La varroasis, una plaga que pudo ser introducida intencionalmente en Cuba, amenaza el proyecto de aumentar la producción de miel de abeja, de alta cotización en el mercado mundial.
Esta enfermedad, causada por un insecto devorador de las crías de abejas llamado varroa, ocasionó a la apicultura pérdidas calculadas en dos millones de dólares en los últimos cinco años, entre los gastos para luchar contra el mal y la destrucción de 16.000 colmenas.
El ácaro apareció en 1996 en la parte occidental del país, donde es combatido con «baibarol», un producto alemán aceptado por las exigencias de la producción orgánica, y con «apilifbar», un producto italiano a base de extractos de plantas.
Especialistas sospechan que la plaga fue ingresada a Cuba de manera intencional, pues en caso de ser de origen natural sus primeros ataques se hubieran registrado en la región oriental, según los antecedentes de la enfermedad otras zonas americanas.
Algunos expertos en la materia indicaron que intercambios comerciales llevados a cabo sin controles sanitarios permitieron que el parásito ingresara en 1971 en Paraguay y luego de propagara a Estados Unidos y a Canadá.
Las tierras más cercanas al archipiélago cubano son Haití, en el este, y Jamaica, en el sudeste, mientras que al norte se encuentra Estados Unidos y al oeste México.
La Habana ha acusado en repetidas ocasiones a Washington de introducir diversas enfermedades, que ha afectado plantas, animales y personas.
Entre los males enumerados se cuentan la fiebre porcina africana, en 1971 y 1980, la roya de la caña de azúcar, en 1978, el moho azul del tabaco, en 1979, y el dengue hemorrágico, que en 1981 dejó un saldo de 158 personas muertas, 101 de ellas eran niños.
Los factores que favorecen la dispersión del insecto devorador de crías de abejas son variados e incluyen la trashumancia, por la cual en determinadas épocas del año se produce una concentración de colmenas de procedencia muy diversa, con el fin de aprovechar floraciones puntuales.
Un ácaro puede ser propagado entre colmenares distantes por los zánganos, admitidos en condiciones favorables en cualquier colonia, aún cuando no sea la suya, o bien por el propio apicultor al introducir cuadros de cría en colonias débiles.
En el caso de Cuba, los expertos advirtieron que quizás habrá que «aprender a convivir» con la varroasis, que este año podría continuar frenando la producción, calculada, sin embargo, en ocho millones de toneladas de miel.
La apicultura cubana cuenta con 136.000 colmenas, en las que predomina la abeja apimelífera (cruce de la italiana con una del Cáucaso), dos plantas de beneficio y un centro de investigaciones, además de un programa nacional para combatir contra la varroasis.
«Nuestra miel se vende a muy buen precio y es reconocida por su calidad», dijo Eugenio Omar Rufín, director nacional de esa industria, que destina 90 por ciento de la producción a la exportación.
Rufín señaló que la tonelada de miel cubana se vende actualmente a 930 dólares, mientras grandes productores, como China, sólo obtienen 700 dólares por esa misma cantidad.
Empero, reconoció que hace unos años, la tonelada de miel alcanzó hasta 1.800 dólares, mientras en la actualidad el mayor precio posible no pasa de 950 dólares.
Los planes para afrontar esa depresión y los bajos rendimientos causados por la plaga incluyen la explotación de valores agregados que hagan más atractiva la miel cubana en el competitivo mercado internacional.
Ese proyecto abarca la producción de mieles monoflorales, es decir a partir de una sola planta, y orgánicas, generadas de flores cultivadas sin el uso de productos químicos.
La industria se apoya para esas producciones, que elevan su precio entre 25 y 30 por ciento en el mercado externo, en un mapa que indica la época en que las plantas melíferas están en plena floración.
Ello facilita la trashumancia de las colmenas, que consiste en el traslado de éstas hacia sitios en que determinadas plantas se encuentran en su floración máxima, a fin de acopiar las mieles monoflorales.
Fuentes allegadas al sector comentaron que comerciantes japoneses prefieren las mieles producidas en zonas costeras de manglares en la Ciénaga de Zapata, Reserva Natural de la Biósfera, ubicada en la provincia de Matanzas, a unos 100 kilómetros de La Habana.
También el mercado de Canadá, importante socio comercial de Cuba, concentra una alta demanda, entre otras causas por la baja toxicidad del producto, comentaron las fuentes. (FIN/IPS/pg/dm/if/01