Varios pequeños estados orientales del Caribe buscan la cooperación económica de Libia, para compensar la reducción de la ayuda de Estados Unidos y de otros países occidentales, y el hecho tiene especial significado para Granada.
En 1982, Granada estaba gobernada por una coalición de grupos izquierdistas que tomaron el poder en 1979, y el entonces primer ministro Maurice Bishop visitó Libia para procurar asistencia y cooperación, como lo hace en la actualidad el primer ministro derechista Keith Mitchell.
Bishop logró importante ayuda de Trípoli, incluyendo un préstamo de cinco millones de dólares para construir un nuevo aeropuerto internacional, vital para la pequeña isla de menos de 100.000 habitantes, que depende en gran medida del ingreso de turistas.
En aquellos tiempos de guerra fría, el presidente estadounidense Ronald Reagan consideraba al Caribe «el patio trasero» de Estados Unidos, y observaba con preocupación la política internacional de Bishop, a quien Cuba brindó apoyo para construir el nuevo aeropuerto, así como ayuda médica y militar.
Washington agudizaba en esos años su enfrentamiento con el gobierno izquierdista nicaragüense, tras el triunfo en 1979 de la revolución del Frente Sandinista de Liberación Nacional, y afirmó que la construcción del aeropuerto implicaba un peligro militar.
Pero en octubre de 1983, menos de un año después de su visita a Libia, Bishop fue depuesto y asesinado, y Estados Unidos invadió Granada para tomar prisioneros a los líderes golpistas y disipar toda supuesta amenaza.
Granada ha tenido desde entonces gobiernos de derecha apoyados por Washington, pero la asistencia estadounidense ha disminuido. Mitchell recorrió entonces el camino de Bishop hacia Trípoli, junto con sus pares Pierre Charles, de Dominica, y Ralph Gonsalves, de San Vicente y Granadinas.
Los tres gobiernan países miembros de la Organización de Estados Caribeños Orientales (OECS, por sus siglas en inglés).
El domingo, Charles, Gonsalves, Mitchell y representantes de Antigua y de San Cristóbal y Nevis comenzaron a reunirse con el primer ministro de Libia, Mubarak al-Shamikh, y el ministro de Relaciones Exteriores de ese país, Abdel-Rahman Shalqam, para fortalecer vínculos económicos.
«Queremos que Libia cancele la deuda contraída en 1982 para construir el aeropuerto, y apoyo para diversificar la producción agrícola, construir rutas rurales, mejorar escuelas, avanzar en tecnología de información y comunicaciones y desarrollar recursos humanos», explicó la portavoz de Mitchell, Nancy McGuire.
Charles y Gonsalves no indicaron sus objetivos específicos, pero apuntaron que sus países afrontan el descenso del ingreso de turistas, malas perspectivas para la vital producción de banano, condenas de países occidentales a los llamados paraísos fiscales caribeños, y disminución de la asistencia occidental.
Estados Unidos apeló con éxito a la Organización Mundial del Comercio contra el tradicional sistema de preferencias de la Unión Europea para el banano de ex colonias europeas en el Caribe, que perjudicaba a plantaciones en América Latina de firmas estadounidenses.
La asistencia estadounidense a los países caribeños era 225 millones de dólares anuales hace una década, y es 120 millones anuales en la actualidad. Sesenta por ciento de esa suma corresponde a Haití, y el resto se reparte entre otras 13 naciones.
La región también se ha visto perjudicada desde que Francia decidió el año pasado retirarse de Banco Caribeño de Desarrollo, con sede en Barbados, entre otras cosas porque las firmas francesas conseguían pocos contratos en la región.
Trípoli, en cambio, busca aliados en el mundo en desarrollo mediante la oferta de asistencia e inversiones, para contrarrestar la política de aislamiento contra Libia de Estados Unidos y Gran Bretaña, que acusan de apoyar el terrorismo internacional.
Lester Bird, primer ministro de Antigua, y Denzil Douglas, su par de San Cristóbal y Nevis, decidieron a último momento no viajar a Libia. Douglas alegó que tenía compromisos en su país, y Bird que Antigua no mantiene relaciones diplomáticas con Trípoli.
La semana pasada, Mitchell criticó a Bird y dijo que la ausencia de relaciones diplomáticas entre Antigua y Libia no era un problema, porque la OECS había aprobado el viaje en su cumbre del mes pasado.
De hecho, San Vicente y Granadinas tampoco tiene relaciones diplomáticas con Libia, y su primer ministro viajó a Trípoli.
Pese a la aprobación de la OECS, el primer ministro de Trinidad y Tobago, Basdeo Panday, afirmó poco antes de la partida de sus pares que el viaje podía tener consecuencias negativas.
«Puedo entender la necesidad de buscar recursos económicos, pero tambiénm debo considerar las repercusiones internacionales», comentó, en clara referencia al probable malestar de Washington y Londres. (FIN/IPS/tra-eng/bw/aa/mp/ip/01