Las autoridades de Irán han logrado muy escaso éxito en la lucha contra el narcotráfico, y prevén que la situación se agravará debido al actual conflicto en el vecino Afganistán y tras el fin de esa guerra.
El flujo de refugiados afganos hacia Irán aumenta a medida que avanza la ofensiva militar de Estados Unidos y sus aliados contra el movimiento Talibán, que controlaba la mayor parte de Afganistán, y aumenta el dominio de ese país por la afgana Alianza del Norte, favorecida por tal ofensiva.
Es probable que el ingreso masivo de esos refugiados contribuya a incrementar la actividad de narcotraficantes que utilizan territorio iraní para el tránsito de drogas hacia otros países, pronosticó el secretario de la Comisión Antidrogas iraní, Mohammad Fallah.
Irán tiene unos 2.000 kilómetros de fronteras con Afganistán y Pakistán, dos de los mayores productores de narcóticos del mundo, y esas fronteras son atravesadas en forma permanente por grupos armados de contrabandistas de drogas, en su mayoría provenientes de territorio afgano.
Sea cual fuere el desenlace del conflicto afgano, «el narcotráfico encontrará una forma de sobrevivir», y sus actividades continuarán en Afganistán mientras ese país siga sumido en la pobreza, añadió.
Hay abundante evidencia de que el número de consumidores de drogas ilegales, y en especial de opio y heroína, aumenta en Irán pese a numerosos arrestos, sentencias a prisión y ejecuciones de contrabandistas y distribuidores de esas sustancias.
El consumo anual de opio en el país es 730 toneladas según datos de la Comisión Antidrogas, pero fuentes no oficiales aseguran que es mucho mayor.
Afganistán y Birmania producen casi 95 por ciento del opio manejado por narcotraficantes en el mundo, según especialistas.
La producción afgana de opio fue unas 400 o 500 toneladas anuales en 1989, y había aumentado a más de 4.000 toneladas en 1999.
Varios cientos de toneladas de opio proveniente de Afganistán son confiscadas cada año por fuerzas de seguridad iraníes, pero cantidades mucho mayores son consumidas en el país o lo atraviesan para ser enviadas a otras naciones.
El año pasado, Teherán cooperó con la Organización de las Naciones Unidas para promover entre los agricultores afganos cultivos alternativos al de la amapola, empleada para producir opio, pero Fallah piensa que la guerra «conduce a Afganistán a un futuro muy oscuro y peligroso», y que eso perjudicará a Irán.
Mahmood Alizadeh Tabatabaie, integrante del concejo municipal de Teherán y ex representante del Poder Ejecutivo en la Comisión Antidrogas, llegó a proponer que Irán comprara opio al Talibán y asumiera el abastecimiento de esa droga a otros países.
De ese modo, «por lo menos sacaríamos a los contrabandistas de escena y arruinaríamos su negocio», arguyó.
«Cinco mil toneladas de opio valen unos 250 millones de dólares. Si compráramos toda esa droga para quemarla, el resultado sería más deseable que la situación que afrontamos en la actualidad», sostuvo.
Iran gasta unos 875 millones de dólares anuales en la lucha contra las drogas, según datos oficiales.
El ayatolá Mahmoud Hashemi Shahroudi, jefe del Poder Judicial, ha sostenido que el gasto anual es aun mayor, unos 900 millones de dólares para fortalecer la vigilancia de las fronteras y otros 200 millones para luchar contra el narcotráfico interno.
Según la información disponible, el país realiza por completo ese enorme gasto con fondos propios.
Algunos expertos piensan que se trata de un gran desperdicio de dinero en esos rubros, ya que hay unos dos millones de adictos iraníes a las drogas ilegales, en una población de 66 millones, según las estadísticas oficiales, en las cuales muchos piensan que el problema es subestimado en forma intencional.
Los varones se transforman en adictos a edades tan tempranas como los 15 años, y las mujeres comienzan el consumo a edades más avanzadas.
«Mientras hablamos, están presos más de 100.000 contrabandistas, distribuidores y vendedores al por menor de drogas, pero los que permanecen en libertad y activos son por lo menos varios miles», afirmó Tabatabaie.
«En la mejor de las hipótesis, podríamos arrestar sólo a 10 por ciento de ellos, y con una estimación muy conservadora, cada vendedor al por menor abastece a por lo menos cinco o seis consumidores», indicó.
La justicia iraní sentencia a muerte a miles de personas cada año por delitos relacionados con las drogas, y Fallah dijo a IPS que durante el último año del calendario iraní, de marzo de 2000 a marzo de este año, se registraron 287 casos de consumo, por los cuales fueron encarceladas 227 personas.
En el mismo periodo, 1.083 narcotraficantes murieron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, según datos oficiales.
Sin embargo, pocas veces se producen arrestos de grandes narcotraficantes, es frecuente la condena a muerte de personas que poseían menos de 100 gramos de heroína, y menos de 1,5 por ciento de esas condenas llegan a ejecutarse.
La ley iraní establece desde hace más de una década que sea condenada a muerte cualquier persona en cuyo poder se descubran más de 30 gramos de heroína o más de cinco kilogramos de opio.
«La aplicación de esa ley determinó la condena a muerte en 1999 de 15.869 personas, pero los procesos judiciales correspondientes han concluido en sólo 1.735 casos, y sólo 233 condenados fueron ejecutados», explicó el viceministro del Interior para Asuntos de Seguridad, Gholamhussein Bolandian.
«Las condenas a prisión y las ejecuciones sólo son eficaces para la disuasión de los delincuentes en pequeña escala y el corto plazo, y pierden eficacia cuando se hacen masivas», alegó Fallah.
«Somo el país que ejecuta a más personas por delitos relacionados con las drogas, pero también el que registra mayor cantidad de hallazgos de drogas», destacó.
Otros piensan que el problema reside en deficiencias del sistema judicial y en la frecuencia de las conmutaciones de sentencias, dispuestas por las autoridades en ocasiones especiales como la celebración de Año Nuevo y fiestas religiosas, o debida a la intervención de personas influyentes.
Además, el gobierno es renuente a aplicar la pena capital cuando eso significa privar a familias de quienes aportan sus ingresos.
Según funcionarios gubernamentales, la pobreza y el desempleo contribuyen al aumento del consumo y el tráfico de drogas.
«El crimen organizado se aprovecha de la gente pobre para ganar fortunas», sostuvo Abbas Babaei, especialista en drogas del Ministerio del Interior.
El presidente Mohammad Jatami afronta una difícil situación en la lucha contra las drogas.
Por una parte, potencias occidentales presionan a Irán para que detenga el tránsito de drogas ilegales por su territorio, con destino a Europa. Por otra, los narcotraficantes internacionales han tenido la audacia de ofrecer dinero a Teherán para que les garantice el tránsito seguro de esas sustancias.
El enorme lucro de los narcotraficantes determina que estén decididos a no abandonar sus actividades, y el precio del opio aumenta con cada cruce de frontera.
Un kilogramo de opio puede valer unos 30 dólares en Afganistán, unos 1.000 dólares en Irán y hasta 8.000 dólares cuando llega a Londres. (FIN/IPS/tra-eng/yt/ccb/js/mp/ip/01