ESTADOS UNIDOS: Sin acuerdo sobre origen del terrorismo

Dos sectores de la opinión pública y el gobierno de Estados Unidos manifiestan profundas diferencias sobre las causas de los atentados del 11 de septiembre y los remedios contra el terrorismo antiestadounidense.

Esas diferencias remiten al debate que encendió la pregunta «¿por qué nos odian?», que muchos estadounidenses se formularon tras los ataques a las torres gemelas de Nueva York y el edificio del Pentágono en Washington.

La polémica acallada cuando el gobierno lanzó su campaña militar contra Afganistán, el 7 de octubre, retorna a la escena ahora que la guerra se diluye y los objetivos de Washington —la red terrorista Al Qaeda y su líder, Osama bin Laden, acusados de los atentados— se vuelven más elusivos.

En su forma más simple, se trata de la última batalla de las llamadas «guerras culturales» que estallaron entre conservadores y liberales a fines de los años 60 y se reavivaron durante el juicio político al ex presidente Bill Clinton (1993-2001).

Un sector liberal de la opinión pública, conocido como «los trabajadores sociales», sostiene que la arrogancia, insensibilidad y egoísmo de Washington hacia las víctimas de la pobreza y la opresión ayudó a crear condiciones en las que arraigó y floreció el terrorismo antiestadounidense.

Por tanto, arguyen, la acción militar debe ser seguida por políticas y programas —asistencia, incorporación a organismos multilares y mayor presión sobre regímenes opresivos— que den respuesta a las necesidades y esperanzas de los pueblos donde son reclutados los terroristas.

«Sin excusar de ningún modo los indefendibles actos terroristas, aún debemos dar respuesta a aquellas condiciones de pobreza e injusticia que son explotadas por los terroristas», afirma un documento redactado por los obispos de la Iglesia Católica.

Del lado opuesto se encuentran los llamados «cowboys» (vaqueros), por sus posturas duras y unilateralistas.

«La idea de que personas acaudaladas como (Osama) bin Laden son empujadas al terrorismo por la pobreza es una broma», dijo el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, uno de los funcionarios más derechistas del gobierno.

Las concepciones de los liberales, afines a las de Clinton, son en su mayoría contraproducentes, afirman los sectores duros.

El fracaso del ex mandatario para combatir el extremismo islámico, y sus esfuerzos por ayudar a los pobres y oprimidos — tal como la «permisividad practicada por los padres de la generación de los años 60″— terminaron alentando y recompensando al terrorismo, arguyen los conservadores.

La solución es precisamente la contraria: una guerra dura e implacable contra el terrorismo, que debe trasladarse ahora al corazón de Medio Oriente, pues el poder militar desplegado en Afganistán hizo evidente las terribles consecuencias de agredir a Estados Unidos.

«¿Qué diálogo en la región? Poder militar», sostuvo este viernes el columnista del diario The Washington Post, Charles Krauthammer, en referencia a los intentos de alcanzar un cese del fuego en el conflicto de Medio Oriente.

«La verdad elemental que los expertos eluden una y otra vez es que el poder es nuestra respuesta», escribió Krauthammer en diciembre.

«La victoria cambia todo, y la psicología en primer lugar. La psicología en la región es ahora de temor y profundo respeto al poder estadounidense. Es el momento de usarlo para enfrentar, derrotar o destruir a otros regímenes que alojan al terrorismo islámico», agregó.

Aunque extrema, la opinión de Krauthammer está muy próxima a la de los derechistas nucleados en torno al secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, incluyendo al subsecretario Wolfowitz, cuya influencia es creciente en el gobierno de Bush.

Este fenómeno preocupa a los sectores liberales, que evitan criticar la conducción militar de Rumsfeld, pero insisten en que Washington no puede ganar la «guerra contra el terrorismo» sólo con amenazas y acciones militares.

El comandante militar de Gran Bretaña, principal aliado de Estados Unidos, Sir Michael Boyce, sostuvo el mismo argumento en un discurso pronunciado en Londres hace tres semanas.

Una «resuelta voluntad» de ganar destruyendo a Al Qaeda con una campaña de «alta tecnología» al estilo del «salvaje oeste» no es suficiente para ganar «los corazones y las mentes» en el mundo árabe, de donde proceden los terroristas, sostuvo Boyce.

La participación británica en la polémica animó a los liberales, que ven al secretario de Estado (canciller) Colin Powell como su único representante dentro del gobierno.

El sector liberal respalda los esfuerzos del gobernador del banco central británico, Gordon Brown, para poner en marcha una estrategia de desarrollo similar al Plan Marshall que Estados Unidos aplicó en la reconstrucción de Europa luego de la segunda guerra mundial, como freno a la expansión comunista.

La propuesta de Brown consiste en duplicar en los próximos 15 años la asistencia al desarrollo de los países del Sur, y canalizarla a la educación y la salud, sectores esenciales para combatir la pobreza.

Aunque el gobierno no mostró ningún interés por el proyecto cuando Brown visitó Washington en diciembre, algunos columnistas y legisladores la han considerado seriamente.

La guerra contra el terrorismo «es una misión militar sólo en una pequeña parte. Las más importantes son diplomáticas, políticas y económicas, tal como después de la segunda guerra mundial», estimó esta semana Gerald Seib, columnista del diario Wall Street Journal.

«En los años 40, el comunismo era la amenaza a contener. Hoy es una versión radical del Islam que predica que Occidente y Estados Unidos, en particular, son el origen de los problemas del mundo», afirmó Seib.

Sin bien Brown y otros conciben un esfuerzo mundial para reducir la pobreza y la desigualdad, algunos liberales arguyen que la ayuda económica no basta para tratar las raíces de los movimientos terroristas.

Aunque la pobreza es un factor indudable, «la humillación y la desesperanza» son estímulos fundamentales del terrorismo, opinó Shibley Telhami, analista de la Brookings Institution.

«Si destinamos una fracción de las energías que usamos en la campaña militar, para tratar las causas políticas de la humillación y la desesperanza, como el conflicto árabe-israelí, tendremos una oportunidad de éxito mucho mayor», afirmó Telhami esta semana.

«Aunque los promotores del terror estén hoy a la defensiva, la humillación pública y la impotencia están creciendo en Medio Oriente», advirtió Telhami. (FIN/IPS/tra-eng/jl/dc/ip/02

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