Costa Rica, uno de los países con mejores indicadores sociales de América Latina y el Caribe, comenzó a exportar un plan de combate contra la pobreza y la marginación, que tiene a la comunidad de factor esencial.
El programa, llamado Triángulo de Solidaridad, se aparta del asistencialismo tradicional para promover la organización de las comunidades, con el fin de que sea la propia sociedad civil la que gestione y lleve adelante sus planes de desarrollo.
La implementación de esta estrategia, con un presupuesto de 258.000 dólares anuales, ha permitido que varias comunidades de Costa Rica hayan desarrollado obras sociales básicas que, valoradas en conjunto, ascienden a casi 75 millones de dólares.
En poco más de tres años de existencia del programa se ha logrado poner en ejecución más de 2.000 proyectos de desarrollo en áreas de la educación, salud, infraestructura, producción y vivienda, 900 de los cuales ya se han concretado.
El plan recibe el nombre de Triángulo de Solidaridad debido a que implica a representantes del gobierno nacional, de los municipios y de la comunidad.
El mecanismo más frecuente para realizar las obras sociales es la entrega de recursos financieros por parte del gobierno, los municipios aportan la maquinaria y la comunidad colabora con la donación de terrenos y mano de obra.
«Así hemos logrado edificar escuelas y más aulas, caminos vecinales, puentes y acueductos», detalló la vicepresidenta de Costa Rica, la historiadora y politóloga Astrid Fischel.
El Triángulo de Solidaridad comienza a adoptarse en América Central y próximamente comenzará a implementarse en varios países de América del Sur, Africa y del sudeste asiático.
«El plan contra la pobreza se ha convertido en un producto de exportación y ha ido más allá de nuestras expectativas», aseguró Fischel, coordinadora nacional del plan.
Fischel comentó que el programa desde su puesta en práctica hace tres años ha dado resultados muy positivos, que han llamado la atención de los organismos multilaterales y de centros académicos de distintos países.
Un ejemplo de ello es que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Centro Kobe de Investigación, de Japón, están dando apoyo para la difusión de esta metodología.
«Esta estrategia pretende cambiar la mentalidad de las personas, pues les hacemos ver que no son objetos sino sujetos del desarrollo», y resulta sencilla, práctica y barata, explicó Fischel.
La filosofía de la estrategia es aprovechar mejor los limitados recursos que tienen los países pobres y capacitar a los líderes comunales.
«La estrategia deja como resultado capital físico, pero también capital social, pues se colabora para que las comunidades se organicen», añadió la vicepresidenta costarricense.
Los impulsores del Triángulo de Solidaridad aseguran que de esta manera se reducen a la mitad los costos de las obras de infraestructura social.
Otro de los aspectos positivos que se destacan es que la comunidad cuida más las obras, pues al colaborar en su realización desarrollan un mayor sentido de pertenencia.
La directora general del programa en Costa Rica, Ana Elena Chacón, apuntó que «el Triángulo de Solidaridad es una metodología en la que cada uno de los tres actores debe aportar ideas, recursos y trabajo».
Chacón explicó, además, que el programa establece una serie de «fiscales comunales», que son delegados de la sociedad civil designados para vigilar que los recursos lleguen realmente a las obras.
«De esta manera, la sociedad se convierte en vigilante y se logra una reducción sustancial de la corrupción», puntualizó.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha considerado al Triángulo de Solidaridad como uno de los tres mejores programas latinoamericanos para mejorar la calidad de vida.
«Es un programa que sí funciona», pues las tres partes que componen el programa disponen de mucha voluntad de trabajo, comentó a IPS Abenilda Espinoza, alcaldesa de Abangares, un municipio rural de Costa Rica con 16.000 habitantes.
Abangares, ubicado a 145 kilómetros al noroeste de San José, ha logrado construir a través del programa varios centros de salud, aulas y acueductos.
«Lo que pasa es que, aunque no teníamos dinero, unimos esfuerzos con el gobierno central y con la comunidad y todos aportamos algo», dijo Abenilda, maestra de profesión.
«Hemos hecho muchísimo, pese a que casi no tenemos dinero, como los proyectos de salud, educación, deportes, de seguridad y de capacitación en distintos oficios», detalló.
El Triángulo de Solidaridad comenzó a ser implementado en El Salvador, Honduras y en Nicaragua, mientras que está en fase previa de estudios en Argentina, Brasil, Ecuador, Panamá, República Dominicana, Uruguay y hasta en Mozambique.
Los expertos que lo han aplicado en Costa Rica asesoran a los países interesados para transferir los conocimientos adquiridos y la metodología empleada, para que el programa pueda ser adaptado a diferentes realidades.
Fischel informó que también se han contactado en busca del programa Corea del Sur, Indonesia, Irán y Vietnam. (FIN/IPS/nms/dm/dv/01