ARGENTINA: La caída del neoliberalismo

La caída de Fernando de la Rúa señaló el naufragio en Argentina de las políticas neoliberales, un barco que hacía agua desde la instalación hace dos años del gobierno desmantelado este jueves.

«Esta renuncia (la de De la Rúa) marca el cierre de un ciclo histórico iniciado en 1976, cuando se instaló una visión fundamentalista del neoliberalismo que persistió hasta hoy», declaró a IPS el ex ministro de Economía Aldo Ferrer, autor del libro «Historia de la Globalización» y miembro de la Comisión Sur para el desarrollo.

De la Rúa fue derribado por una prolongada crisis que se manifiesta en la continuada caída de la actividad económica durante 41 meses, un desempleo superior a 18 por ciento, una deuda pública de 132.000 millones de dólares y la amenaza de suspensión de pagos, y el estallido social.

El presidente saliente se compometió en 1999, al formar gobierno, a superar el proceso de deterioro gestado en la etapa final de la gestión de Carlos Menem (1989-1999).

Pero fue devorado por una espiral de conflictos coronados por los saqueos y manifestaciones del miércoles y el jueves, que causaron la muerte a 26 personas.

Ferrer sostuvo que ningun período de crisis en la historia económica argentina fue tan prolongado como el actual, que lleva un cuarto de siglo. Los momentos de mejoría fueron producto de «circunstancias efímeras», como los primeros años 90, cuando el sistema de cambio fijo acabó con la hiperinflación.

A partir de este fracaso «se abre una gran perspectiva» en un país que, a juicio de Ferrer, tiene un enorme potencial. «Argentina es una de las pocas economías del mundo que es autosuficiente en alimentos y energía y todavía tiene excedentes», destacó.

La interpretación de Ferrer fue coincidente con la de algunos académicos como Ricardo Sidicaro, quien señaló que la caída de De la Rúa no representa sólo el fracaso de una gestión sino la debacle del modelo neoliberal que los argentinos habían repudiado en las urnas en las elecciones presidenciales de 1999.

La defraudación de las expectativas generadas en un electorado ya cansado de esperar los frutos de las reformas neoliberales determinó una reacción espontánea y masiva de repudio de todos los dirigentes políticos e incluso de legisladores y líderes sindicales.

«Que no se crean que a (Domingo) Cavallo y a De la Rúa lo voltearon ellos, porque lo hicimos nosotros», advirtió este viernes Ariel González, un oyente de Radio Mitre de Buenos Aires que aludía así a los dirigentes del Partido Justicialista que emergieron como los herederos del poder.

Cavallo, gestor del régimen cambiario y protagonista en los años 90 del programa de privatizaciones y de reforma del Estado impulsado por Menem, renunció el miércoles al Ministerio de Economía, al que había regresado en marzo.

Otro manifestante, que se trasladó en la noche del jueves hasta la residencia presidencial adonde se refugió el presidente saliente, advertía con un niño en brazos que

«Tengan cuidado con lo que hacen» quienes asuman el nuevo gobierno, «porque vamos a salir nuevamente a la calle», dijo en la noche del jueves un manifestante que, con un niño en brazos, se hallaba ante la residencia presidencial, donde se refugió De la Rúa.

Por primera vez, los argentinos parecen decididos a controlar de modo directo a sus gobernantes. El aprendizaje lo hicieron tras sucesivas elecciones en las que votaron con escepticismo, pero mucho más en esta semana, cuando consiguieron derribar un gobierno.

La diputada Elisa Carrió, que hace por lo menos un año pronosticaba el final del modelo neoliberal, reconoció que «fueron los ciudadanos» los que terminaron con el gobierno.

«Estamos ante una crisis estructural del sistema» cuyo origen – tal como señaló Ferrer- se remonta a 1976, dijo.

En aquel año, un golpe de Estado dio lugar a una dictadura sangrienta y comenzó también un programa de reformas que no hubiera podido imponerse en el marco de un sistema democrático. «Allí comenzó la distribución injusta del ingreso que ahora va a estallar», señaló Carrió.

La dictadura, que se mantuvo hasta 1983, dio libertad a las transacciones financieras, pero sus decisiones también afectaron la competitividad de las exportaciones y comenzó un proceso de endeudamiento creciente, observó Ferrer.

El monto de la deuda externa, que equivalía a las exportaciones totales en 1975, subió hasta cinco veces las ventas externas en 1983, cuando el régimen entregó el poder a Raúl Alfonsín (1983- 1989).

Los intereses de la deuda, que eran 10 por ciento de las exportaciones, treparon a 60 por ciento en 1983.

Ese proceso, que desencadenó la hiperinflación y fue respondido con huelgas y saqueos, obligó a Alfonsín a entregar el gobierno al ya electo Menem seis meses antes del momento señalado por la Constitución.

Cavallo controló la inflación en 1991 con el ancla de la convertibilidad, el sistema cambiario transformado en ley por el Congreso que mantuvo hasta ahora al peso en la paridad uno-uno con el dólar. Se abrió entonces una etapa de estabilidad de precios y reactivación del consumo.

Pero los beneficios se diluyeron aún antes de que De la Rúa lograra su elección. Y el modelo impuesto, el mismo al que Menem y De la Rúa temieron como a un dios pagano, fue destruido este jueves por un estallido social largamente anunciado. Falta saber cómo sigue la historia. (FIN/IPS/mv/ff/ip/01

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