La experimentación genética puede provocar nuevas formas de discriminación, advirtieron hoy participantes de la Conferencia Mundial contra el Racismo en la ciudad sudafricana de Durban.
El desarrollo de la genética cierne la amenaza de un futuro deshumanizado, con seres manipulados en el laboratorio, dijeron participantes de un panel instalado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Los panelistas se refirieron a «Un mundo feliz», la novela escrita en 1932 por el británico Aldous Huxley, que preveía el uso de la genética como un instrumento de poder en una sociedad sin enfermedades ni vejez, pero sin disenso ni emociones que alteraran la estabilidad personal y social.
«La genética moderna, ¿no podría crear una generación de superhumanos que dominen a masas de subhumanos excluidos del paraíso genético o manipulados con fines de control social o mayor explotación?», se preguntó Jerome Binde, de Unesco.
No obstante, Binde reconoció que «la terapia genética es una enorme promesa para el tratamiento de enfermedades hereditarias y para innumerables problemas de salud».
Además los conocimientos genéticos permitieron descartar teorías científicas que servían de base a la diferenciación racial, puntualizó.
Pero en opinión del especialista en bioética Axel Kahn, se equivocan quienes creen que el racismo está derrotado.
«Temo que hemos disparado el gatillo», aseguró, con respecto a que las diferencias culturales han reemplazado a la raza como fuente de discriminación. «La prueba científica es una condición necesaria pero no suficiente para terminar con el racismo», agregó.
Los participantes del panel coincidieron en que descubrimientos como la secuencia de del material genético humano alcanzada en el Proyecto Genoma Humano exigen medidas para impedir nuevas formas de discriminación.
La escritora sudafricana Nadine Gordimer, ganadora del premio Nobel de Literatura 1991, señaló el peligro de que la investigación sea aprovechada sólo por los ricos y subrayó que la ciencia debe ser explicada en términos comprensibles para todos.
«¿Los beneficiarios serán los ricos de piel clara y no los desposeídos de piel oscura? Esta es la pregunta que debe hacerse la comunidad médica», sostuvo Gordimer.
La escritora consideró que «la ingeniería genética es el nuevo rostro de la globalización», a la que describió como un proceso en el que «grupos poderosos expresan y protegen sus propios intereses».
Dadas las crecientes disparidades de poder y riqueza, la genética corre riesgo de ser parte de un «nuevo feudalismo», aseveró.
Los descubrimientos genéticos muestran que «todos somos africanos bajo la piel», pues Africa es la región de origen de la humanidad, sostuvo por su parte George Annas, profesor de la Universidad de Boston y fundador de la organización no gubernamental Médicos y Abogados Globales.
Sin embargo, aunque el Proyecto Genoma Humano reveló que las similitudes entre grupos étnicos son «99,9 por ciento» de la conformación humana, subsiste una amplia gama de diferencias, dijo.
Annas propuso un tratado adicional a la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos elaborada por Unesco en 1997, que prohíba la duplicación genética y las técnicas para alterar las características físicas de la especie humana.
La Declaración de la Unesco, adoptada como Convención de la Organización de Naciones Unidas en 1998, fue el primer instrumento internacional que prohibió la clonación de seres humanos. También declaró al genoma humano patrimonio de la humanidad, reafirmó la universalidad de los derechos humanos y rechazó el determinismo genético.
Alemania, Francia y Estados Unidos también prohibieron la clonación humana. Pero otros países se muestran reacios a ese camino arguyendo la necesidad de mantener abiertas las posibilidades de mejorar biológicamente a la especie humana.
Annas defendió varias medidas de regulación adoptadas por Estados Unidos y sugirió que un nuevo tratado internacional debería contener principios destinados a impedir el mal uso de las tecnologías genéticas y fortalecer la convención vigente.
Citando al presidente de la República Checa y escritor Vaclav Havel, Annas afirmó que es tiempo de desarrollar «la conciencia de especie» para proteger a la humanidad de la fantasía descrita por Huxley en «Un mundo feliz». (FIN/IPS/tra-eng/fk/aa/dc/hd sc/01