AMBIENTE-MEXICO: Monarcas sin trono

La fama ahondó los problemas de los santuarios de la mariposa monarca en México, tanto que hoy necesitan policías y dinero para su protección. Pero hay otros lugares del país a los que también arriba esa mariposa de gran tamaño, y allí, el anonimato ha sido su mejor defensa.

La monarca, que cumple todos los fines de año un rito migratorio de 5.000 kilómetros desde la región de los lagos de Canadá y Estados Unidos hasta México, es afectada por la presión demográfica, el turismo y la tala de bosques en sus cinco santuarios del centro de este país.

Los problemas son de tal magnitud que algunos ambientalistas creen que el futuro de esta especie de brillantes colores negro y naranja está en peligro, y el gobierno ha puesto atención especial en la zona a la que llega la mariposa.

Por decisión del gobierno de Vicente Fox, la zona de santuarios de la monarca, que ocupa unos 48.000 kilómetros cuadrados, está protegida desde fines de 2001 por policías que intentan impedir la tala de árboles, mientras que los campesinos del lugar reciben dinero por conservar el bosque.

Cuarenta y cuatro por ciento del área boscosa de los santuarios a la que llega la mariposa se ha perdido o degradado en las últimas tres décadas, con el consiguiente impacto sobre la especie, advirtió el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en inglés).

Pero las mariposas que no arriban a esos santuarios tienen otra historia. Aún no reciben turistas, el silencio del monte las acoge y el anonimato las protege.

«No vamos a cometer los mismos errores que en los santuarios. Aquí será la comunidad la que asuma la protección de la monarca y su bosque, y el turismo tendrá que ser controlado», dijo a Tierramérica Alejandro López, director de los parques nacionales Izta-Popo y Zoquiapan.

En los límites del Izta-Popo, la comunidad de Atlautla, ubicada en las estribaciones del volcán Popocatépetl, mantuvo por varios años en secreto la presencia de la mariposa en el lugar.

Pero hoy está decidida a aprovecharla para el desarrollo del ecoturismo, por lo que revela su ubicación y emprende tareas de organización con el apoyo de López.

Se trata de una zona montañosa, cerca de un cráter rodeado de árboles de oyamel. Allí se llega tras dos horas de viaje por un camino intrincado, que nace en el centro urbano de Atlautla, un municipio de seis mil habitantes, y es utilizado por campesinos y leñadores.

La mariposa arriba a ese lugar, 50 kilómetros al oriente de la capital, desde tiempos inmemoriales, para pasar el invierno boreal, pero sólo ahora se investigará su cantidad y comportamiento.

Por los relatos y la evidencia recogida, se puede asegurar que la cantidad de ejemplares de la mariposa monarca en Atlautla es muy inferior que en los santuarios, donde suman más de 100 millones.

«Quizá son menos, pero aquí las vamos a defender y aprovechar», señaló José Manuel Riva Palacio, un joven de la comunidad de Atlautla que trabaja en la cimiente de un proyecto de ecoturismo en la zona.

Atlautla no es el único lugar fuera de los santuarios donde habría colonias de la monarca. La WWF sostiene que hay muchos más, pero aún deben descubrirse.

«Si encontramos la monarca, como lo esperamos, no vamos a revelarlo sin tomar precauciones y que sea la comunidad la que maneje el tema», declaró a Tierramérica Miguel Angel Rodríguez, director del parque nacional Laguna de Zempoala, a unos 60 kilómetros de la capital, donde se ha reportado la presencia de la monarca.

Los reflectores están lejos de Zempoala y Atlautla, pero no los taladores. No obstante, la deforestación no es allí tan agresiva como en los famosos santuarios, que son visitados por miles de turistas cada año.

El director del parque nacional Izta-Popo pidió apoyo de militares y de la Procuraduría de Protección al Ambiente para combatir la tala en el lugar.

Mientras, en otros sitios a los que también llegaría la monarca, como en el meridional estado de Oaxaca, autoridades locales advierten que la deforestación avanza.

Millones de mariposas monarca empiezan en noviembre y diciembre de cada año un recorrido de seis semanas rumbo al sur, hasta llegar a México.

Luego de ofrecer durante varias semanas un colorido espectáculo, de descansar sobre inmensos árboles de oyamel, de madurar sus órganos sexuales y de aparearse, en marzo y abril se alimentan de polen, revolotean formando inmensas nubes y emprenden su regreso a Estados Unidos y Canadá.

Este fenómeno natural podría interrumpirse en un futuro cercano si continúa la destrucción de los bosques en los santuarios, advirtió el poeta mexicano y activista ambiental Homero Aridjis, director del no gubernamental Grupo de los Cien. (FIN/Tierramérica/dc/en/02

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