El gobierno de Estados Unidos recibió con alivio hoy la elección de Beijing como sede para los Juegos Olímpicos de 2008 por el Comité Olímpico Internacional (COI), a diferencia de otros sectores de la sociedad estadounidense.
El gobierno de George W. Bush está dividido sobre la política que adoptará en el futuro hacia China, pero el mes pasado altos funcionarios dijeron a la prensa de Washington que no se pronunciarían sobre la sede de los Juegos de 2008, lo cual se consideró una aceptación tácita de la elección de Beijing.
«Las relaciones (bilaterales) iban en picada, y sabíamos cuánto significaban los Juegos para China. Nuestra oposición hubiera anulado toda posibilidad de poner las cosas en un rumbo más tranquilo, posiblemente durante el resto de la presidencia de Bush», dijo un funcionario a IPS este viernes.
El tema era considerado tan delicado por el gobierno que convenció a los líderes republicanos de la Cámara de Representantes, donde se encuentran algunos de los detractores más acérrimos de China, para que impidieran una votación de una resolución contraria a la elección de Beijing como sede.
«No permitieron la votación porque saben tanto como yo que la abrumadora mayoría de los republicanos y los demócratas votarían a favor de la resolución porque esta expresa los sentimientos del pueblo estadounidense», sostuvo el representante Tom Lantos, autor de la iniciativa.
Lantos presentó una resolución similar en 1993, cuando Beijing era la principal candidata para ser la anfitrion de los Juegos Olímpicos de 2000.
Entonces, la iniciativa fue aprobada por amplia mayoría en el Congreso estadounidense. La victoria de Sydney ese año generó una fuerte reacción nacionalista en China, en gran parte dirigida contra Washington, según expertos estadounidenses.
«La decisión contraria a Beijing de 1993 perjudicó la política de Estados Unidos en la opinión pública china», según Douglas Paal, presidente del instituto de investigación Asia Pacific Policy Center y especialista del Consejo de Seguridad Nacional durante el gobierno de George Bush, padre del actual presidente.
Paal había recomendado que el gobierno no se pronunciara por ciudad alguna en esta ocasión, opinión compartida por el sector privado, que ha invertido miles de millones de dólares en China, suele apoyar al partido Republicano y recibió con gran entusiasmo la noticia de este viernes.
«La decisión de China… de postularse para sede de los Juegos, así como de… ingresar a la Organización Mundial de Comercio (OMC), representa un compromiso positivo… del pueblo y el gobierno» chinos, declaró Bob Kapp, presidente del Consejo Empresarial Estados Unidos-China.
El Consejo es una asociación integrada por 225 grandes compañías, incluso General Motors, Coca-Cola, Xerox, Kodak, Time Warner y McDonald's, que también aportan financieramente al COI.
«Para las grandes compañías es muy sencillo. China es un mercado más grande y de crecimiento más rápido que Francia o Canadá», explicó Kapp.
La ciudad canadiense de Toronto y París fueron las principales rivales de Beijing para los Juegos de 2008, cuya sede se decidió por votación de los delegados del COI reunidos en Moscú este viernes.
Beijing obtuvo 44 votos en una primera vuelta de votación, seguida de Toronto (20), Estambul (17), París (15) y Osaka (6). Tras la eliminación de Osaka, Beijing resultó la ganadora con 56 votos, seguida por Toronto (22), París (18) y Estambul (9).
En el debate previo a la selección, las voces contrarias a China en Estados Unidos argumentaron que Beijing debería haber sido descalificada por su situación de derechos humanos.
La decisión del COI «envía el peligroso mensaje al gobierno comunista de que sus violaciones a los derechos humanos, persecución de creyentes religiosos y acoso de ciudadanos estadounidenses pueden continuar sin consecuencias», afirmó el representante republicano Christopher Smith.
Otros opinaron que la situación es similar a cuando el COI otorgó la sede de los Juegos de 1936 a Berlín, entonces bajo el gobierno nacionalsocialista de Adolf Hitler.
«Los estados policiales son excelentes para organizar espectáculos colectivos. Hitler se benefició enormemente con los Juegos Olímpicos de 1936», dijo Lantos.
Pero esa comparación fue considerada exagerada por la mayoría de los especialistas en China, y destacadas organizaciones de derechos humanos se distanciaron de esa opinión.
«Que los Juegos sean en China implica riesgos pero también posibles oportunidades para los derechos humanos», comentó Michael Posner, director del Comité de Abogados para los Derechos Humanos.
«La idea de decenas de miles de periodistas cubriendo los Juegos arrojará luz sobre sus prácticas y generará presión por el cambio», agregó.
«Por otra parte, las autoridades chinas ejercieron la represión en el pasado antes de grandes eventos internacionales: desalojando vecindarios, arrojando a la gente a la cárcel», sostuvo Posner, solicitando al COI que vigile de cerca los preparativos del gobierno.
Los auspiciantes privados de los Juegos tienen una responsabilidad similar, según Sidney Jones, directora para Asia de Human Rights Watch.
«Si los abusos tienen lugar mientras se hacen los preparativos, no serán sólo las autoridades chinas las que queden mal, sino el COI y los auspiciantes privados que serán sus cómplices», destacó.
Los partidarios de Beijing apuntan al precedente de Seúl, que albergó los Juegos Olímpicos de 1988. Bajo la atención internacional, el gobierno militar sudcoreano flexibilizó su poder en el país e inició un proceso de liberalización política en la década siguiente.
Esa parece ser la esperanza del Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos que, en las últimas semanas, adoptaron el discurso del gobierno de Bill Clinton (1993-2001) referido a que la creciente apertura económica de China hacia el resto del mundo la conducirá a la reforma política.
«Cuando se comienzan a tener reformas económicas, comercio exterior y apertura en el ámbito económico, se comienza a tener presión para la liberalización política», dijo esta semana Condoleezza Rice, asesora de seguridad nacional de Bush.
Así mismo, James Lilley, quien fuera embajador ante China del gobierno de Bush padre y es considerado próximo a la línea dura del Pentágono (Departamento de Defensa), argumentó que Beijing estará más inclinada a «comportarse» en los próximos siete años.
«No hay duda de que los gobernantes actuales chinos serán favorecidos si ganan la sede de los Juegos Olímpicos. Pero creo que ni ellos saben lo presionados que quedarán con tal victoria», escribió en la revista Newsweek esta semana.
El gobierno lo pensará dos veces antes de reprimir a manifestantes dentro del país y su actitud en el exterior será limitada por el deseo de Beijing de impedir que ningún país boicotee los Juegos, como hiciera Washington durante los de 1980 en Moscú, para protestar por la invasión soviética de Afganistán.
«Podemos esperar que se reduzca la posibilidad de una guerra con Taiwan», opinó Lilley.
No obstante, Alan Romberg, ex especialisa en Asia del Departamento de Estado, dijo que el gobierno estadounidense no debe engañarse. «Por importantes que sean los Juegos Olímpicos para China, si sus intereses nacionales fundamentales están en juego, ya sea en Taiwan o en otro lado, ellos primarán», sostuvo. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/cr ip/01