El gobierno de Cuba confirmó que no ha objetado ni pone obstáculos para que Estados Unidos traslade prisioneros capturados en Afganistán a su centenaria base naval de Guantánamo, en el extremo sudoriental de la isla.
«Aunque tenemos posiciones distintas acerca de la forma más eficaz de erradicar el terrorismo (…), no crearemos obstáculos al desarrollo de la operación», señala una declaración divulgada este sábado por medios periodísticos estatales.
El gobierno de Fidel Castro también dijo estar en «disposición de cooperar con los servicios de asistencia médica que fuesen requeridos», y en programas de saneamiento y campañas contra vectores y plagas en áreas periféricas de la base naval estadounidense de Guantánamo.
El comunicado fue entregado a la prensa extranjera pocas horas después de la llegada, el viernes, de los primeros 20 prisioneros talibán y militantes de la organización Al Qaeda, en medio de extremas medidas de seguridad, al enclave militar de Estados Unidos, que ocupa 117,6 kilómetros cuadrados de territorio cubano.
Ese primer grupo de prisioneros habría sido alojado de manera temporal en celdas individuales de la base estadounidense, acondicionadas en el llamado Campamento X-ray (rayos X), rodeado de alambradas de púa y torres de vigilancia.
La operación pudo ser observada con prismáticos por periodistas apostados en una colina, en el lado cubano, desde la cual era visible una parte de la pista aérea de la base.
En su declaración, el gobierno de Castro reconoció que las autoridades estadounidenses tuvieron el «gesto de informar previamente y con amplitud de detalles los pasos que se proponían dar para el alojamiento de los prisioneros».
El texto añade que se trabaja para «garantizar que en nada se afecte la seguridad de nuestra población», y que los últimos detalles de la operación fueron comunicados a las autoridades cubanas el lunes pasado.
Un alto oficial había confirmado el jueves que desde el 5 de este mes era visible un gran movimiento en la instalación militar estadounidense, con el arribo de unos 700 nuevos efectivos, decenas de vehículos y carga de todo tipo.
«A pesar del considerable incremento de personal militar que la operación requiere, no consideramos que la misma implique amenaza alguna para la seguridad del país», aclaró el comunicado de La Habana, que descartó un eventual aumento de las tropas destacadas en las afueras de la base estadounidense.
En ese sentido, el gobierno cubano consideró que ese personal, «altamente disciplinado y calificado, es suficiente para garantizar la seguridad de la población de la zona frente a cualquier riesgo que pudiera originarse» a raíz de las operaciones de traslado.
La zona que ocupa la base naval de Estados Unidos está rodeada por una franja de seguridad entre las posiciones cubanas y estadounidenses, compuesta por cercas alambradas de unos 2,5 metros de altura, caminos paralelos, campos minados y muchos obstáculos.
Toda el área por la cual podría accederse al enclave por tierra firme, desde el perímetro cubano, está sembrada de minas y así lo alertan numerosos letreros visibles a lo largo de los senderos que conducen a las distintas instalaciones.
Estados Unidos retiró sus minas en 2000, aunque tiene tecnología (que Cuba no posee) para restablecerlas en pocas horas, aseguraron autoridades de las tropas cubanas guardafronteras encargadas de la custodia y seguridad de la zona.
Desde un número indeterminado de altas torres, efectivos cubanos armados y provistos de telescopios mantienen una vigilancia permanente, tanto sobre el perímetro aledaño como sobre el recinto militar estadounidense.
En décadas pasadas, el enclave fue escenario de fuertes tensiones, pero la nota oficial aseguró que el clima ha cambiado en los últimos años y ahora se «respira una atmósfera de respeto mutuo».
Washington, a mediados de los años 90, utilizó esas instalaciones para albergar a casi 30.000 cubanos que habían salido del país durante la llamada crisis de los balseros, de agosto de 1994.
Los acuerdos migratorios suscritos por los dos países en septiembre de 1995 dieron un vuelco favorable a la situación, haciendo posible el diálogo entre personal responsable de uno y otro lado de línea fronteriza.
«No hay hoy allí lo que pudiera considerarse un ambiente de hostilidad y guerra», aseguró la declaración del gobierno de Castro, que dijo haberse «esmerado» en todos estos años en aplicar hacia el asunto de la base naval «una política cuidadosa y ecuánime».
El enclave fue cedido a Estados Unidos a perpetuidad por convenio bilateral firmado en 1903. Washington paga un arriendo que en la actualidad asciende a 4.085 dólares al año, pero que la Habana se niega a cobrar.
Esta semana, Cuba permitió por primera vez en más de 40 años la visita de periodistas a la puerta nororiental de la base naval de Guantánamo, la única entrada al lugar desde tierra firme y donde en el pasado funcionaba una aduana.
En gesto igualmente inédito, La Habana también facilitó la permanencia de la prensa extranjera en el punto cubano denominado Tres Piedras, desde el cual era visible, aunque a la distancia, el aeropuerto de la base estadounidense.
Cuba condenó el mismo 11 de septiembre los atentados terroristas en Nueva York y Washington, de los cuales Estados Unidos acusa a la organización Al Qaeda, liderada por Osama bin Laden.
Pero el gobierno de Castro también rechazó la campaña militar de represalia lanzada por Estados Unidos el 7 de octubre contra Afganistán. (FIN/IPS/pg/dm/ip/02