La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) de la Organización de las Naciones Unidas desacreditó versiones periodísticas sobre presunta inseguridad del arsenal nuclear pakistaní, pero hay interesados en crear alarma sobre el asunto.
La posibilidad de que terroristas islámicos se apoderen de armas nucleares pakistaníes «es, a nuestro juicio, la hipótesis más improbable», y los informes periodísticos que la plantean son «apocalípticos», sostuvo la AIEA el viernes, tras una sesión especial de emergencia realizada en su sede de Viena.
El más notorio de esos informes fue publicado por el periódico estadounidense The New Yorker en su edición del lunes, pero había sido divulgado el 29 de octubre. Lleva la firma de Seymour Hersh, un periodista muy informado, cuyo libro «La Opción Sansón» dio a conocer en 1991 el programa nuclear de Israel.
Hersh afirmó en ese artículo que «en las últimas semanas, una unidad secreta de elite del Pentágono (Ministerio de Defensa de Estados Unidos), entrenada para incursionar en otros países, encontrar armas nucleares y desactivarlas si es necesario, consideró planes para una operación en Pakistán».
También indicó que el entrenamiento de esa unidad se realizaba con cooperación de un grupo militar de operaciones especiales de Israel, «especializado en asesinatos, robo y destrucción de armas nucleares de otros países».
Es probable que Washington considere la hipótesis de llevar a cabo alguna operación de ese tipo, en el marco de su actual campaña militar contra Afganistán.
Sin embargo, resultó llamativo que Hersh sólo se refiriera a planes de incursión en Pakistán, ya que la vecina India también dispone de armas nucleares, y en el mismo artículo se afirmó que Nueva Delhi está dispuesta a emplearlas en la disputa con Islamabad por el territorio de Cachemira.
El periodista tampoco mencionó la posibilidad de una operación estadounidense para desactivar armas nucleares israelíes, pese a que en su libro de 1991 había revelado que el gobierno de Israel consideró la posibilidad de usar esas armas, como último recurso, durante su guerra de 1973 con países árabes.
Además, fuentes militares de Estados Unidos citadas en el informe dijeron que el arsenal nuclear pakistaní «sólo es controlado por el personal militar más confiable» del país, y que el gobernante militar de Pakistán, Pervez Musharraf, quitaría esa responsabilidad a cualquier oficial que le causara «una real preocupación».
El domingo, el diario estadounidense The Washington Post publicó con destaque un artículo titulado «Preocupación de Estados Unidos por armas nucleares de Pakistán». El mismo día llegó a Islamabad el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, quien negó en forma categórica que exista tal preocupación.
Las falsas noticias y las teorías sobre conspiraciones suelen proliferar durante las guerras, y muchas veces tienen su origen en aparatos militares que desean crear temor en la opinión pública, en beneficio de sus propios objetivos.
En este caso, pueden imaginarse tres motivos tras las versiones sobre el presunto peligro de que extremistas musulmanes se apoderen de un arma nuclear pakistaní, y los tres se vinculan con el estancamiento de la campaña militar contra Afganistán, un mes después del comienzo de los bombardeos el 7 de octubre.
En primer lugar, es posible que se trate de justificar el infructuoso esfuerzo bélico en curso y su eventual incremento. En este sentido, debe recordarse que el propio Rumsfeld dijo el 29 de octubre que su país no descarta el uso de armas nucleares contra Afganistán.
En segundo lugar, puede tratarse de un intento de atemorizar a la población estadounidense, para que mantenga su apoyo a una campaña militar prolongada.
En tercer lugar, existe la posibilidad de que se busque presionar a los países musulmanes aliados de Washington, entre los cuales está Pakistán, para que mantengan su apoyo a la campaña contra Afganistán, pese a crecientes protestas de su población.
Sea como fuere, Washington ha enfatizado en forma oficial su confianza en que el programa nuclear pakistaní está «bajo seguro control del gobierno» de Musharraf, y Rumsfeld reafirmó esa posición el jueves.
Cuando periodistas le preguntaron si había «alguna evidencia» de que las armas nucleares del país corrieran riesgos, el secretario de Defensa respondió «ninguna en absoluto».
De todos modos, el ministro de Relaciones Exteriores pakistaní, Abdul Sattar, anunciaron el domingo, en una conferencia de prensa conjunta con Rumsfeld, «esrictas medidas para custodiar la seguridad de las instalaciones nucleares» del país.
Al día siguiente, en Nueva Delhi, el secretario de Defensa estadounidense dijo a periodistas que no creía en la existencia de «riesgos en relación con los países que poseen armas nucleares, en la medida en que adopten medidas para su manejo seguro».
La historia del programa nuclear pakistaní indica su seguridad.
Ese programa fue lanzado en 1975 por el gobierno civil del primer ministro Zulfikar Ali Bhutto, como respuesta a una detonación nuclear experimental en India el año anterior, y en 25 años no se ha producido un solo accidente.
Las condiciones de seguridad se han mantenido mientras se sucedían ocho primeros ministros, cuatro presidentes, seis comandantes del Ejército, cuatro renovaciones anticipadas del gobierno y dos golpes de Estado militares.
Islamabad se comprometió por escrito en dos ocasiones ante la comunidad internacional a no exportar, compartir o transferir tecnología nuclear a otro país, y ha cumplido su promesa.
Ese compromiso se expresó en una carta del gobernante militar Sia ul-Haq al presidente estadounidense Ronald Reagan en noviembre de 1984, y en otra del presidente Ghulam Ishaq Khan a su par de Estados Unidos, George Bush (padre del actual mandatario estadounidense), en octubre de 1990.
El país estableció antes que India una cadena de mandos para supervisar en forma institucional el programa nuclear.
De 1975 a 1991, ese programa fue controlado por una comisión presidida por el primer ministro, y tal organismo fue ampliado hasta convertirse el año pasado en la actual Autoridad Nacional de Comando, dirigida por el presidente e integrada por altos funcionarios civiles, militares y técnicos.
La logística de seguridad nuclear está a cargo de una estructura clara y bien organizada controlada por las Fuerzas Armadas.
En ese contexto, no hay peligro.
Además, cualquier crítica a la seguridad del programa se vuelve contra el propio gobierno de Estados Unidos, que ha rechazado pedidos pakistaníes de asistencia para mejorar los sistemas de comando y control sobre las armas nucleares.
Washington alega que el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares prohíbe a los Estados firmantes, entre los cuales está Estados Unidos, asistir en asuntos relacionados con teconología nuclear a los no firmantes, entre los cuales está Pakistán.
También arguye que la asistencia solicitada aumentaría la capacidad de Islamabad de desarrollar armas nucleares.
En cualquier caso, la preocupación por la seguridad del arsenal pakistaní debería extenderse a los de India e Israel. Si eso no ocurre, los musulmanes del mundo pueden creer que ahora las armas nucleares tienen religión, al igual que el terrorismo. (FIN/IPS/tra-eng/mh/ral/mp/ip/01