El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, creará un nuevo puesto de alto rango para supervisar la situación de los 49 países más pobres del mundo.
La propuesta fue presentada el lunes para su aprobación por la Asamblea General, pero se trata de una mera formalidad, porque la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Países Menos Desarrollados, celebrada en Bruselas el pasado mayo, ya había recomendado la creación del cargo.
Además de los países menos desarrollados, el Alto Representante supervisará también la situación de los países en desarrollo mediterráneos y los pequeños estados isleños. Existe cierta superposición entre las tres categorías.
El funcionario tendrá el rango de subsecretario general, una categoría por debajo de la de secretario general suplente en la jerarquía de la ONU, explicó a la prensa Fred Eckhard, portavoz del foro mundial.
La Oficina del Alto Representante estará situada en la sede de la ONU en Nueva York.
Actualmente, todos los asuntos relacionados con los países menos desarrollados caen bajo el mandato de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), con sede en Ginebra.
Lo más probable es que el primer Alto Representante proceda de uno de los países menos desarrollados, aunque varios gobiernos occidentales expresaron su pretensión al cargo, cuyo salario anual ascenderá a 151.000 dólares.
El funcionario sólo será responsable de las tareas de coordinación y de información, así como de la promoción y la recaudación de fondos para aplicar el plan de acción adoptado en la conferencia de Bruselas, explicó Annan en un informe a la Asamblea General.
Todas las funciones de análisis y cooperación técnica continuarán a cargo de otras organizaciones del sistema de la ONU, incluso la Unctad, de acuerdo con sus mandatos.
«La comunidad internacional tiene la responsabilidad de adoptar las medidas de apoyo necesarias para revertir la marginación de los países menos desarrollados, los mediterráneos y los pequeños estados isleños en desarrollo, y de promover su rápida integración a la economía mundial», urgió Annan.
Las naciones más ricas del mundo continúan sin cumplir sus promesas de aumentar la ayuda para el desarrollo y el alivio de la deuda a los países menos desarrollados, afirmó la Unctad en un informe publicado el pasado abril.
La ayuda oficial para el desarrollo a esos países representó apenas 0,05 por ciento del producto interno bruto de las naciones ricas entre 1997 y 1999, muy por debajo de la meta de 0,15 por ciento fijada en la Segunda Conferencia de la ONU sobre los Países Menos Desarrollados (París, 1990).
La asistencia «es sólo la mitad de lo que era a comienzos de la década de 1990, pese a los compromisos de los donantes de aumentar la ayuda a los países menos desarrollados», lamentó la Unctad en su informe.
De los miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) que prometieron aumentar su ayuda, sólo cinco cumplieron el objetivo de 0,15 por ciento fijado en 1999: Dinamarca (0,32 por ciento), Noruega (0,30), Suecia (0,17), Luxemburgo (0,16) y Holanda (0,16 por ciento).
Según la Unctad, los países menos desarrollados son «bolsones de pobreza» en la economía mundial.
Como el ahorro doméstico en esas naciones es insuficiente para aumentar el ritmo de crecimiento, dependen de fondos externos, en especial del flujo de capitales públicos, para financiar su desarrollo.
Desde 1971, cuando la Asamblea General designó a 24 estados como «países menos desarrollados», el número ha aumentado hasta alcanzar 49 el pasado abril.
De esos 49 países, 34 pertenecen a Africa. Los restantes 15 incluyen nueve de Asia, cinco del Pacífico y uno del Caribe.
Las condiciones para la inclusión de un estado en la lista de los países menos desarrollados incluyen una población inferior a 75 millones, un producto bruto por habitante inferior a 800 dólares y un índice aumentado de calidad física de vida (que combina salud, nutrición y educación) de 47 o menos.
Hasta ahora, un solo país, Botswana, logró subir de esa categoría a la de país en desarrollo.
El programa de acción adoptado en Bruselas exhortó a «revertir la tendencia a la baja de la ayuda para el desarrollo y a cumplir los objetivos de asistencia acordados internacionalmente para los países menos desarrollados antes de 2005, y mejorar la eficacia de esa ayuda desvinculándola de cualquier condición».
La conferencia también pidió «un alivio profundo e inmediato de la deuda de todos los países menos desarrollados, incluso a través de la cancelación total de la deuda», así como «acceso seguro y predecible de sus productos a los mercados, libre de impuestos y de cuotas, en un plazo específico».
La conferencia de Bruselas fue la tercera de una serie. Las dos primeras se celebraron en París, en 1981 y 1990. (FIN/IPS/tra- en/td/aa/mlm/dv/01