ARGENTINA: El desencanto, favorito en elecciones parlamentarias

«Basta de realidades. Queremos promesas», dice con ironía un grafiti repetido en varios muros de la capital de Argentina, donde el escepticismo prevalece ante las elecciones legislativas del próximo domingo.

La mayoría de los consultados en las últimas encuestas sobre los comicios para renovar el Senado y la mitad de la Cámara de Diputados se definen a favor del llamado voto negativo, que puede ser en blanco o nulo, y por la abstención.

Los votantes elegirán este domingo a 127 de los 257 miembros de la cámara baja, que asumirán el 10 de diciembre y por un lapso de cuatro años, y a los 72 integrantes del Senado, según lo establecido en la reforma constitucional de 1994.

La Cámara de Senadores era conformada hasta ahora por elección indirecta, a través de los parlamentos provinciales, que también este domingo tienen su proceso de renovación total en algunos casos y parcial en otros.

Pero el rechazo a los políticos va mas allá aún en esta primera compulsa electoral desde que asumiera en diciembre de 1999 el gobierno de Fernando de la Rúa.

Muchos argentinos no quieren siquiera participar como autoridades de mesa, un llamado que hasta hace poco tiempo era motivo de orgullo. Unos 50.000 ciudadanos de los 99.000 convocados para este fin en la central provincia de Buenos Aires se excusaron por diversas razones.

En tanto, la firma Mori indicó que 38 por ciento de los encuestados en la capital argentina se ubican en esa nueva categoría de votantes que dicen a todo que no.

«No quiero votar en blanco y no quiero anularlo, pero no sé a quien votar, por eso pienso que quizás el domingo no vaya» a la mesa electoral, declaró un oyente de la radio Mitre, de Buenos Aires.

La empresa Gallup señala que 80 por ciento de las personas consultadas se manifestaron absolutamente desencantadas de la política, por eso los candidatos apelaron en los últimos días a mensajes críticos sobre el voto negativo en lugar de tratar de convencer a los tradicionales indecisos entre uno y otro postulante.

«Yo también, como usted, tengo bronca (rabia)», comienza el mensaje de uno de los políticos en carrera para ocupar un escaño en el Congreso legislativo.

«Yo sé que usted está harto de los políticos», dice otro candidato, y hasta hay miembros del gobierno de De la Rúa que confiesan no saber a quien votar, como es el caso de la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich.

Los jóvenes, los más desencantados con la política desde al menos 10 años atrás, encabezaron la lista de consultantes a los grupos no gubernamentales que informan sobre normas electorales, para conocer si existen efectos legales en caso de votar en blanco, anular el sufragio o directamente abstenerse.

También preguntan si el voto blanco o el anulado se repartirá entre los partidos a la hora de designar el porcentaje de escaños a ocupar.

Esa indiferencia por la política, provocada por el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de los 37 millones de argentinos, llevó a que los expertos en leyes electorales ocuparan el centro de la escena, relegando los debates entre candidatos.

Las distintas interpretaciones de los especialistas sobre los efectos del voto negativo parecen haber causado mayor confusión entre los votantes, ya de por sí poco inclinados a informarse sobre los antecedentes y la oferta de los partidos.

La decepción de la población castiga en especial a los postulantes de la Alianza de De la Rúa, que llegó al gobierno con la promesa de reactivar la economía, reducir el alto desempleo y realizar una gestión más transparente que su antecesor Carlos Menem (1989-1999), hoy detenido por presunto tráfico de armas.

Sin embargo, tras casi dos años de administración el país afronta una profunda crisis económica y el desempleo alcanza a más de 16 por ciento de la población económicamente activa.

El último plan implementado para intentar superar la crisis implicó un severo ajuste del gasto público en busca de eliminar el déficit fiscal y evitar así recurrir a nuevos créditos externos.

Tras el intento de llegar al denominado déficit cero se recortaron los salarios público y las pensiones, además del presupuesto de distintas áreas básicas como la salud y los planes sociales de atención de niños, enfermos y pobres.

