/BOLETIN-AMBIENTE/ AGRICULTURA-SUDAFRICA: Irrumpe el algodón transgénico

En un remoto rincón de la provincia semiárida de Kwazulu Natal, Sudáfrica, cientos de agricultores abandonan las variedades tradicionales de algodón por una semilla transgénica resistente a las plagas.

A 500 kilómetros al sudeste de Johannesburgo, en Makhathini Flats la vida de muchos agricultores es una constante lucha por sobrevivir en el duro clima de la sabana africana.

El algodón, único cultivo importante que crece en la zona, dejó de ser redituable hace tiempo por el dañino gusano de los capullos (pectinophora gossypiella), una plaga que destruye entre 50 y 90 por ciento de las cosechas.

El único modo de detener la plaga era hasta hace poco la costosa aplicación de plaguicidas por aspersión.

Pero la historia en la zona está cambiando con la introducción de Bollgard, una semilla de algodón nacida de la ingeniería genética que brinda protección contra las principales plagas.

Según los agricultores consultados, Bollgard incrementó la producción 27 por ciento, redujo la aplicación de insecticidas 80 por ciento y aumentó sus ingresos hasta 135 dólares por hectárea cultivada.

Otro beneficio es el ahorro de horas de trabajo para aplicar plaguicidas, tarea que se realiza con un rociador de mochila, y que requiere una caminata de 20 kilómetros por hectárea.

«Si hubiéramos tenido Bollgard hace tiempo habríamos llegado muy lejos con el algodón en esta región», dijo Julia Gumede, una productora de 33 años que destina 10 de sus 13 hectáreas al cultivo de algodón.

Gumede, que comenzó a plantar algodón en 1994, gastaba 250 dólares por semana, para rociar su campo con plaguicidas. Actualmente gasta 25 dólares para toda la zafra de siembra, y tiene más tiempo para atender a sus cinco hijos.

La agricultora planea comprar un tractor con los ingresos obtenidos del cultivo de algodón Bollgard.

Japheth Nhelenyama, otro cultivador de Makhathini, empleará los ingresos de la actual cosecha en el pago de un préstamo bancario de 625 dólares que solicitó para comprar semillas.

Nhelenyama, que tiene tres esposas y 45 hijos —costumbre habitual en la gran tradición de la comunidad zulú—, ya cosechó 20 fardos de 200 kilogramos de algodón en su campo de dos hectáreas.

La industria local comprará su algodón a 30 centavos de dólar por kilo. «El dinero será suficiente para pagar al banco y me ayudará a continuar por mi cuenta», explicó.

En el sur de Africa, el área destinada al cultivo de algodón ocupa 80.000 hectáreas, pero casi todos los agricultores padecen importantes pérdidas anuales debido a la plaga del gusano de los capullos.

Esta temporada podría haber sido mucho mejor para todos los productores, de no ser por las inundaciones que devastaron Mozambique y el norte de Sudáfrica.

La zafra del algodón se inicia en octubre, cuando los agricultores comienzan la siembra, y finaliza entre abril y mayo, cuando los capullos de algodón están listos para ser cosechados.

La semilla Bollgard es resultado del esfuerzo combinado de las compañías estadounidenses, Delta y Alpine, que suministraron las semillas, y de Monsanto, que desarrolló e incorporó a las semillas el gen Bt resistente a las plagas.

La tecnología Bt procede del bacilus thuringinsis, una bacteria del suelo que tiene propiedades plaguicidas, y que según sus fabricantes, carece de efectos secundarios conocidos en los humanos.

El producto fue lanzado oficialmente en Sudáfrica en 1998. El año pasado, según Monsanto, los productores de Bollgard ahorraron un promedio de 77 dólares por hectárea en insecticidas, y obtuvieron cosechas promedio de 384 kilos de fibra por hectárea, superiores a las obtenidas con variedades no modificadas.

Desde la introducción de la variedad Bollgard, el número de campesinos que en Makhathini Flats se dedican al algodón aumentó de 75 a 410.

Los agricultores que plantan Bollgard recurren menos al trabajo intensivo y padecen menores riesgos de salud, al reducirse el contacto con las sustancias químicas peligrosas que contienen los plaguicidas.

El algodón Bt no crece en ningún otro lugar de Africa. En la mayoría de los países africanos, la industria del algodón está en una grave crisis financiera o ni siquiera existe.

En Tanzania, por ejemplo, el gobierno prohibió el cultivo de algodón en algunas áreas, tras determinar que es una pérdida de tiempo por los daños del gusano de los capullos y el alto costo de los plaguicidas.

En Kenia, los agricultores han solicitado reiteradas veces al gobierno de Daniel Arap Moi que condonara las deudas de cientos de productores de algodón con el fin de revivir la casi desaparecida industria algodonera.

Los defensores de la biotecnología consideran que los cultivos transgénicos pueden ser un factor de desarrollo para la enferma agricultura africana y la llave para lograr abundancia de alimentos en un continente donde más de la mitad de la población enfrenta constantes carencias alimentarias.

Sin embargo, la publicidad negativa sobre la biotecnología que se ha colado en el continente, proveniente sobre todo de Europa, ha contribuido a la falta de interés de los políticos africanos para regular la venta de cultivos modificados genéticamente (MG) en sus países.

Las compañías de biotecnología como Monsanto sostienen que la falta de marcos jurídicos claros en muchos países africanos es el mayor impedimento para introducir productos como el Bollgard.

«Nuestra política nos impide vender productos biotecnológicos en un país donde no existen regulaciones», dijo el gerente de Monsanto en asuntos públicos y gubernamentales para Africa, Kinyua M'Mbijjewe.

«Ningún cultivo o alimento en venta (en Africa) ha pasado por todas las pruebas que deben pasar los organismos genéticamente modificados (OGM)», sostuvo por su parte el director de Monsanto Sudáfrica Willie Marree.

Marree afirmó que existen alimentos con alto contenido de alergénicos, como cacahuetes y pescados, que no son etiquetados pese a que pueden presentar posibles efectos secundarios. «Si se va a vender algún producto biotecnológico, el mismo debería pasar por una serie de pruebas», sostuvo.

Sudáfrica es el único país de la región que cuenta con una amplia normativa sobre biotecnología. Además del algodón, otros cultivos transgénicos que crecen en el país son variedades de soja y de maíz amarillo. (FIN/IPS/tra-en/ja/mn/dc/aq/dv/01

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