Bombas y misiles de Estados Unidos cayeron este lunes por segundo día consecutivo en Afganistán, pero aún no es claro el objetivos persigue el gobierno de George W. Bush.
Es evidente que Bush pretende desmantelar la red Al Qaeda (La Base), a la que responsabiliza de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, y expulsar del poder al régimen Talibán, que controla más de 90 por ciento del territorio de Afganistán.
Pero aún no se sabe a quién promoverá Estados Unidos para reemplazar a Talibán, que protege al extremista saudita Osama bin Laden, acusado por Washington de estar al frente de Al Qaeda.
Así mismo, Washington dejó la puerta abierta para ampliar la guerra a otros países de Medio Oriente.
ôAcciones posteriores con respecto de otras organizaciones y estados podrían tomarse en las semanas y meses veniderosö, advirtió el embajador de Estados Unidos John Negroponte al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas este lunes.
Esa opción refleja una división interna de Washington sobre si atacar a Iraq y posiblemente a otros países vecinos como parte de la ôguerraö de Bush contra el terrorismo, incluso si no hubiera pruebas que los vinculen específicamente a Al Qaeda o a los atentados de septiembre, que mataron a 6.000 personas.
Los aliados árabes de Washington advirtieron a Bush que la guerra más allá de Afganistán irritaría a la opinión pública de sus países, dificultando su apoyo a la guerra antiterrorista de Bush.
Los ataques del domingo parecen haber tomado en cuenta las advertencias árabes contra toda acción militar que pudiera causar numerosas víctimas civiles.
Funcionarios del Pentágono (Departamento de Defensa) dijeron que los bombardeos en curso pretenden destruir 36 objetivos militares, sobre todo baterías antiaéreas de los Talibán, instalaciones de comando y control y bases aéreas en torno de Jalalabad, Kabul y Kandahar, para permitir el dominio aéreo estadounidense.
Aunque seguramente abandonados, campamentos de entrenamiento presuntamente utilizados por Al Qaeda también fueron atacados con bombas arrojadas desde aviones B-1 y B-52.
Tanques del Talibán también fueron atacados en Mazar-i-Sharif, próximo a la frontera con Uzbekistán, en lo que parece un claro indicio de que Washington espera que la Alianza del Norte, la coalición de milicias tajikas y uzbekas que controlara Kabul de 1992 hasta 1994, retome la región estratégica, quizá con apoyo directo de Estados Unidos.
El secretario de Defensa Donald Rumsfeld se reunió con el presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, en Tashkent el viernes, y habría recibido permiso para usar las bases aéreas de ese país y lanzar ataques de unidades especiales en Afganistán.
Más de 1.000 soldados estadounidenses se encuentran en Uzbekistán y se espera que la cifra aumente en los próximos días.
Funcionarios en Washington indicaron que los bombardeos iniciales llevarán al menos una semana, hasta que entren en acción las tropas terrestres para buscar a Bin Laden y otros dirigentes de Al Qaeda.
Hay indicios de que ya hay tropas estadounidenses en Afganistán, en coordinación con fuerzas de la Alianza del Norte que controlan el valle de Panshir, al norte de Kabul.
La Alianza del Norte, que tiene unos 15.000 combatientes, ya estaría en movimiento para tomar el control de la base aérea de Baghram, a 40 kilómetros de Kabul.
El respaldo de Washington a la Alianza tiene sus riesgos, ya que la mayoría de los expertos sobre Afganistán argumentan que, debido a su limitada base étnica y a una historia de luchas intestinas, la Alianza necesita el apoyo del mayor grupo étnico del país, los pushtuns, para mantenerse en el poder.
El Talibán es dominado por pushtuns, pero la teología ultraortodoxa de su líder, Mohammed Omar, distanció a algunos dirigentes talibanes, sobre todo en el sur del país.
Allí es donde Washington comenzó el domingo a arrojar alimentos y medicinas para la población civil, en un claro intento de persuadir a los afganos y la comunidad internacional de que la guerra se libra sólo contra Al Qaeda y el Talibán.
Un alto funcionario del Departamento de Estado, Richard Haass, se reunió la semana pasada en Roma con el rey exiliado de Afganistán, Zahir Shah, de 88 años, para negociar un pacto entre él y la Alianza del Norte.
Washington espera que el rey actúe como nexo para los pushtuns, incluso varios dirigentes talibanes distanciados de Omar.
Una coalición entre la Alianza del Norte, Zahir Shah y talibanes desencantados podría bastar para expulsar del poder a Omar, pero funcionarios de Washington reconocen que no existe seguridad de que la misma gobierne como una fuerza coherente.
Así mismo, Pakistán, que ha objetado el acercamiento de Washington y la Alianza del Norte, teme que la vuelta del rey reflote reclamos territoriales de Kabul contra Islamabad.
Además del futuro gobierno de Afganistán, Washington también deberá decidir si llevará la guerra a Iraq, aunque no existan pruebas que vinculen al régimen de Saddam Hussein con los atentados de septiembre.
Funcionarios del Pentágono y del entorno del vicepresidente Dick Cheney apoyan un ataque contra Iraq y contra objetivos ôterroristasö en Líbano y Siria.
El secretario de Estado Colin Powell, así como aliados árabes y europeos de Washington, se oponen firmemente a esa opción, porque sería tomada como una provocación por la opinión pública islámica, sostienen. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/ip/01)