China está lista para ingresar este año en la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero la gigantesca máquina burocrática nacional no está preparada aún para hacer frente a los desafíos de esa incorporación.
La prensa oficial ha informado extensamente sobre los cambios que el ingreso a la OMC implica para las empresas, la economía rural y la sociedad, pero dijo muy poco acerca del impacto que tendrá sobre el aparato burocrático.
«La OMC es una organización internacional que genera obligaciones para el gobierno, no para las empresas», subrayó el profesor Yu An, de la Facultad de Derecho de la Universidad Qinghua.
«El Estado ya no puede seguir siendo el vigilante de todas las actividades microeconómicas, sino que deberá comenzar a supervisar la macroeconomía», dijo.
Ese cambio implica una reforma de la burocracia más grande y antigua del mundo y la creación de un Estado pequeño y eficiente que se ajuste a las normas internacionales a través de la transparencia y la apertura política.
Se trata de una tarea formidable, porque el origen de la estructura burocrática de China se remonta a la dinastía Han, que comenzó junto con la era cristiana.
Cada líder chino que ha llegado al poder desde las reformas económicas de 1979 se propuso reducir el vasto y estratificado aparato de la administración pública, pero ninguno tuvo éxito.
Cuando Zhu Rongji asumió la jefatura de gobierno en 1998, anunció un plan radical para reestructurar el Estado en tres años, que incluía el cierre o fusión de 15 ministerios y comisiones de un total de 40, y el despido de hasta la mitad de los ocho millones de empleados del gobierno o el Partido Comunista.
El objetivo último era un sistema más afín al servicio civil occidental, donde en lugar de la voluntad de algunos hombres, rigiera la ley.
Si bien Zhu logró reducir el aparato burocrático, no logró transformar la manera en que el sistema gobernaba al país.
«Es un cambio difícil para este país», admitió Zhang Chengfu, investigador del Centro de Investigación para el Desarrollo del Consejo Estatal.
«Por miles de años, 'funcionario' significó alguien transportado en una silla de manos. ¿Les parece fácil que los funcionarios se bajen de esas sillas para transformarse en servidores públicos?», preguntó.
La Comisión Estatal de Planificación reconoció el problema y elaboró un plan especial para hacer frente a los desafíos del ingreso a la OMC.
China se transformará en miembro pleno de la organización comercial antes de fin de año, en una reunión de ministros de Comercio de los países miembros.
«China enfrentará dos grandes desafíos», dice un documento sobre el programa. «Uno es cambiar la forma en que actúa el gobierno, y el otro, el impacto del acceso equitativo al mercado sobre las empresas nacionales».
Para resolver estos problemas, China debe reformar las políticas y normas gubernamentales y los sistemas de controles administrativos y macroeconómicos, dice el documento.
El plan fija un plazo de cinco años para que Beijing desarrolle «un sistema administrativo acorde con las normas de mercado y de la OMC».
Varios niveles del gobierno todavía fijan normas mediante la emisión de documentos internos que circulan apenas entre un número limitado de funcionarios, observó el economista Ma Hong.
Además, las pautas fijadas por el gobierno central difieren de las observadas en los niveles burocráticos inferiores, y cada nivel tiene libertad para interpretar las normas adecuándolas a las condiciones provinciales o municipales.
Las autoridades locales de la China actual, donde 80 por ciento de los 1.300 millones de habitantes viven en el campo, actúan en muchos casos como señores feudales.
Los funcionarios locales pueden emitir normas que tienen fuerza legal -por ejemplo la creación de nuevos impuestos- y poseen facultades ilimitadas para hacerlas aplicar.
«Las diferencias entre el funcionamiento de nuestro Estado y las normas internacionales fijadas por la OMC son tan grandes que si no nos preparamos bien será muy difícil salvar la brecha», advirtió Ma Hong.
El secreto, las facciones regionales, los monopolios industriales y el proteccionismo regional son otros de los problemas que obstaculizan una incorporación plena a la OMC.
Veinte años después de que el líder comunista Deng Xiaoping lanzara sus reformas económicas, el mercado chino sigue muy fragmentado y los gobiernos locales con frecuencia aprueban y aplican normas para proteger empresas en sus respectivas jurisdicciones.
Pero esas medidas proteccionistas no tendrán lugar cuando China sea miembro de la OMC, porque cualquier violación a las normas internacionales perjudicará su comercio y pondrá en peligro la inversión extranjera.
Algunos observadores esperan que la presión externa derivada del ingreso de China a la organización comercial sea el empuje final que Beijing precisa para la demorada reforma política. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mlm/ip-if/01