Una encuesta realizada en septiembre por el estudio Graciela Romer indicó que la gestión de De la Rúa recoge la aprobación de sólo cuatro por ciento de los consultados.

Antes este panorama, muchos de los candidatos de la gobernante Alianza incluyeron en sus discursos severos cuestionamientos al propio De la Rúa.

Es el caso del ex jefe del gabinete Rodolfo Terragno, postulante al Senado por la ciudad de Buenos Aires, quien renunció a su cargo por disidencias con la política económica.

Lo mismo ocurre con el primer candidato a senador por la provincia de Buenos Aires, el ex presidente Raúl Alfonsín (1983- 1989), que a pesar de haber sido el impulsor de la creación de la Alianza hoy es uno de los principales críticos del giro a la derecha del gobierno en el último año.

La Alianza nació en 1996 de un acuerdo entre la Unión Cívica Radical, el centenario partido al que pertenecen De la Rúa, Alfonsín y Terragno, y el centroizquierdista Frente País Solidario (Frepaso), liderado entonces por Carlos Alvarez, elegido luego vicepresidente.

La coalición planteó en su campaña electoral de 1999 terminar con la corrupción y llevar adelante un programa de gobierno cercano a la llamada «tercera vía», la nueva tendencia socialdemócrata liderada por el primer ministro británico Tony Blair.

Pero en los primeros meses de gobierno el Ministerio Economía puso en marcha un programa limitado a reducir el desequilibrio fiscal heredado de Menem, lo cual profundizó la recesión económica que ya llevaba más de un año.

En medio de ese deterioro económico y cuando aún no se habían cumplido 10 meses de gestión, sobrevino la renuncia de Alvarez a causa de la falta de respaldo de De la Rúa a sus investigaciones por presuntas prácticas de sobornos en el Senado.

La renuncia de Alvarez, seguida luego de otros dirigentes del Frepaso, vaciaron de contenido centroizquierdista al gobierno, que se volcó más a la derecha este año con la designación como ministro de Economía de Domingo Cavallo, quien ya había ocupado ese cargo durante la administración de Menem.

El cambio de aliados en el gobierno provocó un aislamiento de los pocos miembros del Frepaso que aún permanecen en funciones ejecutivas y debilitó todavía más a la Alianza, que afronta estas elecciones unida sólo en algunos distritos del país.

Entre aquellos lugares en los que la Alianza pudo sobrevivir se cuenta la ciudad de Buenos Aires, cuyo jefe de gobierno, Aníbal Ibarra, es hoy uno de los referentes del Frepaso, y donde los candidatos expresan a la coalición original y compiten con los adherentes a Cavallo.

Mientras, el Partido Justicialista (peronista), cuya dirección se distanció de Menem, aparece como favorito para ganar las elecciones en la provincia de Buenos Aires, el distrito con mayor cantidad de votantes del país, y repetir en algunas otras.

En este marco, el sector que aparece más ascendente en las encuestas es el nuevo partido Argentina para una República de Iguales (ARI), un desprendimiento de la Alianza liderado por la diputada Elisa Carrió.

A pesar de que Carrió no se postula a senadora y que su escaño no está en juego en estas elecciones, su actuación en favor de sus candidatos la transformaron en la estrella de la actual campaña política y es la dirigente con mayor credibilidad en la población.

Su figura ocupa el lugar dejado por el Frepaso y, por extensión, la Alianza luego de asumir el gobierno, con una postura intransigente frente a la corrupción y siempre al borde de ser expulsada del «establecimiento político», como Alvarez, como señalan los analistas.

Así, los expertos señalan que los dirigentes políticos argentinos deberán hacer un balance crítico de su desempeño tras las elecciones parlamentarias de este domingo, aunque el gran volumen del voto negativo que aparecen en las encuestas se diluya al momento de enfrentar las urnas. (FIN/IPS/mv/dm/ip/01

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