Los indígenas recordaron este viernes los 509 años de la llegada de los europeos a América, mientras la principal instancia regional creada para apoyarlos vive momentos de agonía.
El Instituto Indigenista Interamericano (III), grupo especializado de la Organización de Estados Americanos (OEA) con sede en México, está acéfalo desde comienzos de este mes, cuando renunciara su director, José del Val, tras admitir que la institución está en crisis.
«La renuncia de Del Val es un hecho más que indica que el instituto no cumplió su misión y que sólo es un agonizante botín burocrático de los gobiernos» del continente, dijo a IPS el boliviano Alfonso Alem, director de la Fundación Rigoberta Menchú.
«Ojalá que las movilizaciones de este 12 de octubre recuerden a los países miembros de la OEA que hacen poco o nada por los pueblos indígenas», señaló el director de la organización que patrocina Menchú, la guatemalteca premio Nobel de la Paz.
Indígenas de varios países de América Latina realizaron este viernes marchas para recordar la llegada a la región del genovés Cristóbal Colón, fecha que los indígenas piden no celebrar, pues, según ellos, marcó el inicio de su explotación.
El III se creó en 1940 en el Primer Congreso Interamericano Indigenista, que se realizó en México, y 13 años después se convirtió en organismo de la OEA, con el mandato de promover «la adopción de políticas que favorezcan el desarrollo de los pueblos indígenas».
Su último director justificó su renuncia al considerar que, aunque luchó por cambiar al III, no logró que la institución respondiera a sus mandatos.
En una conversación previa con IPS, Del Val reconoció que cada fin de mes debía hacer esfuerzos extraordinarios por pagar a sus colaboradores, pues los países de la OEA no entregaban sus cuotas respectivas para el funcionamiento del III.
El Instituto se limitó los últimos años a patrocinar publicaciones y a organizar reuniones sobre cuestiones indígenas, pero con bajo perfil y escasos recursos.
En 1989, la OEA prometió concertar una «Declaración Interamericana sobre Derechos de los Pueblos Indígenas», pero en vez de encargar la redacción al III, entregaron esa tarea a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Los gobiernos americanos revisaron el borrador de la declaración recién en 1999, pero hasta la fecha «no hay ningún avance sustantivo que indique que será aprobada», declaró Alem, quien sigue el asunto de cerca.
«El III debe reformularse para asumir el liderazgo que ofreció al momento de crearse, igual que las posiciones de los gobiernos sobre el tema indígena», opinó.
Estados Unidos y otros países se oponen a los conceptos de pueblo, autonomía y autodeterminación que las organizaciones indígenas piden incluir en la declaración interamericana.
Aunque algunas comunidades lograron los últimos años conquistar espacios de representación política, la mayoría de los 40 millones de indígenas que viven en la región permanecen sumidos en la pobreza y la marginación.
Sus demandas por la autonomía reciben el rechazo de numerosos gobiernos, cuyos representantes argumentan que esas pretensiones podrían dividir a los Estados.
En la Organización de las Naciones Unidas (ONU) también se discute desde los años 80 una declaración de derechos de los pueblos indígenas. Sin embargo, los debates aún no concluyen.
Al igual que en la OEA, la mayoría de análisis realizados en la ONU sobre las declaraciones las realizan «expertos que están muy lejos de las organizaciones indígenas», explicó Alem.
Según el director de la Fundación Rigoberta Menchú, el III es una víctima más «de la burocracia internacional y de los intereses de los gobiernos por mantener los asuntos indígenas en un bajo perfil». (FIN/IPS/dc/dm/ip/01