Los trastornos psicológicos que la guerra civil causó a muchos de los 500.000 habitantes de esta ciudad del norte de Sri Lanka persistirán durante décadas, advirtió un especialista.
«La guerra daña a los civiles más que a los combatientes. El impacto en los civiles es tanto físico como psicológico», dijo el profesor Daya Somasunderam, jefe del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Jaffna.
«Incluso si la guerra terminara hoy, tomaría al menos 30 años para curar a una población traumatizada», afirmó en una entrevista en esta ciudad, que estuvo ocupada por los rebeldes Tigres de Tamil.
Tres de cada cuatro estudiantes de nivel avanzado provenía de Jaffna en 1999. Este año la cifra cayó a 25 por ciento, dijo la consejera Kokila Mahendran.
«La educación es la única esperanza para la infancia en Jaffna. Los niños y sus padres persisten en ese empeño como la única esperanza para el futuro», comentó.
Mahendran tiene una visión de primera mano de los problemas que viven los niños. Directora asistente en el Departamento de Educación, realiza visitas de inspección a las escuelas y ha encontrado señales inquietantes de comportamiento agresivo.
Como promedio, cada escuela en Jaffna tiene de cinco a 10 niños neuróticos, dijo.
Durante la visita a una escuela, Mahendran se enteró que dos niños querían suicidarse. Uno tenía sólo nueve años y había intentado suicidarse en dos ocasiones anteriores. «Su padre también lo había intentado antes», aseguró Mahendran.
El otro, de 14 años, se castigó a sí mismo cortándose 36 veces. Desplazado por la guerra, se rodeó de malas compañías y se aficionó a las drogas.
«Hemos identificado a muchos menores, fundamentalmente niños, con patrones de conducta agresivos. Están deprimidos, roban, mienten e intimidan a muchachas y mujeres mayores», explicó Mahendran.
Muchas de estas acciones responden a un mecanismo de descargar la cólera y las emociones propias en otras personas, añadió.
La fobia, la ansiedad y los problemas de neurosis crecieron entre los niños. «Algunos adolescentes ya se levantan por la mañana con agresividad. La mayoría de ellos quiere pelear», dijo Mahendran.
Más de 60,000 personas han muerto desde 1983, cuando los Tigres por la Liberación de la Patria Tamil (LTTE) iniciaron su campaña por una patria independiente para la minoría tamil en el norte y este de la isla.
El movimiento rebelde creció en Jaffna, pero desde que el ejército les arrebató el control de la ciudad en 1995, el líder de los LTTE, Velupillai Prabhakaran, y sus dirigentes trasladaron su base hacia la selva Wanni, contigua a esta ciudad.
No obstante, los habitantes de Jaffna sufrieron algunas de las peores pesadillas de una guerra civil que se remonta 18 años, caracterizada por el fuego de artillería y demoledores bombardeos de los aviones del gobierno contra las posiciones rebeldes.
Jaffna, a pesar de estar bajo el control de las fuerzas gubernamentales, es una ciudad sitiada.
Los rebeldes trataron de romper el cordón militar el pasado año y casi lo logran. Como en combates anteriores, miles de habitantes abandonaron sus casas en busca de territorios seguros y tuvieron que quedarse en campos de refugiados.
Los signos de la guerra son evidentes por todos lados. Edificios destruidos por las bombas y controles militares con soldados armados llenan la ciudad.
Las Fuerzas Armadas no son las únicas que portan armas. Guerrilleros opuestos a los rebeldes tamiles se trasladan por la ciudad, frecuentemente hostigando a los civiles.
«Jaffna es como una prisión abierta», se lamentó Kandiah Kularatnam, presidente de la Cámara de Comercio de Jaffna.
«Nosotros vemos muchos de los efectos de los casos de trauma por los bombardeos y la artillería de los últimos años en el distrito de Thenmarachchi», dijo Somasunderam, el principal psiquiatra de la región y uno de los más respetados de Sri Lanka.
Somasunderam se refirió al efecto que tienen el desplazamiento forzoso en los niños. «Tener que dejar sus casas y pertenencias es demasiado para soportar. Pequeñas cosas como dejar atrás una mascota, la escuela, una planta o un árbol, todo los afecta», observó.
«Son obligados a vivir en un entorno nuevo y a asistir a escuelas nuevas. Algunos han visto morir a sus padres», apuntó.
Los niños traumatizados pierden el interés en los estudios, se niegan a ir a la escuela, se vuelven indiferentes, pierden el rumbo y el interés y tienen problemas para relacionarse, explicó.
«Hay una gran diferencia entre los adultos y los niños. Los niños no hablan. Gran parte de nuestra terapia se basa en dibujos y juegos. Es más fácil entrar de esta forma en la mente de los niños», dijo Somasunderam.
La crisis provocó la creación en Jaffna del primer equipo multidisciplinario del país para el tratamiento de las víctimas de traumas.
El gobierno de Canadá aportó asistencia financiera para el establecimiento del grupo que ha entrenado a terapeutas en el uso de las técnicas yogas de relajación para el tratamiento de niños y familias.
«Tenemos fondos para mantener a 20 personas. Hemos descubierto que en este caso los medicamentos no son efectivas para tratar a las víctimas. Por otra parte, los efectos de la terapia son lentos», precisó Somasunderam.
Somasunderam reveló que 20 egresados universitarios son entrenados para trabajo psicosocial, como parte de un proyecto de la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
El psiquiatra, quien trabajó en un proyecto sobre traumas vinculados a la guerra en Camboya a finales de los años 90, dijo que ese país empezó a recuperarse después de tocar fondo.
«Aquí está pasando lo mismo. Nosotros estamos cayendo de cabeza al fondo. Nuestro principal problema ahora es el trauma colectivo, algo para resolver a largo plazo», advirtió. (FIN/IPS/tra-en/ral/js/aq/he ip/01