Una cosecha azucarera por debajo de las previsiones del gobierno postergó nuevamente la aspiración de Cuba de recuperar un sector que el pasado fue motor de su economía.
El ministro de Azúcar, Ulises Rosales del Toro, admitió esta semana que «casi» se produjeron 3,6 toneladas del dulce, frente a las previsiones de 3,7 millones.
La información de Rosales del Toro es de momento la única referencia oficial a los resultados de la actual zafra, que comenzó a principios de diciembre y debió concluir como máximo en mayo.
De todos modos, el resultado supera los pronósticos de algunos expertos, que calculaban una producción máxima de 3,5 millones de toneladas, situando la cosecha entre las tres más bajas desde la campaña 1993-1994.
Fenómenos climáticos adversos, escasa materia prima e interrupciones en el procesamiento habrían conspirado contra esta zafra, en la cual intervinieron sólo 104 de los 156 ingenios cubanos. En la cosecha anterior habían funcionado 110 ingenios, lo que abarató la producción de manera considerable ahorro.
«La estrategia es producir cada vez a menor costo y lograr la diversificación», recordó un experto del gobierno consultado por IPS, partidario de una política encaminada a aumentar el valor agregado de la caña de azúcar.
Para Rosales del Toro, la producción podrá llegar a los seis millones de toneladas en un futuro cercano en este sector que, pese a altibajos, conserva su carácter estratégico en la economía cubana.
Luego de tocar fondo en 1998, con una producción que no sobrepasó los 3,2 millones de toneladas, la cosecha pasada (1999- 2000) alcanzó 4,59 millones de toneladas, un crecimiento de 7,3 por ciento respecto de la anterior.
El Banco Central de Cuba informó a fines de 2000 que los ingresos obtenidos por el azúcar alcanzaron ese año los 450 millones de dólares. Con la producción de 3,7 millones de toneladas, se esperaba lograr en 2001 recursos por unos 550 millones de dólares.
El gobierno cubano afirma que la calidad del azúcar cosechada este año es mejor que la del anterior, y espera, además, beneficiarse de precios mayores en el mercado internacional.
«Mantuvimos y superamos» algunos factores de eficiencia, y «lo más importante es que los valores crecieron», consideró Rosales del Toro.
El valor de las exportaciones azucareras descendió de manera drástica luego de la pérdida a comienzos de los años 90 de los convenios que este país mantenía con el hoy desaparecido campo socialista, un mercado entonces seguro y con precios preferenciales.
Las ventas a ese grupo de países, a precios que alcanzaron los 690 dólares por tonelada, fueron de unos cuatro millones de toneladas anuales y significaron 56 por ciento de las exportaciones de azúcar en 1989.
Pero, con iguales volúmenes, los ingresos por ventas a esas mismas naciones se redujeron a menos de la mitad debido a los precios prevalentes en los mercados internacionales en 1990.
De 2.760 millones de dólares, los ingresos pasaron ese año a cerca de 1.100 millones y a 800 millones de dólares en 1991, según la Comisión Económica para América Latina (Cepal).
Como consecuencia de la caída de los precios internacionales, el valor total de las exportaciones se desplomó de casi 4.343 millones de dólares en 1990 a 718 millones en 1995, alertó Cepal en un estudio sobre la economía cubana.
Cuba vende 85 por ciento de su producción azucarera promedio en el mercado libre, en condiciones en que subsisten sustanciales subsidios a la producción y el comercio del azúcar de remolacha de los países europeos, recordó entonces Cepal.
El azúcar ha sido desplazado como generador de recursos financieros por el turismo, que el año pasado creció 10 por ciento y dejó utilidades por unos 600 millones de dólares.
Una cifra similar significaron las ventas de níquel, cuya producción se espera alcance en 2001 unas 75.0000 toneladas.
Cuba tiene capacidad instalada para producir 10 millones de toneladas de azúcar al año y en la década del 80 logró zafras de siete millones anuales promedio. (FIN/IPS/pg/mj/if/01
