/BOLETIN-DD HH/ DERECHOS HUMANOS: Menchú y Quezada saben de discriminación

La mexicana Inés Quezada, que pide limosna en las calles de la capital, tiene en común con la premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú una vida marcada por la discriminación por el sólo hecho de ser indígenas.

La guatemalteca Menchú utiliza su fama y su relación con mandatarios para abogar por quienes llama sus hermanos. Mientras, Quezada apenas sabe que Vicente Fox es el presidente de México y no le interesa ni conoce de política o de luchas sociales.

«Nosotros somos símbolo del racismo, pero no somos los únicos que lo sufrimos», señaló a IPS Menchú, al referirse a los casi 40 millones de indígenas de América, la gran mayoría de ellos pobres y discriminados.

Por su parte, Quezada reconoce que «no entiende bien lo del racismo», pero está segura «que los ladinos (mestizos) son un poco malos».

La indígena guatemalteca, quien encabeza en México la fundación que lleva su nombre, participa hasta el 7 de septiembre en la ciudad sudafricana de Durban en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, que comenzó el viernes.

Mientras Menchú habla sobre los indígenas americanos en ese foro, Quezada sigue con su rutina de pedir día tras día, entre las nueve de la mañana y las siete de la noche, algo de dinero a los automovilistas que se detienen en un cruce de calles de la capital de México.

A pesar de sus diferencias, Menchú, de 42 años, y Quezada, de 40, comparten historias parecidas a las de millones de otras mujeres indígenas.

En Guatemala, los indígenas son alrededor de la mitad de una población de 12 millones de habitantes, y en México, 10 por ciento de un total de 100 millones.

Las investigaciones indican que 50 por ciento de las mujeres indígenas guatemaltecas y 48 por ciento de las indígenas mexicanas son analfabetas.

«Con los pueblos indígenas hay una deuda histórica que nunca olvidaremos, pero lo más grave es que hoy la llamada globalización es la globalización del racismo, de la exclusión, de la xenofobia», afirmó Menchú.

La premio Nobel guatemalteca y la mujer que vive de la caridad pública en México sufrieron de niñas los rigores de la vida en campos empobrecidos, pero ambas recuerdan también con alegría un pasado en comunidad y familia y de cercanía con la naturaleza.

Las dos trabajaron cuando eran pequeñas como empleadas domésticas en casas de mestizos, donde sufrieron maltrato.

Menchú, luego de esa experiencia, se embarcó en la aventura de organizar a su comunidad para defender vida y cultura en medio de una guerra civil, que en 36 años, hasta diciembre de 1996, dejó más de 200.000 víctimas.

En tanto, Quezada permaneció la mayor parte de su vida en la ciudad de México, donde junto a sus tres hijos, de ocho, 10 y 15 años, intenta ahora sobrevivir soportando el maltrato que dice recibir de los «ladinos».

Quezada, que nunca fue a la escuela, es una de las miles de mujeres de este país que sienten que para ellas no hay futuro. «Lo único que necesito es un poquito de dinero para regresar a mi campo, pero ya nunca trabajaré con ladinos», expresó.

También indicó que prefiere pedir ayuda a trabajar en alguna casa, pues «ya lo hice y el señor me trató muy mal».

Para Menchú, «el racismo se vive todos los días», pero no lo sufren sólo los indígenas, sino también los emigrantes mexicanos en Estados Unidos, todos los latinoamericanos y asiáticos en Europa y «los negros en cualquier rincón de la Tierra».

«Ojalá se pueda rescatar la conferencia (de Durban), pero las discusiones que hubo en las reuniones preparatorias han sido lamentables. Hay una exclusión masiva de los problemas actuales, se quiere volver años atrás para no abordar la realidad de hoy», señaló.

Quezada, originaria de una comunidad del meridional estado de Chiapas, no conoce y dice no tener interés en la reunión de Sudáfrica sobre racismo y discriminación. «Yo sólo quiero una ayuda para regresar a mi tierra», apuntó.

Menchú observó que, «mientras los señores de corbata discuten (la situación de los indígenas) en condiciones de lujo, los pueblos nativos están siendo aniquilados por la intolerancia, la ignorancia y el hostigamiento».

«Creo que el espacio digno para discutir los derechos indígenas aún no se ha creado, pero se instalará en la medida que la lucha indígena siga con su coraje y que nuestras generaciones futuras no olviden su memoria y tengan autoestima para defender su dignidad e identidad», añadió. (FIN/IPS/dc/dm/hd/01)

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