Un dirigente del opositor Partido Justicialista (peronista) logró este jueves la presidencia del Senado de Argentina y se hará cargo del Poder Ejecutivo en caso de ausencia transtoria o definitiva del titular, Fernando de la Rúa.
La designación del opositor Ramón Puerta como presidente del Senado, una función que desempeñará a partir del 10 de diciembre, sumó una crisis política a las dificultades que el gobierno de De la Rúa ya enfrentaba en el área económica.
De la Rúa, de quien menos de 15 por ciento de las personas consultadas por empresas de encuestas expresan opinión positiva, recibe fuertes críticas por la debilidad de su gestión y por su invariable postergación de las decisiones más esperadas.
Casi todos los programas de humor de la televisión y la radio muestran al presidente como un hombre desorientado, lento, poco audaz, y sobre todo indeciso. El nombramiento de Puerta parece entonces una nueva consecuencia de la debilidad de De la Rúa.
La vicepresidencia está vacante desde octubre de 2000, cuando Carlos Alvarez, socio político de De la Rúa en la gobernante Alianza, renunció en desacuerdo con la inacción presidencial en un escándalo por sobornos en el Senado.
El primer lugar en la sucesión presidencial corresponde entonces al presidente del Senado. El justicialismo, vencedor en las elecciones parlamentarias de octubre, controlará 41 de los 72 escaños de la cámara alta a partir del 10 de diciembre, cuando se instalará la nueva legislatura.
Puerta reemplazará a De la Rúa cada vez que éste viaje al exterior y será presidente en caso de ausencia definitiva del titular. En esa eventualidad, el justicialismo sucedería a la Alianza en el poder.
Este escenario virtual provocó una crisis en el oficialismo, porque ante la debilidad de De la Rúa y la crisis económica acuciante, podría volverse realidad.
La renuncia de De la Rúa ya debió ser desmentida varias veces, hasta por el propio presidente. Numerosos legisladores y dirigentes la solicitan, mientras se propone la reforma de la ley de acefalía y otras iniciativas en ese sentido.
Más aún, algunos dirigentes del oficialismo y de la oposición creen que la sola designación de Puerta representa para el gobierno una derrota, que aumenta la incertidumbre y aviva el temor de una entrega anticipada del gobierno.
Los hechos recuerdan el caso de Raúl Alfonsín, dirigente como De la Rúa de la Unión Cívica Radical, que en junio de 1989, jaqueado por la hiperinflación y la presión social, entregó la presidencia a Carlos Menem seis meses antes del momento indicado por la Constitución.
Menem gobernó luego 10 años, hasta que asumió De la Rúa, en diciembre de 1999.
De la Rúa sostuvo este jueves que, de acuerdo con la tradición parlamentaria «lo correcto sería» que el titular del Senado fuera un legislador «del mismo signo político» que el presidente. Pero no se sumó a la airada reacción de los dirigentes de su partido ante la decisión de los opositores.
El único antecedente histórico en el siglo XX se tuvo en 1919, cuando la muerte del vicepresidente puso en primer lugar en la línea de sucesión del entonces presidente Hipólito Yrigoyen, también radical, a un político opositor que desempeñaba la presidencia del Senado.
El caso de De la Rúa sería más grave, porque el vicepresidente, Alvarez, renunció voluntariamente a seguir integrando el Poder Ejecutivo a menos de un año de asumir.
La dimisión de Alvarez fue la primera gran crisis política de la actual administración y mostró a un presidente en serias dificultades para tomar decisiones con celeridad.
El significado político de la designación de Puerta fue amplificado por las críticas de dirigentes cercanos a De la Rúa, que pusieron en evidencia la inestabilidad política y la derrota gubernamental.
El gobernador de la septentrional provincia de Chaco, Angel Rozas, presidente de la Unión Cívica Radical, consideró el nombramiento de Puerta «un golpe institucional», y exhortó a la oposición a postergar su «apetito de poder» hasta 2003, cuando el presidente finalizará su mandato.
«Por vía de hecho», se consagra «a un vicepresidente de la nación, y esto no se condice con la voluntad popular expresada en las urnas en 1999, donde el pueblo dio mandato a la Alianza para gobernar hasta 2003», dijo Rozas.
Pero las críticas sólo parecen poner en evidencia las dificultades del presidente para completar el periodo para el que fue elegido.
Por su parte, el ex presidente Alfonsín sostuvo que el justicialismo comete «un error estratégico serio» al aceptar ese cargo. Se trata de «un error, una equivocación que va a traer resquemores y problemas. Todo esto me parece muy anómalo», comentó.
En cambio, senadores justicialistas electos, como Jorge Yoma o Eduardo Duhalde, advirtieron que no se debería dramatizar la situación, porque su partido no pretende dar ningún golpe, ni afectar la gobernabilidad, ni tampoco cogobernar».
«El justicialismo ha demostrado una enorme prudencia para no obstaculizar la gestión tan errática de este gobierno», dijo Duhalde, que fue derrotado por De la Rúa en las elecciones de 1999.
No obstante, reconoció que el nombramiento en el Senado, que debió recaer en un oficialista, «debilita aún más a un gobierno que ya estaba debilitado». (FIN/IPS/mv/ff/ip/01