académica y materiales, en respaldo de los grupos que no tienen dinero suficiente».
El Carnaval de Barranquilla, a diferencia de otras festividades folclóricas de Colombia, «es un patrimonio y una herencia de la comunidad, y crea pertenencia porque tiene un pasado que le posibilita un futuro económico y de desarrollo social», sostuvo la investigadora.
El arraigo de esta fiesta se explica en que la ciudad se ha caracterizado por la tolerancia natural de los barranquilleros, «su apertura para aceptar al otro», virtud que otras capitales colombianas debieron forjar con mucho esfuerzo.
Barranquilla es, según las estadísticas, la ciudad más cara de Colombia, con una inflación superior al promedio nacional de ocho por ciento anual, pero con uno de los menores índices de criminalidad.
La comparsa «Disfrázate como quieras» tiene cerca de 50 integrantes, entre artistas, profesores universitarios y profesionales de distintas disciplinas, que hace dos decenios decidieron vivir el carnaval, para poder escribir, pintar o hablar con propiedad sobre la fiesta.
Otro elemento importante del Carnaval de Barranquilla es la música, en que se destacan los ritmos de cumbia —palabra derivada de la raíz africana «cumbé», que significa «danza», con un sonido dominante de tambores, las «gaitas», instrumento de viento indígena, y las maracas del Caribe (FIN/IPS/yf/mj/cr/02