La creciente oposición en países de Asia oriental a la presencia de bases y tropas estadounidenses choca contra iniciativas de Washington y de los gobiernos de la región para aumentar esa presencia aumente, indicaron analistas.
Las Fuerzas Armadas estadounidenses planean aumentar su despliegue en la región y el gobierno de Japón estudia la posibilidad de profundizar su alianza militar con Estados Unidos, tras los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
«El gobierno de Estados Unidos y los de Asia oriental afrontarán un importante desafío político», pronosticó Kent Calder, director de un programa sobre las relaciones entre Washington y Tokio en la estadounidense Universidad de Princeton.
«La competencia política interna en los países de la región conduce a presiones contra las bases estadounidenses», señaló el especialista, quien fue asesor especial de dos embajadores de Estados Unidos en Japón, Walter Mondale y Tom Foley, en un foro organizado por la japonesa Fundación Sasakawa para la Paz.
«En Japón se fortalecen las posiciones populistas de quienes piden la reducción del despliegue militar estadounidense», dijo en ese foro Yoichi Kato, periodista del diario japonés Asahi Shimbun.
«El papel de Estados Unidos en la defensa de Japón es muy cuestionado», añadió Kato, investigador invitado en la Universidad Nacional de Defensa y el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, ambos con sede en Washington, donde se realizó el foro esta semana.
El debate se llevó a cabo dos días después de que el Departamento de Defensa estadounidense diera a conocer la última edición de su Revista Cuatrienal de Defensa, una publicación dedicada a formular propuestas sobre la política militar y la estrategia del país.
La revista terminó de redactarse tras los atentados del 1 de septiembre, y en ella se destaca la importancia de la defensa del territorio estadounidense, así como la necesidad de aumentar el despliegue militar «disuasivo» en regiones clave del mundo, entre ellas Asia oriental.
Los autores del informe no mencionan en forma específica a China, pero dan a entender en forma muy clara que consideran necesario el despliegue en Asia de fuerzas suficientes para mantener a raya a las tropas de Beijing, y afirman que «Asia se transforma en forma gradual en una región donde puede producirse una competencia militar en gran escala».
«Existe la posibilidad de emerja en esa región un competidor militar con una formidable base de recursos, y el litoral oriental asiático, desde la Bahía de Bengala al Mar de Japón, es un área en la cual los desafíos son especialmente importantes», sostuvieron.
La mayor parte de ese litoral corresponde a las costas de China.
El Departamento de Defensa enfatizó que la marina de guerra estadounidense debe aumentar su despliegue de portaaviones en el Pacífico Occidental, y estudiar «opciones para instalar bases que puedan ser puertos de referencia de tres o cuatro nuevas naves de guerra y submarinos lanzadores de misiles de largo alcance destinados al área».
Eso se agregaría a la ya formidable presencia militar que implica la base naval estadounidense en la centrooriental ciudad japonesa de Yokosuka, puerto de referencia del portaaviones Kitty Hawk, el único de Estados Unidos con base fuera del país.
Washington debe «mantener sus importantes bases militares en Europa Occidental y Asia Nororiental, desde las cuales es posible desplegar fuerzas para afrontar contingencias en otras regiones del mundo», según los autores del informe del Departamento de Defensa.
En Asia, esas bases incluyen las instaladas en Corea del Sur por el Ejército, y dos en la sudoccidental isla japonesa de Okinawa.
Una de las bases en Okinawa es la de Kadena, la mayor de la Fuerza Aérea fuera de Estados Unidos, y la otra, de la Infantería de Marina, es una de las tres instaladas por esa fuerza para despliegue rápido fuera del país.
El despliegue de soldados estadounidenses en Europa disminuyó de 250.000 a menos de 85.000 tras el fin de la Guerra Fría, pero la presencia militar de Washington en Asia no se ha reducido, sino que tendió a fortalecerse en los últimos cinco años, destacó Calder.
En ese período, cambios económicos y políticos en los países asiáticos anfitriones de las bases estadounidenses han cambiado el panorama estratégico y creado presiones que Calder y Kato consideran amenazas para la posición militar de Washington en la región.
En Corea del Sur, la política gubernamental de reconciliación con Corea del Norte, así como las negociaciones entre Washington y Pyongyang, han «reducido en forma sustancial la percepción de una amenaza por parte de Seúl», señaló Calder.
Ese cambio se suma al aumento de las libertades políticas en Corea del Sur, y los sudcoreanos tienden a actuar en forma «menos inhibida» y a expresar mayor hostilidad contra la presencia militar estadounidense, comentó.
En Japón, organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales han aumentado su presión contra las bases estadounidenses, en especial luego de que un integrante de la Infantería de Marina de Estados Unidos violó en 1995 a una joven de Okinawa.
Seis año después, la hostilidad en Okinawa contra los estadounidenses es tan grande que un incidente similar al de 1975 «conduciría al colapso de la alianza militar» entre Washington y Tokio, aseguró Kato.
Además, los graves problemas problemas económicos que fronta Japón desde hace una década estimulan las criticas al gasto anual de unos 5.000 millones de dólares que realiza Japón para albergar las bases estadounidenses.
El gobernante Partido Democrático Liberal (PDL) ha cambiado sus posiciones históricas debido al liderazgo del actual primer ministro, Junichiro Koizumi, cuyo programa de reformas estructurales busca sustituir el reparto de la riqueza por el reparto de las cargas, indicó Kato.
En ese contexto, «es natural que la gente se pregunte si el país mantiene un trato justo» con Estados Unidos, o si Washington «se aprovecha» de Tokio, opinó.
El PDL, en el cual coexisten fracciones proestadounidenses y antiestadounidenses, afronta un grave dilema y «carece de argumentos convincentes para defender la alianza» militar con Estados Unidos, aseguró.
Esa alianza podía justificarse durante la Guerra Fría, al invocar amenazas de la Unión Soviética o de Corea del Norte, pero en la actualidad se ha defendido con argumentos sobre el peligro del terrorismo internacional, contra el cual la presencia militar estadounidense en Japón «es poco eficaz», explicó.
El gobierno japonés debería sostener en forma pública que la razón de esa alianza es en la actualidad la amenaza de China, y «la gente lo apoyaría», añadió.
Tras los atentados del 11 de septiembre, Koizumi decidió desplegar las Fuerzas de Autodefensa de su país, al cual Estados Unidos impuso prescindir de un Ejército tras derrotarlo en la Segunda Guerra Mundial, para apoyar eventuales acciones militares de Washington en respuesta a esos ataques terroristas.
En una encuesta realizada por el diario japonés Asahi sobre ese despliegue, 46 por ciento de los consultados expresaron su oposición a la decisión de Koizumi, y 42 por ciento la apoyaron.
«Eso muestra que la gente aún no está segura de que Japón deba emprender acciones militares», comentó Kato. (FIN/IPS/tra- eng/ts/js/mp/ip/01