(Arte y Cultura) TELEVISION-ARGENTINA: Gobierno se toma el humor en serio

Una parodia televisiva cuya figura estelar es el presidente Fernando de la Rúa, encarnado por un comediante, superó esta semana en Argentina todas las marcas de audiencia y el gobierno la encara como asunto de Estado.

El programa «El Show de Videomatch» ya era el más visto de la televisión argentina cuando sus productores decidieron caricaturizar a su seguidor inmediato, «Gran hermano», versión local del género «televisión realidad», que muestra con decenas de cámaras la convivencia de un grupo de personas en una casa.

De la mezcla surgió «Gran cuñado», donde 12 actores imitan a gobernantes y dirigentes políticos, también encerrados en una casa. Además de De la Rúa, figuran el ex presidente Carlos Menem (1989-1999) y su esposa Cecilia Bolocco, el ex vicepresidente Carlos Alvarez y el ministro de Economía, Domingo Cavallo, entre otros.

Torpe y desorientado como un anciano que perdió la lucidez con el paso de los años, el presidente de «Gran cuñado» ya era un personaje solitario de «Videomatch» la temporada anterior.

Pero este año, su inclusión junto con otros políticos dentro de la casa casi duplicó el índice de encendido, que pasó el lunes pasado de 20 a casi 40 puntos (equivalente a 3,5 millones de espectadores en un país de 36,6 millones).

Los expertos en comunicación del gobierno oscilan entre las invocaciones a la libertad de expresión y las amenazas veladas de juicios por lo que consideran una burla contra el presidente. Por lo bajo, casi todos coinciden en que la imitación es demoledora.

La ridiculización no surge de la nada sino que se basa sobre datos ciertos, coinciden humoristas y analistas políticos. Los que tienen una opinión negativa sobre el presidente, que asumió en diciembre de 1999, suman 44,4 por ciento de la población, según una encuesta realizada este mes por la consultora Equis.

«El humor político no genera fenómenos políticos sino que es consecuencia de esos fenómenos. El humor acentúa o exagera percepciones sociales, pero no las genera, o sea que si el humor subraya cierta debilidad de liderazgo será porque eso subyace en la sociedad», explicó el analista y encuestador Rosendo Fraga.

Por su parte, el humorista Santiago Varela dijo que «la caricatura siempre se basa en elementos que están en el imaginario popular, porque, si no, no serían reconocidas». «Nunca se puede hacer una parodia de humor político sobre algo que no tenga base real», agregó.

Sin embargo, Varela aclaró que una caricatura tampoco puede provocar una caída de popularidad del caricaturizado, y citó los escándalos que envolvieron la presidencia de Bill Clinton en Estados Unidos (1993-2001). Allí se multiplicaron las bromas y parodias, pero Clinton mantuvo buena parte de su popularidad.

Algunos funcionarios recordaron el destino del gobierno de Arturo Illia (1963-1966), apodado «tortuga» por la oposición y blanco frecuente de los humoristas por su supuesta lentitud para tomar decisiones. Pero Illia no fue derrocado por las bromas, sino por un golpe militar, recordó Varela.

«No importa lo que hagamos, el De la Rúa despistado de 'Videomatch' es una demolición por goteo», comentó un ministro que prefirió el anonimato al ser entrevistado por el semanario Noticias.

La revista dedicó su portada del fin de semana pasado al fenómeno que denominó «efecto Tinelli», por el nombre del conductor de «Videomatch», Marcelo Tinelli.

Noticias aseguró que la popularidad de la parodia, que muestra a un presidente mentecato, incapaz de la menor lucidez, es para el gobierno tan difícil de contrarrestar como el «riesgo país», un índice que mide la pérdida de confianza de los inversores y que obsesiona al Poder Ejecutivo.

«Olvidadizo, desubicado, falto de reflejos». Así describe el semanario al presidente De la Rúa representado en «Gran cuñado», cuya permanencia en la casa donde está recluido junto con otros 10 políticos y un sindicalista depende de una votación telefónica abierta, al igual que en «Gran hermano».

El público ya determinó la retirada del personaje que imita a María Julia Alsogaray, ex funcionaria del gobierno de Menem y hoy sometida a proceso judicial por enriquecimiento ilícito.

En «Gran hermano», permanecer hasta el final en la casa significa para el participante alzarse con un premio de 200.000 dólares, mientras que en «Gran cuñado», quien llegue hasta el último día sólo logrará causar más risa.

Al parecer, los votantes decidirán que el personaje de De la Rúa permanezca en el elenco, sólo para prolongar su escarnio.

La diputada Elisa Carrió, quien abandonó el grupo parlamentario oficialista y es encarnada en la parodia por un actor, dijo esta semana que prefiere que voten la salida de su personaje de la casa para no estar «rodeada de esa gente».

Carrió, famosa por sus denuncias contra la corrupción, es obesa, y su imitador se empeña en mostrarla controlando su ansiedad con la comida y el cigarrillo.

Otro que pierde con la broma es Alvarez, quien renunció a la vicepresidencia aduciendo falta de respaldo de De la Rúa a su campaña contra de la corrupción.

El imitador de Alvarez aparece en televisión siempre aferrado a una valija y buscando continuamente una ventana por donde escaparse.

Hugo Moser, guionista de televisión y asesor en comunicaciones e imagen del ministro Cavallo, consideró que para los políticos es más duro ser objeto de un chiste en el programa de Tinelli que aparecer cuestionado en un título de prensa.

La parodia televisiva, que incluye a un presidente desorientado e indeciso, comenzó a emitirse luego de que De la Rúa fuera sometido a una angioplastia de urgencia para destaparle una arteria. Tras la operación, su ministro de Salud, Héctor Lombardo, admitió que el mandatario sufría de arteriosclerosis.

La enfermedad, que es tratable, puede afectar la pérdida de lucidez y de memoria y ataca en especial a personas de avanzada edad.

Por eso es que no bastaron las posteriores aclaraciones y amagues de cambiar de ministro para que se desatara una ola de bromas entre la población acerca de la salud mental del presidente De la Rúa, de 65 años.

La confirmación de que casi cuatro millones de telespectadores vieron el lunes pasado «El Show Videomatch», donde el falso De la Rúa intentó que una vaca le diera leche sólo hablándole, decidió a los funcionarios a cargo de la comunicación del gobierno a intentar desacreditar sutilmente el programa.

Entre otros comentarios, plantearon la posibilidad de una maniobra política para beneficiar a la oposición, pues algunos de sus dirigentes caricaturizados podrían salir benefiados.

Pero los productores del programa se encargaron de asegurar que la emisión contribuirá a la larga a «dignificar la clase política», y dijeron que «las más beneficiadas serán las nuevas generaciones de dirigentes».

«A través de este programa la gente hace catarsis», dijeron los productores de «Videomatch.

Sin embargo, entienden que para mucha gente el programa se haya convertido en la mejor «venganza de la clase media» por la decepción que está sufriendo con la gestión de De la Rúa, que no acierta a aumentar el empleo ni a reactivar la alicaída economía, en recesión desde hace tres años. (FIN/IPS/mv/dm/cr/01

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