SALUD: La genética como arma contra la malaria

La empresa Celera Genomics, descubridora de la secuencia del genoma humano, se sumó a la investigación genética sobre la malaria, una enfermedad que mata a tres millones de personas por año, la mayoría en Africa.

Los estudios de la compañía estadounidense abrirían las puertas a la creación de una vacuna o de medicamentos efectivos contra la malaria.

Celera Genomics recibió una subvención de nueve millones de dólares del estadounidense Instituto Nacional de Enfermedades Alergénicas e Infecciosas (NIAID), uno de los Institutos Nacionales de Salud que compitió con la compañía en la carrera por descubrir la secuencia del genoma humano.

Los fondos se destinarán a colaborar en la investigación del genoma del mosquito anofeles, portador del parásito de la malaria, cuyos resultados se conocerán en la primavera boreal de 2002.

El gobierno de Estados Unidos integra así a Celera a las investigaciones que realiza hace más de dos años un consorcio internacional en el que participan la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Instituto Pasteur y el Laboratorio Europeo de Biología Molecular, entre otros.

El genoma es la totalidad del material genético de un organismo. Su secuencia es la ubicación de las combinaciones de las cuatro bases químicas del ácido desoxirribonucleico (ADN) de un organismo, representadas por las letras A, C, G y T, donde se encuentran los genes.

Mientras el genoma humano contiene 3.000 millones de pares de bases de ADN, el genoma de una bacteria contiene entre uno y tres millones de pares de bases.

Una vez alcanzada la secuencia del genoma, la informática, la robótica y otras tecnologías avanzadas asisten a los investigadores para ubicar la posición y la función de cada gen.

La malaria es causada por el parásito unicelular plasmodium falciparum, variedad mortal que prolifera en Africa subsahariana. Este se aloja en el mosquito anofeles y es propagado a los seres humanos por sus picaduras.

La secuencia del mosquito deberá ser analizada junto con las investigaciones sobre genoma del plasmodium, actualmente en curso, y con el ya completado genoma humano.

«Mediante el análisis de los genomas de los tres organismos, los investigadores tendrán muchísima información nueva para comprender la malaria y su propagación y para crear herramientas que ayuden a reducir su impacto devastador», dijo Anthony Fauci, director del NIAID.

La base de datos del proyecto de secuencia de los tres genomas estará disponible para los investigadores del mundo a través de la red de computadoras Internet. El objetivo máximo es lograr una vacuna efectiva, que la ciencia ha buscado sin éxito desde los años 60.

Los síntomas de la infección son fiebre alta, escalofríos, anemia y vómitos. Más de 15 por ciento de los sobrevivientes de ataques de malaria padecen secuelas neurológicas.

Casi tres millones de personas mueren por año de malaria, la mayoría en Africa, y se registran aproximadamente 1.000 millones de ataques febriles graves, más de tres cuartos de los cuales son padecidos por niños y niñas africanas.

Las cifras, publicadas por un nuevo estudio de la Iniciativa Multilateral contra la Malaria, un conjunto de gobiernos, organizaciones internacionales y fundaciones benéficas, revelaron la notable subestimación de la mortalidad de la malaria.

Hasta el año pasado se creía que la infección mataba a un millón de personas por año. El cálculo se apoyaba en datos de mortalidad infantil que tenían entre 30 y 40 años de existencia, explicó Gerald Keusch, presidente de la Iniciativa.

«La mayor exactitud de los cálculos sobre el daño que causa la enfermedad permitirá medir la efectividad de las estrategias para enfrentarla», dijo.

La nueva investigación, publicada este año en la revista especializada American Journal of Tropical Medicine and Hygiene, subrayó que la malaria es tanto causa como consecuencia de la pobreza. La infección cuesta a Africa 12.000 millones de dólares por año sólo en productividad laboral perdida.

«El control de la malaria en Africa subsahariana ha sido imposible», concluyó un estudio publicado por John Gallup y Jeffrey Sachs, del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, que resume la historia de las campañas de erradicación de la OMS en Garki, Nigeria, en los años 60.

Durante la estación de lluvias, cada habitante del distrito de Garki era picada promedialmente 174 veces por noche por el mosquito anofeles gambiae y 94 veces por el anofeles funestus.

«No se ahorraron recursos económicos y humanos ni apoyo institucional» para fumigar las humildes viviendas con insecticidas y administrar medicinas antimalaria, afirmaron Gallup y Sachs.

Sin embargo, «no se registró un cambio significativo en la cantidad de aldeanos infectados con el parásito». Había tantos mosquitos que incluso reduciendo en 90 por ciento su contacto con los humanos la diferencia era escasa.

El parásito de la malaria generó resistencia a la mayoría de los tratamientos medicinales y los mosquitos se han hecho resistentes a plaguicidas como el DDT.

Este insecticida, sin embargo, descartado hace algunos años por su impacto negativo en la naturaleza, se utiliza nuevamente en algunos lugares de Sudáfrica, ante la falta de alternativas viables.

«El DDT sigue siendo la forma más barata, efectiva y segura, si se utiliza apropiadamente, para controlar las picaduras de mosquitos dentro y fuera de los hogares. Debemos separar los usos del DDT en agricultura y en salud pública. Actualmente no hay nada mejor», dijo Keusch.

Por tanto, argumentan los científicos, se necesita una vacuna o una nueva estrategia medicinal basada en la genética para enfrentar al parásito.

Así mismo, el Instituto Nacional de Enfermedades Alergénicas e Infecciosas de Estados Unidos financia investigaciones sobre los genomas de 13 bacterias que causan infecciones, entre otras la tuberculosis, el cólera, la gonorrea y otras enfermedades de trasmisión sexual. (FIN/IPS/tra-en/ks/aa/dc/aq/he/01

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